El otro día me ocurrió algo que hizo que me (a)saltaran las alarmas sobre mi propia (a)condición(ador).

Cuando salgo de casa mi prurito basal suele aumentar, pero nunca le doy ninguna importancia. Como hipótesis alternativa suelo (d)enunciar que no me aseo como acostumbro, que los detergentes con los que se lavan algunas prendas como las sábanas no son los mismos y sobre todo, que cuando salgo de casa no me someto a los rigores de las costumbres.

He hecho muchas veces un ensayo clínico que consiste en no cambiarme de calzoncillos en una semana, a ver qué pasa. Y el resultado es que nunca ha pasado nada, que nadie se ha dado cuenta ni ha dicho nada.

Resulta que, como digo, mi prurito basal estaba aumentando, sobre todo en el pelo (de la cabeza) y yo lo achacaba a que me veía envuelto en una sucesión de champús y acondicionadores impuesta por el lugar en el que vivía, que no sabía adónde había de llevarme. Las asociaciones de antihipertensivos tienen su modelo en el champú más acondicionador.

Al mismo tiempo que yo (mal)gastaba mi tiempo imbuido en estos asuntos pueriles, en la Puerta del Sol y aledaños se seguían librando batallas.

Hay gente que llama a los indignados perroflautas. Los titulares de prensa obligan a reduccionismos gramaticales y mentales. Si no se hacen simplificaciones absurdas los públicos abúlicos han de pensar y se corre el riesgo de que dejen de comprar el periódico.

Los perroflautas son una parte de los indignados, pero no todos. Es curioso como a esta gente se le califica continuamente de parásitos sociales, cuando son de los pocos que hacen algo porque la sociedad cambie, sin cobrar. Los políticos y sus adláteres dicen que también lo hacen, pero a ellos les pagan por eso. Los indignados y los perroflautas (éstos no siempre trabajan) tienen que ir a arreglar la sociedad al acabar su jornada laboral porque a la gente a la que se le paga por ello no le da la gana. Es lo que se conoce ahora como “After work”. Antes se iba uno al bar a tomar unas cañas. Ahora todos los días hay manifestación.

Otro curioso mito que circula sobre los perroflautas es que tienen piojos en la cabeza. Tener un parásito viviendo dentro de sí, adherido al folículo, y ser a su vez un parásito dentro del sistema, adherido a la prestación por desempleo y otras, transforma estas (man)infestaciones en una suerte de simbiosis.  Estos comportamientos no son finalmente otra cosa que una variante más de la función de los seres vivos de relación. Nacer, crecer, relacionarse, reproducirse y morir. Así de fácil. Este tipo de cadena trófica tiene las mismas peculiaridades que la cadena de frío o de mando. Con esta última es con la que les apalea la policía. Los gases lacrimógenos no son sino insecticidas en spray.

Resulta que de tanto picor, un día me dio por mirarme bien y vi a unos parásitos aferrados a mi masa capilar. En ese momento supe que aunque estaba lejos de Madrid, estaba allí, con ellos, en Sol y aledaños, y que había dejado de ser un indignado para convertirme en un perroflauta.

Pensé que en estos tiempos que corren vendría de lujo una buena revisión del diagnóstico y tratamiento de la Pediculosis capitis, para ver si con una buena desinfestación rompemos el cordón sanitario y nos ganamos el respeto de la sociedad.

Como dicen que las perroflautas además de unas piojosas son unas promiscuas, a lo mejor dejamos para otro día la revisión de la pediculosis pubis, dependiendo de cómo evolucione el picor éste de cojones que tengo, aunque creo que más que porque me haya parasitado a alguna es porque (otra vez) llevo una semana sin cambiarme de calzoncillos.

REVISIÓN PEDICULOSIS CAPITIS

Tener piojos es una infestación por Pediculosis capitis, que es una de las tres variedades de pediculosis que afecta al humano. Las otras dos son corporis y pubis (ladillas, que no se suelen pillar en la piscina, precisamente…)

Lo primero que hay que hacer al hablar de esta parasitosis es hablar de un aspecto no médico. A menudo en medicina lo médico es menos importante que lo no médico.

Los piojos tienen un gran estigma social, especialmente entre los niños y sobre todo, entre sus padres. Se siguen viendo como una infección de pobres y de descarriados.

El hecho de tener piojos es más frecuente en escolares de 3 a 12 años (prevalencia del 13% en Canadá en estos grupos), especialmente en las niñas, y es un fenómeno corriente,  que no se relaciona con el nivel social. En adultos, sí que se relaciona con la higiene.

La transmisión es por contacto directo con el pelo, aunque la relacionada con los objetos también es posible, aunque más hipotética. Estamos hablando de peines, cepillos, bufandas, gorras, etc. No se contagian desde las mascotas, por lo tanto no hay que tratar a éstas.

Los piojos viven en tres estadios:

Huevos o liendres: adheridas firmemente al cabello, amarillas o blancas, cerca de la base (a un par de centímetros) y que se pueden confundir con caspa, pero ésta se desprende fácil y los huevos no. En una semana se convierten en ninfas.

Ninfas: es un piojo, pero más pequeño. Es visible, pero adherido al pelo. Para progresar a piojo la ninfa se debe alimentar de la sangre del huésped.

Piojos: tienen un tamaño de una semilla de sésamo. Sobre el pelo pueden vivir 30 días, fuera de él 2, aunque si las condiciones de temperatura y humedad son propicias pueden vivir hasta de 3 a 7 días.  A las 24 horas de infestar, la hembra empieza a poner huevos. El piojo chupa la sangre cada 4 o 6 horas. Lo normal es que haya un número menor de 10 piojos vivos por infestación.

 

Es apasionante biológicamente que el piojo es diferente en población norteamericana y africana, porque varía las garras en la cabeza para adaptarse a ambos cabellos, uno liso y otro rizado.

El contagio se produce desde el estadio de piojo. El contacto con huevo o ninfa no contagia.

Los síntomas son picor, excoriaciones, rash… y si la infestación es virulenta puede aparecer hasta sobreinfección de las lesiones, fiebre, linfadenopatías, etc..

Tienen apetencia por el pelo retroauricular y por la línea occipital, cerca de la nuca.

En la primera infestación, los síntomas se producen a las 4 o 6 semanas del contacto. Posteriormente, a las 24-48 horas del nuevo contacto.

Se detectan con la visualización directa. Para maximizar el éxito diagnóstico se recomienda aplicar un acondicionador sobre el pelo seco y examinar el cabello por secciones y con distintos peines de púa fina.

Es posible que no todos los niños a los que se les detecta huevos  desarrollen una infestación activa. En algunos casos no se progresa al estadio de piojo.

Esto es importante porque sólo hay que tratar a los que tengan una infección activa (motivo de exclusión escolar según la guía canadiense), con piojos vivos, aunque se puede plantear el tratamiento de los que tengan huevos muy cercanos a la base del pelo,  sin piojos vivos, y que no hayan sido tratados en el mes anterior, sobre todo si son contactos de infectados. El tratamiento innecesario sólo lleva a la angustia, a las exclusiones escolares innecesarias  y a las resistencias de los fármacos. La guía canadiense insiste que si después del tratamiento quedan huevos sin piojos vivos se debe dejar al niño volver al colegio, aunque otros autores no recomiendan en ningún caso la exclusión escolar. Los huevos muertos y los restos adheridos al pelo pueden seguir viéndose sobre el cabello tras 6 meses de aplicar el tratamiento, hasta que crezca el pelo, sin que signifique eso infección activa.

La evidencia no recomienda los cribados masivos en los colegios.

El tratamiento de primera elección en España es la Permetrina al 1%, en loción o champú. Se practica una aplicación insistiendo en la zona retroauricular y en la nuca, sobre pelo seco (así se evita la dilución del producto) y se deja actuar 10 minutos. Luego se aclara con agua tibia, sobre un fregadero o recipiente, para que los restos del champú no entren en contacto con todo el cuerpo. Se deja secar al aire o con una toalla y se quitan los liendres muertos con peine de púa fina. No usar secador. No lavar el pelo con champú hasta pasados 1 o 2 días. Si no funciona, hacer otra aplicación a los 10 días. La eficacia de las dos aplicaciones es del 95%. El tratamiento es seguro en el embarazo. Pasa a la leche materna.

Las Piretrinas también se consideran en esta primera categoría.

La segunda línea es Malation al 0,5%, que puede ser utilizado en niños mayores 24 meses de edad cuando exista resistencia a la Permetrina o cuando el tratamiento falla a pesar de ser usado correctamente. Es eficaz en el 98-100% de los casos. Se aplica en el cuero cabelludo, se deja secar de forma natural (sin secador ni plancha) y se lava a las 8-10 horas. Aplicar de nuevo a los 7-9 días si se siguen viendo piojos. La seguridad y eficacia de la loción de Malatión no se ha establecido en niños menores de 6 años y está contraindicada en menores de 24 meses.

Después del segundo tratamiento con cualquiera de los fármacos, no está de más comprobar una vez por semana las tres primeras semanas.

Se recomienda el tratamiento también de los convivientes que tengan infestación activa (o que tengan huevos próximos a la base y que no hayan sido tratados el mes anterior). Es importante que se traten a todos el mismo día, para prevenir reinfestaciones.

No está justificado el tratamiento sin nueva afectación para prevenir reinfestación.

Las terapias orales no tienen suficiente evidencia científica que las sustente, las estudiadas han sido trimetoprim-sulfametoxazol e ivermectina.

En cuanto el tratamiento de los fómites:

·         Ropa y sábanas: lavar a 55ºC al menos 20 minutos

·         Ropa que no se puede lavar: limpiar en seco o aplicar insecticida químico en polvo.

·         Peines y cepillos: lavar a 55ºC durante 5-10 min o sumergirlos 30 min en solución peliculicida.

·         Juguetes (sobre todo los de trapo): Lavar a 55ºC durante 5-10 min o sellarlos en una bolsa de plástico hermética durante 2 semanas.

·         Limpiar los suelos, alfombras y tapizados de la habitación.


Terapias no farmacológicas.

Como los piojos, ninfas y liendres se van muriendo en diferentes momentos después de la primera aplicación, conviene hacer un cepillado diario para irlos quitando. Se puede hacer con peine de púa fina. Después hay que lavarlo con agua del grifo y asegurarse con cepillo de dientes o de uñas que no quedan restos entre las púas. Después del cepillado hay que meter el peine 10 minutos en agua caliente o 24 horas en el congelador.

Bug Busting (lo que llamamos popularmente despiojar): es muy popular en Reino Unido, por la posibilidad de resistencia a los tratamientos. Es pasar el cepillo como hemos visto antes, sin dar champú. Hay que ser muy perseverante, hay que hacerlo cada 4 días, al menos 2 semanas. Se tarda 30 minutos por sesión. Si se encuentran piojos vivos en una de ellas, se deberá prolongar otras tres sesiones, también separadas por 4 días o hasta que encuentres el cabello sin restos durante tres sesiones seguidas. Es muy popular entre la población, aunque el éxito parece que es menor que con el tratamiento farmacológico.

Entre las demás terapias no farmacológicas ni mecánicas podemos encontrar aplicaciones con vinagre de sidra, eucalipto, aceite de oliva, pepitas de chirimoya, ajo, aceite del árbol del té, petróleo, mayonesa…  No hay evidencia científica de uso beneficioso.

El petróleo se ha usado tradicionalmente para la infestación de cejas y pestañas.

Hay que tener en cuenta de que muchos de estos tratamientos provocan la “inactividad” de los piojos por activación del mecanismo anaerobio del parásito, durante un período aproximado de 24 horas, pero no la muerte.

Con estos tratamientos hay que hacer unas aplicaciones de al menos 8 horas, con un gorro de ducha. Es muy engorroso y entre la duda sobre su eficacia, lo dificultoso de su aplicación y la falta de perseverancia no suelen ser efectivos.

He dicho.

Bibliografía: Principalemente Guía Canadiense (muy buena: http://www.gov.ns.ca/hpp/publications/Head_Lice_Guidelines_for_Treatment.pdf), Fisterra, Farmacéuticos Online de Barcelona.

 

Una noche de septiembre como ésta me puse a contarle al papel (un abismo con tanta caída libre como la vida) una historia que me llevaba asaltando mucho tiempo.

 

Empezaron a pasar las horas, hasta escuchar al fin los pájaros, y ver amanecer.

Los pájaros son los gallos de los beodos.

Aquella noche vomité de una tacada el borrador de aquella historia.

El uso y disfrute de la noche ha ido variando a lo largo de los años. En los años de los granos y el pelo largo (quizá el segundo trajo a los primeros) la utilizaba para perder el conocimiento de bar en bar; en los años de la calva y la barba la usaba para trabajar; y en los años de hacer lo que me sale del rabo porque ya tengo una profesión (parece uno aliviado por este hecho) la utilizo para vomitar todo lo que no he entendido de todos los años anteriores. Hoy en día uno puede convertirse en un profesional de algo aunque no haya entendido ni lo más mínimo de nada. Eso en mi opinión, es en lo que consiste la (equi)vocación.

En efecto, el vómito no es sino una forma de impaciencia derivada de los actos de escribir y beber. En efecto, beber y escribir no son sino dos maneras diferentes y comprensibles de ir en busca de algo que no existe. Los actos de escribir, beber y vomitar son capaces de sacar lo mejor y lo peor de mí al mismo tiempo.

El día siguiente a la noche en que vomité esta historia que va a continuación estaba rendido. En otras circunstancias habría llamado al trabajo para decir que tenía diarrera o sino gastrinteritis. Pero las noches enteras que había pasado de guardia me habían entrenado en este cometido.

Sólo después de pasar noches en vela en el hospital comprendí que la resaca le debe gran parte de su explicación al hecho de trasnochar, y no tanto al alcohol como se presupone.

Igualmente, la alevosía y la nocturnidad son capaces de explicar las ideas extrañas que le rondan a uno por la cabeza los días después, lo cual tranquiliza respecto al poder psicótico del líquido elemento.

Ojalá que para la resaca y los salientes existiera también una píldora del día después, que lo arreglara.

Ahora, después de haber ingerido licores de alta graduación y de tener una profesión y haber “abandonado” ambas cosas, me siento graduado.

Por eso ya no necesito gafas para poder escribir historias como “La residencia y la calle”.

Esta historia la acomodé al medio (puedes hacer unas tortillas de patatas cojonudas y ser el mejor, pero como te presentes a un concurso gastronómico de platos típicos españoles y resulte que al del jurado no le gusta la tortilla la jodiste) y la mandé a un concurso de relatos de la revista “Medical Economics”. El relato ganó el premio en la categoría “Médicos Jóvenes”.

Digo el relato y no yo, porque cuando se escribe una historia ésta cobra vida propia. Es como cuando tienes un hijo. Eres tú el que lo haces, pero no te puedes hacer cargo de todos los éxitos y los fracasos del producto, porque éste te supera a ti y a tus responsabilidades sobre él.

Puede que tú seas una persona impecable pero tengas un hijo que acabe siendo un gilipollas. O a veces también pasa que escribes una cosa que tú crees que es la hostia, pero luego resulta que no le gusta a nadie.

El hecho de que haya ganado el premio el relato y no yo, evidentemente no me exime de disfrutar de los parabienes del mismo. Los relatos no tienen domicilio fiscal y por tanto no tienen ninguna potestad legal.

Recibí el premio en el Hotel Palace de Madrid. Me tuve que comprar un traje y todo.

A la ceremonia asistió Javier Fernández-Lasquetty, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Después de que pronunciara las palabras que podéis ver en el vídeo, durante el cóctel, en un momento que estábamos próximos se acercó a saludarme (dice el protocolo que tú no puedes ir a saludar a la reina, tiene que ser ella la que se dirija a ti) y es de justicia decir que, aunque no sé si fue por el deslumbramiento del poder, me causó muy buena impresión como persona, aunque sea el mamporrero de la privatización del sistema sanitario programada por Esperanza Aguirre.

También asistió José Martínez Olmos, Secretario General de Sanidad, el cual en su discurso en el estrado, alabó el modelo de gestión sanitaria de la Comunidad de Madrid, que como sabéis se dedica a conceder la provisión de los recursos sanitarios de nueva creación (sobre todo hospitalarios) a empresas amigas, en vez de gestionarlo desde el modelo 100% público.

No es de recibo, en mi opinión, que alguien que forma parte de un gobierno que se dice socialista pueda defender este modelo. Si las cosas fueran como deberían ser en este país, este profesional tenía que haber sido llamado a la mañana siguiente a un despacho de mayor jerarquía y haber sido cesado de sus funciones. O si no, se tendría que aclarar cuál es el modelo de gestión sanitaria que defiende el gobierno, si es que tiene o defiende alguno.

Me retrasé un poco con este post por problemas con el vídeo. Hernán Martín, al que agradezco, lo hizo por mí.

Todos tenemos derecho a nuestro momento de gloria.

¿O no?



Aquí podéis leer “La residencia y la calle”:

http://d14aafm5ckv3lj.cloudfront.net/n148/relato2.pdf

http://es.scribd.com/doc/63942439/La-Residencia-y-La-Calle


La residencia y la calle. Roberto Sánchez. from Hernan Martin Photography on Vimeo.

Tenía la casa un amplio jardín. Pacían en el mismo tres gallinas.

Dos eran bonitas, esbeltas, tenían plumones en las patas. Nunca pensé que pudieran existir aves de corral exóticas. La dueña de la casa presumía de ellas, como quien presume de hijos, de perros o de cocina. Decía que en vez de tener estatuas de gnomos en el jardín, prefería tener a sus gallinas que engalanaban la casa.

La otra gallina era de color blanco. `

   No es blanca – me corrigió la dueña –, tiene canas.

Era muy mayor y siempre estaba recluida en la caseta. Apenas salía y cuando lo hacía le costaba moverse. Hacía vida corral-sillón. No era una gallina atractiva a los ojos de un contemporáneo.
Esa gallina me recordaba a los abuelitos de la consulta. Con sus pijamas por debajo del pantalón de pana, sus inseguridades, sus miradas perdidas, sus bradicinesias, sus permanentes de laca, las manos cruzadas en el regazo, las camisetas interiores, los pantalones por el ombligo, el botón de teleasistencia alrededor del cuello y los hijos con prisas.

Como a los abuelos les decimos que hay que andar todos los días media hora, un día levanté a la gallina con mis manos y le dije: Levántate y anda. Entonces mostró las patas y esto es lo que vi.



Me acordaba de cuando me daba por levantarle a los abuelos el pantalón de pana y después de ver que llevaban pijama (si no se lo levantas no lo ves) observaba que tenían las piernas hechas un cristo de edemas y úlceras. O cuando un día me daba por visitarlos en sus domicilios y veía que vivían en un(a) corral(a) sin nada en la nevera. Si no abres la nevera, nunca puedes saber si no hay nada.

Todas las mañanas recogía los huevos y enseguida me di cuenta de que la blanca no ponía. Les echaba agua y comida a diario y sabía que en el caso de la gallina vieja era una inversión a fondo perdido.

   Si estuvieras en manos de los mercados, ya serías no serías gallina, sino gallinejas – pensaba-.

Yo nunca le pregunté a la patrona qué era lo que le impulsaba a mantener a la gallina bajo sus cuidados. Nunca le pregunté si la gallina había puesto muchos huevos cuando tenía recetas verdes. Nunca le pregunté que si no tuviera las otras dos gallinas que le ponían un huevo diario cada una seguiría manteniendo a la gallina canosa.

La dueña cuidaba a la gallinita ciega porque le salía de dentro, como mamífero que era.

En el mundo de vertebrados en que vivimos han llegado unos impresentables (banqueros y políticos de todos los partidos) a destruirnos la casa y el jardín por su propio interés y han empezado a hacer preguntas, miles de preguntas, sobre las razones y la naturaleza de los cuidados que reciben todas las gallinas canosas y viejas de todos los corrales.

Parece que tenemos que dar explicaciones por llevar en nuestro corazón los instintos de los mamíferos. Los instintos de la manada.

Mientras la especie no se extinga los seguiremos llevando, aunque les moleste.

Transductor: Dispositivo que transforma el efecto de una causa en otro tipo de señal.

Hoy comienzo en el blog con una nueva sección.

Se trata de TRANSDUCCIONES, un intento de acercar una selección de artículos médicos en inglés al que deseé leerlos en nuestra lengua (materna o paterna, a conveniencia).

Hoy comienzo con éste, que es muy muy bueno. No voy a poner nada de paja. Todo primeras marcas.

La traducción será, en ocasiones, algo libérrima. Pensé en inventarme parte de los textos y versionarnos libremente a mi antojo, a ver si alguien se daba cuenta. Pero luego me dije que hay gente que no es capaz de entender como lo que son estos ejercicios literarios (que se parecen mucho a los espirituales), porque con esto de la Medicina nos ponemos todos muy serios, como si a alguien le fuera la vida en ello.

Si tenéis alguna sugerencia de texto a transducir, en mi perfil está mi correo y podéis dejar un mensaje después de oír la señal.
Piiiip.

Título: Hart de Glyncorrwg.

Autor: Robert Moorhead

Publicación: Journal of the Royal Society of Medicine. Volume 97. March 2004.

Artículo original:
http://es.scribd.com/doc/61936689/Tudor-Hart-JRSM-2004
HART DE GLYNCORRWG

Nacido en 1927, Julian Tudor Hart  creció en una casa que sirvió entre otras cosas como un campo de refugiados transitorio para los combatientes antifascistas de Europa. Su madre, la Doctora Alison Macbeth, fue miembro del partido Laborista. Su padre, el Doctor Alexander Tudor Hart,  pertenecía al partido comunista y representaba a los mineros de la Federación del Sur de Gales, donde había revueltas con la sanidad como protagonista. Luego fue voluntario de un batallón de las Brigadas Internacionales luchando contra el ejército del General Franco en la Guerra Civil española.

A pesar de los esfuerzos de sus padres por disuadirle acerca de entrar en el mundo de la medicina, la ambición de Julián fue ser médico general en una comunidad minera del carbón; pero como estudiante en Cambridge y Londres pudo reconocer la triste reputación de la Medicina General y la poca satisfacción y frustración de este lado de la Medicina. Si los serios estudiantes fueron convertidos a este tipo de trabajo, las intocables características de la Medicina General fueron modificadas. Los nuevos reclutas de la Medicina, pensaba, deberían cultivar actitudes en contra de lo que impide el desarrollo de la Medicina Científica. Esto y sus siguientes opiniones fueron indudablemente influidas por sus convicciones marxistas.

Él difundió sus críticas a la profesión médica, defendiendo que la educación médica estaba “entrenando a la gente equivocada, en el momento equivocado, en las habilidades equivocadas y en el lugar equivocado.”

Hart se graduó en 1952 y después de un puesto en el hospital y de la experiencia como médico general en la ciudad llegó a involucrarse como epidemiólogo, primero con Richard Doll y luego con Archie Cochrane.

Al mismo tiempo, hacia el final de 1950 se tenía una idea, que se iba extendiendo, acerca de que cada práctica que realizara el médico general representaba un riesgo, y que un médico general necesitaba algo de la medicina tradicional curativa con los métodos y las técnicas epidemiológicas (trabajando también con personal no sanitario).

Al mismo tiempo, iban a acontecer cuatro grandes cambios. Primero, la bioética fue desarrollada por los pacientes y sus familias para compartir la responsabilidad del cuidado de la salud. Segundo, el movimiento de la Medicina de Familia fue desarrollo por la holística dimensión del cuidado de la salud, incluyendo los estilos de vida. Tercero, el movimiento de la medicina preventiva empezaba a desarrollar guías de práctica clínica. Y cuarto, la llegada de nuevos diuréticos y bloqueantes del sistema simpático estaban haciendo el tratamiento de la hipertensión más fácil y libre de efectos secundarios. En 1971 fue a Glyncorrwg, al sur de Gales, y  se estableció como médico investigador.

GLYNCORRWG

Glyncorrwg era una pequeña comunidad que vivía del carbón en Afan Valley. Cuatro años después de la llegada de Hart, casi todo el pueblo estaba incluido en los registros médicos, así como otros 200 pueblos en el valle. Llegó a tener registrados 1900 pacientes. Por aquel entonces  el pueblo tenía una gran vida social, cultural y comercial, con tres clubs de trabajadores, cuatro pubs, un iglesia y cinco capillas, facciones del partido laborista y comunista, un cricket, tres equipos de fútbol, dos de rugby, una tienda de apuestas, una cafetería, una peluquería, un vendedor de periódicos, un ferretero, dos vendedores de paños, tres tiendas de caramelos y cuatro tenderos. Sin embargo entre 1966 y 1986 Glyconrrwg vio cómo se colapsaba su industria básica, que junto con la competencia de los supermercados y los hipermercados, casi eliminaron las pequeñas tiendas y aceleraron el declive religioso, político y cultural. En 1986 la iglesia y las cuatro capillas sobrevivieron con la eliminación de las congregaciones, pero el pueblo seguía contando con un pub, un vendedor de periódicos y dos tenderos. La tasa de desempleo masculino se había incrementado y la población masculina en edad de trabajar había decrecido. Sin embargo, había poca delincuencia, las ETS eran prácticamente inexistentes y las únicas adicciones eran el alcohol y el tabaco, aunque estos productos eran consumidos ampliamente.

IDENTIFICANDO Y ATACANDO EL BINOMIO ENFERMEDAD-SALUD.

Una de las primeras acciones de Hart fue examinar las causas de muerte de su población, pero no desde la perspectiva poblacional a la manera de la salud pública, si no caso por caso. Desde esta perspectiva, con una búsqueda por causas de muerte evitables en pacientes, se podía hacer una seria autocrítica en cualquier equipo clínico. De las 500 muertes registradas entre 1964 y 1985, 233 fueron debidas a causas evitables, y de esas el 59% fueron atribuidas al paciente, el 20% al médico general, 4 % al hospital y 17% a otros.

Si nos fijamos en las enfermedades crónicas vemos que el 23 % de éstas eran de origen respiratorio (PEF a la mitad o menor de lo esperado), 18 % eran obesos (IMC > 30) y el 11 % eran hipertensos (TAS > 100 mmHg en < de 40 años y >105 mmHg en > 40 años).

Como otros pioneros como Will Pickles de Wensley-dale y William Budd de North Tawton, Hart postuló que su equipo necesitaba conocer bien a la población local y conservar un registro exacto de ella. Esto se puso de relieve cuando la vacuna de la rubeola comenzó a estar disponible en 1969. La política nacional fue la de inmunizar a niñas que iban a la escuela y que tenían una edad comprendida entre los 11 y los 13 años. Hart conoció así que la tasa de absentismo escolar era del 20 % cada día, así que escribió a la oficina médica de salud del distrito, pidiéndoles una lista de las chicas de Glyncorrwg que no habían sido vacunadas para ponerse en contacto con ellas. La respuesta fue: yo tengo una lista de las chicas que se vacunaron, pero, ¿cómo sé yo las que no lo hicieron? Hart vió que para las intervenciones no solicitadas por la demanda del paciente, porque eran poblacionales, lo que se necesitaba era una lista, pero no de acciones, sino de omisiones. Entre 1982 y 1986 el porcentaje de mujeres en Glyncorrwg que tenía una citología cervical en los últimos 5 años pasó del 20 % al 83 % y la explicación de Hart fue que “nosotros conocemos los nombres y direcciones de toda nuestra población, nosotros conocemos quiénes tienen útero y quién no y nosotros sabemos quiénes contestan por la puerta de atrás porque deben dinero al cobrador”.

También estudió el modo en que los pacientes consultaban. Aunque él no renegaba del modelo Osleriano mediante el cual era de los pacientes de los que partía el cuidado médico, él veía a los pacientes más como un conjunto de productores (en conjunción con el profesional) que como unos clientes o unos consumidores. Los productos de esta transacción eran las soluciones a los problemas de salud.

Su idea era que para cambiar los hábitos de la gente y hacer que coman más conscientemente, que usen su tiempo libre mejor y que acepten una vida tomando pastillas, los pacientes necesitan un incentivo más fuerte que una breve visita a la consulta y folletos para leer a la puerta. Los médicos, decía, deben aceptar a los pacientes como iguales e incluso  como parte dominante; sin esto no hay mejoras en salud. También decía que para que la medicina científica se aplique a toda la población debe ser democrática.

Como ejemplo, Hart cuenta los cuidados a uno de sus pacientes – un trabajador en la mina del carbón que con 36 años era hipertenso, hipercolesterolémico, obeso y gran bebedor -. El paciente fue diabético 19 años después.

“Para los profesionales de nuestro centro de salud el trabajo con este paciente fue un esfuerzo hercúleo a través de 310 consultas en aproximadamente 26 años. Para mí fueron 41 horas de trabajo con el paciente, inicialmente cara a cara y luego con más lejanía. Profesionalmente las mayores satisfacciones han sido los eventos que no han tenido lugar: no infartos cerebrales, no infartos de miocardio, no complicaciones de la diabetes, no insuficiencias renales con diálisis ni trasplante. Esta es la verdadera Atención Primaria”.

¿Quién era el verdadero responsable de mantener la salud de este paciente? Yo, él, y la gente que me ayudaba: el traumatólogo (tuvo una fractura en una pierna en la mina), nefrólogos, radiólogos, técnicos de laboratorio, enfermeras, etc … y su esposa, hijos, hijas, compañeros de trabajo y compañeros de juerga. Todos nosotros no éramos siempre beneficiosos para él, y hasta a veces éramos contraproducentes, pero el estado actual de su salud era un producto social de trabajo bien hecho o mal hecho por mucha gente, pero generalmente empezaba en la consulta del médico de familia.

Este tipo de cuidados preventivos, pensaba Hart, podría ser en el futuro facilitados por un adecuado equipo de profesionales de Atención Primaria en los cuales el médico de familia fuera respaldado por unos coordinadores entrenados que contaran con registros clínicos informáticos.  Sin embargo, los médicos de familia no deberían estar obligados a realizar esta clase de trabajos.

Hoy, hay mucha evidencia que sustenta el enforque de Hart. Para aconsejar acerca de los estilos de vida la gente tiende a consultar al médico de familia antes que a otros expertos, y la continuidad en los cuidados en Atención Primaria son reconocidos como algo favorable. (En Glyncorrwg, Hart encontró su comité local de salud incapaz de comprender las necesidades de cuidados continuados para asegurar la adherencia a los programas preventivos, por lo que reclutó y entrenó a sus propios profesionales).

Aunque la gente de clase social más baja era a la que menos le gustaba adoptar medidas preventivas, las divergencias no se hacían evidentes en medicina general: las encuestas telefónicas indican que no hay diferencias en los consejos dados a diferentes grupos sociales. La política de trabajo con el paciente de Hart está basada en estudios del control de la diabetes. Ofrecer cuidados preventivos es más fácil si hay tiempo en la consulta; in Glyncorrwg el tiempo de consulta por paciente fue de 7 minutos en 1965, a 8 minutos en 1970 a 10 en 1987.

Aunque el principal interés investigador de Hart fue la hipertensión, él postuló que las actividades preventivas no debían ser aplicadas a este factor de riesgo solamente: otros como la cardiopatía y el infarto cerebral tenían que tenerse en cuenta y a adoptó técnicas de auditoría que él mismo diseñó, cada vez más complejas, para no dejar que el tiempo empleado en estas labores afectara a otras tareas. Antes que más cuidados médicos, decía, se requieren más tiempo y más recursos humanos.

En estos tiempos, en el Reino Unido, las consultas tienden a ser más cortas en áreas marginales y las estrategias para llegar a acuerdos con los distintos responsables del cuidado deberían incluir un incremento en el ratio de médicos generales por habitante, se deberían eliminar las penalizaciones a las consultas largas, fortalecer la promoción de la salud y contar servicios de medicina comunitaria.

RESULTADOS

Una de las innovaciones de Hart en Glyncorrwg fue la formación de un comité en un centro de salud con un pequeño servicio de salud pública. El comité hacía propuestas y movilizaba a la opinión pública para conseguir sus objetivos. Eso también hizo que la gente el pueblo se involucrara en asuntos como los puntos negros de accidentes de tráfico, la venta ilegal de alcohol, la venta de tabaco a los menores y el peligro de accidente de los niños que juegan en las cercanías de edificios industriales abandonados.

El comité fue elegido en una encuentro abierto a todos en 1975, en el cual estaba garantizada la participación  de algunos grupos que Hart pensaba que debían estar representados: madres de niños pequeños, un profesor de la escuela, un agente sanitario, un pensionista, un trabajador por turnos… El comité se reunía una vez al mes, discutía y tomaba decisiones acerca de algunos asuntos como la frecuencia de las visitas del médico general a la residencia de ancianos, la provisión de alojamiento y comidas para las madres acompañantes de sus hijos en el hospital, la recogida de opiniones de los pacientes de la práctica médica y de los efectos en los pacientes de la prescripción, entrenar en RCP, pedir una piscina en el pueblo (que fracasó), dotar de seguridad a los ciclistas y los corredores que circulan por la carretera principal, iniciativas en contra del cierre de la estación de ambulancias locales (el cual se evitó); listas de espera en el hospital, y continuar el proceso de explicar y discutir cómo el Sistema Nacional de Salud en el Reino Unido se supone que funciona, cómo funciona realmente y cómo debería hacerlo en el futuro.

Como la industria pesada se hundió, en los primeros 10 años de mortalidad registrada se observó un descenso en la mortalidad masculina fuera de casa, una caída en el tabaquismo en hombres relacionado con la mortalidad, del 43 % al 30% y un incremento en mujeres en la misma variable, del 10% al 26%.

El ratio de mortalidad del pueblo de 1981-1986 ajustado por edad fue más bajo que en el pueblo de al lado, el cual no tuvo un programa de desarrollo de casos clínicos. En 116 pacientes hipertensos registrados en 1987, la presión arterial cayó de 186/110 mmHg  (antes del tratamiento) a 146/84 mmHg (con el tratamiento) y después de 25 años de registro de datos clínicos la proporción de fumadores bajó del 56% al 20%, aunque no hubo cambios en el IMC o en el colesterol total.

Watt comentó que, aunque no se trata de un riguroso estudio científico, Hart es todavía la única evidencia que tenemos acerca delos efectos a largo plazo de un sistema de atención, entregando a la medicina basada en la evidencia cuidadosamente los objetivos de los pacientes de alto riesgo, mediante el cual los médicos trabajando estrechamente con las enfermeras y personal administrativo usa registros de alta calidad y revisa las medidas que debieran ser puesta en marcha y las que no.

LEY DE CUIDADOS INVERSOS

Fue mientras trabajaba en Glyncorrwg cuando Hart enunció su famosa ley de cuidados inversos. “La disponibilidad de los cuidados médicos de calidad son inversamente proporcionales de la necesidad de la población a la que sirven”. Esta ley, argumentaba, “alcanza su plenitud donde los cuidados médicos están más expuestos a las leyes del mercado y se tiende a cumplir menos donde esta exposición es menor. La distribución mercantil de los cuidados médicos es una forma de distribución primitiva y anticuada, y cualquier retroceso hacia su posición aumentaría la maldistribución de los recursos”.

Observando la vigencia de la ley después de tres décadas, Hart identificó algunas de las razones por las que ha sido difícil corregir estas desigualdades. Uno es que la ausencia de mercado cambiará las inversiones de las compañías desde dónde es más rentable invertir a  donde hay más necesidad. Otra es el “nihilismo terapéutico” acerca del poder de la medicina clínica de mejorar la salud de la población. Acerca de estos puntos Watts añadió que en el Servicio Nacional de Salud Británico, el mayor obstáculo para progresar es la ausencia de datos que cuantifiquen el exceso de gasto de las intervenciones clínicas efectivas en áreas pobres. Hasta que esa información no sea disponible, dice, las regiones más pobres continuarán perdiendo en el reparto de los recursos.

Las necesidades y los cuidados pueden ser al mismo tiempo difíciles de cuantificar, pero la vigencia de la ley de cuidados inversos es demostrada por los registros de los gastos en salud, por el acceso a los servicios, duración de las consultas en Medicina General, cuidado dental de los niños y cuidados longitudinales en hipertensos.

Echando la vista atrás, Hart hace autocrítica por haber comenzado en Glyncorrwg como un padre autoritario. Solamente a través de esa ceguera y de explorar falsas vías pudo recuperar el valor de la cooperación con sus pacientes. Esta experiencia también arrojó luz sobre las conclusiones que pudo extraer en clave política acerca de los cuidados de la salud. El Gobierno de entonces interpretó su experiencia en Glyncorrwg como un modelo de buena organización sanitaria y él llegó a ser considerado como un “industrial” – una etiqueta que le ponen aún los contrarios a la industrialización. Pero los industrializadores, dice, tienden a estar de acuerdo con su visión de organización, renegando de todo lo demás como una “completa locura”. (Comunicación personal). El Sistema Nacional de Salud Británico, según él, es un sistema de producción que justamente porque produce valores medibles no necesita (y no debería) intentar producir productos de mercado. Él teme que el producto sea medido en términos de procedimiento más que bondad o de resultados coste-beneficio. El caballo de batalla de la Atención Primaria es el tiempo – sobre todo si los doctores bucean en necesidades de sus pacientes, crean nuevos entendimientos o les involucran -. Ir al médico no es como comerse un helado.

CONCLUSIÓN

En el análisis de Tudor Hart, la ley de cuidados inversos es una manifestación de la deshumanización de los mercados financieros.  Esta situación pudiera revertirse y en medicina esta respuesta pudiera venir del reclutamiento de más estudiantes socialmente maduros. Hart ejemplificó esta manera de ser el médico de familia personal que conocía a cada uno de sus pacientes bien, les veía en el contexto de su familia y de la comunidad y trabajaba con ellos a lo largo de muchos años para revertir los riesgos y prevenir complicaciones.

La ecología humana ha sido definida como el estudio de la interacción de los humanos con ellos mismos, con el resto de organismos vivos y con la naturaleza. Igual que hay enfermedades transmitidas por el agua que por el aire hay enfermedades transmitidas por la cultura. El trabajo de Hart en Glyncorrwg nos sirvió para enfocar esas enfermedades y sus complicaciones y nos permitió abordar las injusticias en salud.

Agracedimientos

Le estoy muy agradecido a Julian Tudor Hart, en la actualidad Profesor Externo del Welsh Institute for Health y Social Care, Universidad de Glamoran, por comentar el borrador de este artículo.
Hubo un tiempo en el que nos juntábamos los chavales de mi barrio para ver pasar los veranos. Exactamente para verlos pasar, porque no hacíamos nada más.
Recuerdo agosto como un mes yermo, baldío.
Ahora que conceptualmente he cambiado de clase social (decir lo contrario sería mentir), aunque sigo siendo un paria y un proletario en cuerpo y alma, le tengo al mes de agosto un cariño especial.
Lo más novedoso que pasaba para los chavales de mi barrio de Salamanca en el mes de agosto eran las estudiantes que nos traían el extranjero (ese lugar inhóspito, peligroso y desconocido) a casa. Nos traían el extranjero y nos traían el verano. Nos traían el amor y el desamor de la partida. La historia de las suecas seguía viva 30 años después.
Recuerdo una vez que toqué un culo francés y me supo a cruasán.
La democracia y en mi opinión el socialismo de pana, nos dio a los niños humildes españoles la oportunidad de estudiar una carrera universitaria.
Los veranos, sin embargo, eran áridos para los humildes. No teníamos una segunda vivienda ni nos movíamos mucho de la ciudad.
Los pudientes iban al chalé de la urbanización (decir esta palabra borracho se antoja imposible), al apartamento de la playa o a estudiar idiomas al extranjero y tocar los culos de repostería en su medio natural.
No había nada más descorazonador (arrancar, quitar, sacar el corazón) que enamorarte de la hija de una familia pudiente que se iba todo el verano fuera y que a la vuelta no se acordaba ni de cómo te llamabas. Los humildes otra cosa no, pero de saber esperar sabemos un poco.
Los ricos saben bien lo que es bueno en la vida. Hay fijarse mucho en lo que hacen. No fuman, hacen deporte, estudian inglés y estudian carreras en la universidad. Siempre se dice que hay demasiados universitarios, que tiene que haber peluqueros, fruteros, obreros… pero ésos nunca son los hijos de los ricos. Los ricos no quieren que sus hijos sean peluqueros ni fruteros ni obreros, quieren que lo sean los hijos de los demás.
Hay que saber inglés. Para progresar en la vida hay que saber inglés. Los médicos de familia deben saber inglés. El buen médico, en palabras del insigne Favaloro debe trabajar en 3 direcciones: asistencia, docencia e investigación. Para morirte del asco durante 40 años encerrado en una consulta, acabar maltratando a los pacientes y a todo el que se te ponga por delante, meterte pa la saca 4000 pepinos al mes, pagarte un par de coches, un par de hipotecas y llevar a tus hijos a un colegio privado para que no se junten con los inmigrantes y con los gitanos no hace falta saber inglés, pero para ser un buen médico de familia sí.
Si aprendes bien el inglés no te hará falta que los de la bicha de la industria farmacéutica te extiendan la guía de hipertensión de la Sociedad Europea de Hipertensión traducida ni que te paguen como a los especialistas un profesor nativo para que te vaya a dar clases al hospital, recordemos, un edificio público.
Para ser un buen médico de familia hace falta leer a Bárbara Starfield, a Tudor Hart, a Treppo Jarvinen. Hace falta leer Prescrire, Therapeutics Initiative, JAMA, Healthy Skepticism, BMJ, NEJM. Para ser un buen médico de familia hace falta leerse las noticias de la BBC y ver películas en versión original.
Para ser un buen médico de familia hay que saber inglés como Tiago Villanueva, Raquel Gómez Bravo o Sergio Minué, que dice la leyenda que lo aprendió traduciendo canciones.
No hace falta gastarse el oro y el moro, ni apuntarse al curso más caro de toda la Gran Bretaña para aprender inglés en el extranjero. Es suficiente un pequeño ordenador, un wifi a mano de vez en cuando y un poco de arrojo para participar, por ejemplo, en un proyecto como éste: WWOOF, trabajando en granjas ecológicas por alojamiento y comida.
Yo creo que aprender inglés representa un esfuerzo hercúleo, pero que tiene su recompensa.
El buen médico de familia, que es el médico que quiere cambiar el mundo a través y a partir de sus pacientes, ha de transitar caminos paralelos a la consulta y a los pacientes.
El médico de familia que transita estos caminos para cambiar el mundo no es un traidor ni un vago. Justamente es lo contrario. El médico de familia que deja una vida cómoda en su país y que renuncia a un pastizal (siento seguir teniendo alma de proletario pero a mí 3000 euros al mes me sigue pareciendo una pasta) no es un villano, sino un héroe (véase en el blog la entrevista a Tomás Zapata. No es que tenga fijación con este hombre, sé que hay muchos Tomás Zapata por el mundo pero es que yo sólo conozco a uno).
El médico de familia que se deja la piel de verdad aprende inglés aunque sea con callos en la manos (como dice aquella mítica frase de la película Barrio: no de hacerse pajas si no de trabajar) y cuando toca un culo inglés nativo en su medio le sabe a tortilla de patatas con cebolla.
… nunca hubiera debido haber sido escrito.

Porque hay gente que no se puede morir, joder.

Apenas conocí la vida ni la obra de Bárbara Starfield, la verdad. Aunque tuve la suerte de verla invitado por el Doctor Juan Gérvas en su última actividad científica en España, en el Máster de Salud Internacional que dirige el Doctor José Manuel Freire, en la Escuela Nacional de Sanidad.

No se trata de clasificar artículos, cuando éstos hablan de la vida y de la muerte de alguien. La literatura no vale para nada si sólo se intenta servir a sí misma.
Recelo de los escritores porque se sirven de las historias. Y son las historias las que se tienen que servir de los escritores.
Cuando las letras sirven para construir a los demás son hermosas. Y dibujan figuras como en el cielo las nubes.
El mejor artículo de la historia de la Medicina lo han escrito Juan Gérvas y Mercedes Pérez.
Yo no sé por qué es el mejor. Pero se llora al leerlo. Y eso, hoy, es mucho. Muchísimo.
http://estancambiandolostiempos.blogspot.com/2011/06/tributo-barbara-starfield-de-juan.html
Pd: El llanto como la excitación se tienen que lograr en un contexto un poco apropiado, no sos vayais a pensar que es leerlo y hala.
Un relato real de una represión sanitaria
[…]
“Durante el último año de la residencia en Medicina Familiar me tocó morir por la causa.”
“Al finalizar la residencia recibí la calificación de “Suficiente”. La más baja de todos mis 15 compañeros de residencia. Ninguno de ellos finalizó la residencia con esta nota. “

http://www.actasanitaria.com/fileset/doc_65842_FICHERO_NOTICIA_61247.pdf

Y gracias a:

Sergio Minué: http://gerentedemediado.blogspot.com/2011/07/carta-de-un-residente.html

Médico crítico: http://medicocritico.blogspot.com/2011/07/el-reprimido-si-tiene-quien-le-escuche.html

Mercè López: http://mercelop.blogspot.com/2011/07/relato-de-una-represion-sanitaria.html

Eduardo Calvo: http://untutoreneldesvan.blogspot.com/2011/07/puedo-confiar-en-este-medico-aqui-no.html

Nada se ha escrito de la actitud que debe tener un médico en un momento que a mí me parece clave. Éste es un momento que el médico desprecia en cuanto a su importancia, pero que el paciente sobrevalora. Si el médico lo hace bien, suma y si no, resta. No hay balances ceros.
Es un momento muy concreto y muy importante. Es el momento en que el médico cruza por la sala de espera hasta su consulta, para iniciar la jornada.
En ese instante la expectación de los pacientes está maximizada por la espera, por el aburrimiento que hace desear ese contacto; no solamente por ver al médico sino porque se acerca el momento de ser atendido y dar rienda suelta a todo lo que se ha estado incubando en casa (anhelos, conjuntivitis, dolores, fracasos, gripes, expectativas…).
Es un trance corto. Desde que el médico pisa la zona de influencia de su sala de espera hasta que llega a su consulta pasan solamente media docena de segundos.
Está claro que lo que nunca hay que hacer es ir con la cabeza gacha y entrar sin saludar al personal. Hacerlo impone una distancia que es un océano, una distancia que luego no hay dios que elimine con la mesa de por medio. Al paciente, con esa actitud, se le está diciendo: me cago en la puta, otro día más que tengo que venir al trabajo a aguantaros. Vengo porque me pagan, y porque esto es la Seguridad Social, que si no os iban a dar por el culo a todos.
No hay cosa más triste para el paciente que estar como un perrillo esperando a su dueño, ensayar una mueca de sonrisa y un conato de saludo para que pase el médico y ni le mire. Si esto sucede con la sala de espera a rebosar la responsabilidad del médico se disemina entre los presentes, pero si encima son pocos los que están, el paciente puede llegar a tomárselo como algo personal.
La prueba mayor de que esta actitud no es la adecuada es que el médico que no saluda con la sala de espera llena no tiene huevos de ir con la cabeza alta, de no mirar para abajo y de aguantar la mirada de sus pacientes.
Otra disyuntiva es cuando a lo largo del paso por la sala de espera se establecen varios momentos de saludo. Con los primeros que te encuentras, con los que están justo al lado de la puerta… Si haces saludos personalizados en tu devenir, hay pacientes que se lo pueden tomar como tratos de favor.
Otro caballo de batalla son los médicos a los que les gusta saludar a los pacientes por el nombre, como modo de calidez. Un saludo por el nombre a un paciente en la sala tiene muchas implicaciones. A los que no le llamas por el nombre (a lo mejor es que no te lo sabes, porque no vienen a menudo) pueden sentirse de menos, otros pensarán: si el médico se sabe el nombre de ese paciente es que vendrá mucho a verle, ¿qué le pasará?
A mí me parece que lo que hay que hacer es saludar… pero, ¿A quién? ¿A dónde miras? Yo creo que lo mejor es que cuando te aproximas al área de influencia de la sala de espera mires al vacío y sueltes un enérgico: Hola, buenos días.
Y todo dios saludado. Y contento.
Desde que comenzó la acampada entraba todos los días a mear al Corte Inglés de Sol. Solía mear en turno de tarde porque por la mañana daba largos tragos a los bricks de zumo de dos litros que pululaban por el campamento.

Desde Abril trabajaba en turno de tarde en el Corte Inglés. Empezó muy entusiasmado en esa franja. La gente que trabaja por la tarde siempre dice que está muy bien el horario, porque por las mañanas puedes ir al banco y hacer papeles, aunque él no tenía ni hipoteca ni nada.

Ella entraba siempre por la esquina con Tetuán, subía las escaleras mecánicas y aguantaba desafiante las miradas de las dependientas de la sección de ropa interior a la cresta naranja y a las medias rotas. Luego se desviaba un poco y enfilaba la sección de maletas hasta alcanzar los baños.

Él siempre había querido viajar, por eso no dudó en desear que le mandaran a la sección de maletas, aunque nunca iba a ningún lado.
A ella se le llenaba la boca cuando hablaba de los proyectos de ir a, pero nunca había salido de la Comunidad Económica Europea y eso que se decía anticapitalista.

Cuando él notó la presencia reiterada de ella a lo largo de los días, se reconocía en traje y corbata delante de su paso y no le podía aguantar su mirada desafiante e indignada.

Un día él sintió una falta y al día siguiente se armó de valor y le preguntó que qué había pasado ayer.
– Me pedí un día de asuntos propios – le contestó ella.
– ¿Y qué hiciste? – preguntó él-.
– Eso no es asunto tuyo, es un asunto propio.

Un día ella sintió una falta y al día siguiente le preguntó que qué había pasado ayer.
– Estamos jodiendo a la pequeña y mediana empresa y como abrimos los domingos libramos entre semana.

La acampada se levantó y ella dejó de ir por los aseos del Corte Inglés. Un par de días después, abriendo una maleta para enseñársela a una cliente él encontró en su interior un brick de zumo de naranja de dos litros en el que se veía escrito “Estoy que no meo por tí”.

Él decidió que iba a ir barrio a barrio buscándola por las asambleas.

En un descuido de sus compañeras de planta se metió un conjunto de braguita y sujetador (los hombres no sabemos calcular la talla de nuestras camisetas pero en las de los sujetadores contamos intervalos de confianza minúsculos) naranja en el paquete y al salir, bajó por primera vez en aquellos tres meses Preciados hasta Sol.

Ayer domingo escribí unas líneas pensando en los médicos eventuales de Atención Primaria.

No sé los demás, pero los de Madrid soportan unas condiciones penosas, chacho.

Ayer domingo escribí unas líneas pensando en las médicos eventuales de Atención Primaria, porque aunque no cotizan el fin de semana los jóvenes residentes soñamos con ellas durante esos días hasta que vuelva el lunes.

Ayer domingo escribí unas líneas pensando en las médicos eventuales de Atención Primaria, en las embarazadas que llaman a la Gerencia en vez de acercarse por allí para pedir trabajo, porque si las ven con el bombo no hay nada que hacer.

Ayer domingo tuve que escribir esta historia porque si no me acontecieran estas pasiones tendría que pensar en los leucocitos y en las hemoglobinas glicosiladas y me tendría que cortar las venas.

http://www.sietediasmedicos.com/blogs/opinion/item/305-ayer-agosto.html