“Él sabe de sobra que yo también he leído esos libros, sabe que es posible que hayamos leído el mismo libro con más de tres décadas de diferencia, como se escriben dos vidas paralelas en dos épocas diferentes: cuando una se estanca, la segunda puede alcanzar a la primera y volver a arrancar juntas el resto del viaje”. Miqui Otero. Hilo Musical.
Debido a algunas circunstancias que tienen que ver con la escritura de este blog, le conocí. Hicimos buenas migas desde el principio, aunque nos separaban dos o tres generaciones. O precisamente por eso. De la relación entre las personas de una generación y la siguiente, se derivan muchos conflictos. Los llaman conflictos generacionales. Pero cuando hay, al menos ya, una generación de por medio todo se suaviza. Esa es la razón por la que se pueden llegar a llevar tan mal los hijos y los padres, pero no los abuelos y los nietos.

Era, de todas las maneras, bien cabezota y gruñón. A la gente que ha dado su vida entera por cambiar el mundo se le puede permitir. La gente que se deja los cuernos por cambiar las cosas, que lleva toda su vida comprometida con causas nobles, está a menudo de mala  hostia y como te pillen por el medio te llevan a ti. Yo eso soy capaz de tolerarlo, porque puedo llegar a comprenderlo. 

Estos personajes están muy bien para irlos a escuchar a una conferencia, pero no para convivir con ellos.

El tener ideas claras y firmes, además de experiencia, llevan a la gente mayor a enrocarse en posturas cansinas por lo inmovilistas y reiterativas.

A veces quedábamos, porque en aquel tiempo yo vivía cerca de él. Varias cosas nos unían. La profesión, ciertas coincidencias acerca de nuestros orígenes, algunas partes de nuestra trayectoria vital, algunos rasgos del carácter y nuestra mirada del mundo. 

Íbamos a pasear al parque, a veces a tomar unos pinchos. Esporádicamente.

Él tenía muy pocas relaciones personales. Aunque no me lo decía yo lo sabía. A veces no sabía si sentirme privilegiado o estafado por este hecho, junto con el que él reclamara mi compañía. 

Teníamos largas charlas de Medicina y aunque él sabía mucho, estaba ya muy desfasado. Es que era de la época de los cataplasmas, no me jodas. 



Tenía una casa en la playa e iba para allá en vacaciones. A veces, innecesariamente porque a mí me daba igual, intentaba aparentar que estaba allí acompañado, aunque yo sabía que estaba igual de solo que aquí. 

Una de las veces, en Navidad, me dijo si podía ir a su casa a regar las plantas y a echarle de comer a los periquitos. Lo de tener pájaros en casa ya no se lleva nada. 

Yo, me acuerdo, me quedé solo en Madrid en aquellos días porque me tocó trabajar, y todo el mundo se había ido a sus casas con sus familias. 

Llegaba del Centro de Salud, comía un menú del día en un bar del barrio y me subía a su casa. Echaba el alpiste y las aguas a todos los seres vivos del hogar y me ponía a mirar la inmensa biblioteca, tomo a tomo, lomo a lomo. Abría esos libros de Medicina del año catapún, que olían a lavativa y a zotal. Y me divertía mucho leyendo cómo se describía hace 60 años la insuficiencia cardíaca, la intoxicación por Plomo o la sínfilis. Me sentaba en un sillón de orejones que tenía, y a veces me quedaba dormido con los libros en la mano, y salía ya de noche. Algunos días me cogía una novela de su biblioteca y me la llevaba a casa para devorármela. Leí alguna realmente buena y pasé unos días realmente felices en su casa.



En Agosto se volvió a ir y me volvió a confiar el mantenimiento de las necesidades basales de la casa.

A mí Agosto me gusta trabajarlo especialmente, porque me la pela la playa y porque me gustan mucho los perdedores. En Agosto se quedan todos en la ciudad y salen como nunca a la calle, por lo que puedo disfrutar de su presencia, estética y a veces incluso de su compañía y conversación.

Así que pude volver a pasar las tardes en su casa, leyendo libros y observando algunos detalles de su morada.

Una casa no es otra cosa que una representación capitalista de las vísceras y de la anatomía humana.  La cocina la cabeza, el salón el corazón, las habitaciones las extremidades, el baño el aparato excretor. El trastero del garaje es el subconsciente. 

Me encanta conocer a las personas a través de intermediarios de este tipo. Si las conoces directamente a veces te decepcionas. Sin embargo a través de una casa, por ejemplo, puedes imaginar, aunque no sea verdad. 

A mí desde siempre me ha pasado ir a casa de los demás y desear vivir en ella, antes que en la propia. Me pasa en casi todas las que visito. Curiosamente, en las únicas que no me pasa es en las de los pacientes a los que atiendo en su domicilio. Esto tiene que ser por algo que estoy intentando explorar y encontrar, de momento sin éxito. 

El caso es que mi amigo y yo nos fuimos separando, poco a poco, silenciosamente, sin sobresaltos ni dramas. 

Un poco como Javier Cercas y Roberto Bolaño.

La fascinación sobreviene, pero enseguida se agota. 

Hay gente en este sentido muy dura. Gente que se va y no vuelve. Amigos que un día cortan por lo sano y se acabó. Novias que dejan de serlo y que nunca más vuelves a verlas ni a saber nada de ellas.

Le pregunté al portero y me dijo que mi amigo no había vuelto a aparecer por allí, que el piso estaba cerrado y que ningún vecino sabía nada. 

No sé si las plantas se habrán secado. 

No sé si habrá muerto.  


Es el momento de las ideas. 

De las buenas ideas. 

Igual de necesario es salir a manifestarse que sentarse en casa, con todo en silencio, a pensar. 

Menos meditar y más pensar.


Necesitamos ideas para sublevarnos y romper la correa del amo, de manera pacífica y acorde a nuestros principios. 

El pacifismo no consiste en no hacer nada y en ser las hermanitas de la caridad. El pacifismo consiste solamente en no darle una hostia a alguien o en no romper un escaparate con una silla de oficina. Pero nada más. Se trata de no infligir daño físico. Los partes de lesiones definen muy bien lo que es violencia física o no. Todo lo que entra dentro lo es y todo lo que no, no.

La sublevación nace de cuando se ha dialogado y se ha pedido algo que parece justo, por las buenas y por favor. Toda sublevación conlleva infligir un daño para que sea efectiva, aunque no sea físico. Daño a la conciencia, daño a la imagen pública, daño a la normalidad, daño a la impunidad. Tampoco valen los insultos. Se debe obrar con argumentos y con actuaciones afines. 

En este sentido necesitamos acciones subversivas que reunan una serie de requisitos: 

– Que no jodan a los demás, es decir, que no ocasiones daños colaterales entre los iguales que soportan las mismas injusticias. Por ejemplo, para reivindicar los derechos de los trabajadores no vale parar el metro y joder a los demás trabajadores. O no vale bloquear los peajes y joder a los que llevan todo el año trabajando, más jodidos que los que protestan, en el momento de sus vacaciones. 
Es decir, la protesta debe ir directamente hacia los que provocan la injusticia. 

– A ser posible, que no te destruya la vida, ni provoque que te echen del trabajo o te acaben originando a ti un perjuicio irreparable. Parece una postura cobarde, pero es pragmática. Se puede ser subversivo, pero no gilipollas. 

– Las macroprotestas que solamente intentan cambiar el voto o forzar una dimisión son poco rentables, pues llevamos consiguiendo alternancias de voto desde hace muchos años y los problemas son los mismos (burocratización de las consultas de Atención Primaria en nuestra profesión, por ejemplo; ley electoral, corrupción, fraude fiscal), desde hace cada vez más años y siguen sin resolverse. Los resultados que se consiguen con esta manera de sublevación son espejismos, concesiones de cara a la galería, que no implican en el fondo cambio alguno (dimisión de Dívar y retiro con suculenta pensión, por ejemplo).

– Debemos reparar sobre la ineficacia de las actuales maneras de protestar, que no hacen daño y que se las pasan por el forro. Es muy difícil hacer una propuesta de hacia dónde deberíamos ir, pero quizá sería más productivo pensar en otras formas de sublevación que incidir en las actuales, por sus escasos rendimientos. 

– Si nos pusiéramos toda esa gente que vamos a corear consignas y que compartimos injusticias en Facebook, a pensar y a aportar ideas subversivas ganaríamos mucho más. Eso lo hizo y hace el 15M, con éxito desigual.

– Una vez que está la idea, se puede convocar a la gente para hacer la acción. Primero debe venir la idea, y luego la acción. Y no al revés.



Foto: Raúl Vacas Polo.
En este sentido, en mi micromundo, intento en la medida de lo posible plantearme acciones subversivas para rebelarme contra lo que creo injusto.  

Estoy entrenándome en esta tarea que describo, con pequeñas acciones, aparentemente insignificantes. No sé si servirán para mucho. Habrá que evaluar el impacto, pero yo, la verdad, me divierto algo y se me hace menos tostón el día a día.

Vengo observando, en una de las regiones en las que estoy trabajando ahora, que algunos médicos (no todos, ni mucho menos) a los que sustituyo, tienen en algunas parcelas unos modos de prescripción un tanto diferentes a los míos y manejan una información, creo también, ciertamente diferente. 

No sé qué óptica de las dos se aproximará más a lo que viene siendo la verdad. Pero lo que sí que veo es una marcada influencia del marketing en la prescripción. La bicha acecha. Se aposta a las puertas de los Centros de Salud con vales de desayunos gratis y un par de preguntas acerca de la operación de cadera del padre preparadas. 

Con esto no digo que yo sea perfecto, ni incluso que yo sea un buen médico de familia, ni que yo no cometa mil y un errores. Simplemente que yo no recibo, al menos directamente ni bajo pagos y regalos varios, ninguna influencia comercial.

Pongamos un pequeño ejemplo: los inhibidores de la cox 2. 

Como pa una boda y fuera de ficha técnica. No estoy hablando de un casito particular, ni de un día malo, o de ser un tiquis mikis mirando lo que hacen mal los demás. Estoy hablando de un completo escándalo. 

Entiendo que estos hábitos de prescripción no se deben en muchos casos, a la avaricia o al convencimiento, sino que simplemente se permite que la información de los visitadores ocupe un lugar que se ha dejado yermo por desidia, dejadez o por odio a la empresa por las putadas que hace. 

Después de estar realizando esfuerzos importantes por proveerte de una (in)formación veraz, lejos de los intereseses de empresas con ánimo de lucro, ves las prescripciones y no puedes dejar de sentirte mal por ver que la Industria Farmacéutica a través de los visitadores ha conseguido su objetivo. 

Este hecho me genera doble malestar. Por un lado, el triunfo de los manipuladores de la realidad (estoy pensando en todas esas presentaciones en los Centros de Salud para convencer de que el Esomeprazol era superior al Omeprazol). Por otro lado, las consecuencias deletéreas para los pacientes y para las arcas del Sistema Nacional de Salud. 

De este malestar nace la necesidad de la subversión. 

La subversión debe ser fríamente calculada. No me apetece, además de tener que aguantar la injusticia prescriptora, pagar con mi (im)puesto de trabajo. Lo de «poner la otra mejilla» y lo de que los perdedores, además de perdedores sean doblemente perdedores es algo por lo que no estoy dispuesto a pasar. 

La subversión debe ser, por tanto, anónima en este caso. El hecho de ser joven y acabar de empezar a pasar consulta como Médico de Familia son más motivos para ello. 

Por tanto: 

1. Anonimato. 

2. Huir de la confrontación directa. Es muy complicado sugerir a un compañero (que acabas de conocer en la mayoría de los casos) que está manchado por la influencia de la Industria Farmacéutica. Además, un cambio de postura no se consigue en un par de frases. Esto es como la religión. No se puede convencer a un creyente que dios o alá no existe en una conversación en la biblioteca. 

3. Necesidad de finura en la acción. 

La acción es simple. Se trata de dejar en una consulta en la que, siguiendo con el ejemplo, se prescribe salvajemente este tipo de antiinflamatorios, un dossier con contrainformación.

Por ejemplo, éste. En el que se puede subrayar frases como éstas.

“Para reducir el riesgo de complicaciones gastrointestinales, en la actualidad, la administración conjunta de un AINE-t+IBP se considera una alternativa al menos tan eficaz como la administración de un COXIB solo, y con un coste inferior”.


El abandono del mismo no debe aparentar la más mínima intencionalidad. Como que te lo estabas mirando y te lo dejaste. Puedes dejarlo encima de la mesa abierto por una página intermedia o posado en algún sitio de la consulta que refuerze la teoría del olvido: alféizar de la ventana, al lado de la impresora apartado del escenario principal, etc. 

Si se hace así es díficil que piense el titular que está dejado aposta, y no se lo tomará como una maniobra para ponerle en evidencia por su práctica. Tampoco es seguro que vaya a pensar que fue su sustituto el que lo dejó, aunque en consultas en las que no hay consulta de mañana y de tarde es más difícil que esto suceda. 

Es fácil que el médico en cuestión se acabe leyendo la información que sibilinamente le has aportado. 
Y probablemente la tenga en cuenta. Esto no lo sé y no lo puedo demostrar, pero lo presiento. 

Se trata de okupar el espacio que usurpa la Industria Farmacéutica. Es, por supuesto, la Administración la que debería hacerlo, pero no lo hace o lo hace y no la hacen caso. 

Otra modalidad del «olvido farmacrítico» es coger y arrogarse la autoridad cuando no hay nadie en la sala y colgar el dossier, por ejemplo, en la sala de Urgencias. 

Un dossier tal que explique que no hay ninguna diferencia entre el Ibuprofeno y el Enantyum y el Diclofenaco y el último Aine, salvo en el precio y los efectos adversos gastrointestinales, sorprendentemente mayores en los Aines que no son Ibuprofeno. 


Tú apareces por ahí a hacer una guardia, ves el dossier colgado y dices: – Ostia, esto es porque se recetan coxib o Cancamusaprofenos a tutiplén y es verdad que no hay que hacerlo. 

Hay una gran autoridad en ese papel colgado, tipo Bando Municipal. Nadie se va a mosquear porque lo que pone es una información veraz. Tú, anónimamente, eres capaz de inducir esa fuerza. 

Un acción gratuita, simple, que reune los requisitos antes citados y que probablemente genere rendimientos, diluidos en el macro, pero importantes en el micro. 

Otro día espero hablar de aquellas situaciones individuales, que existen, en las que recetas un Coxib o un Aine distinto a Ibuprofeno para que el paciente se calle la boca o porque ya no sabes qué hacer con él. Y desarrollar a partir de algunos de estos ejemplos un concepto precioso que me enunció una enfermera en un pueblo y que, quizá sin saberlo, estaba alumbrando y acuñando un nueva importante franja de trabajo en la Atención Primaria: la «Medicina de Complacencia».
Un sábado por la noche, hace unos meses, cuando vivía en una granja en Inlaterra, íbamos en una furgoneta a una fiesta todos los trabajadores.

De repente, el patrón, que era el que conducía, pegó un frenazo impresionante y se bajó del vehículo.

Yo estaba en tercera fila y no acerté a ver qué es lo que sucedía hasta que bajé.

Un ciervo yacía en la carretera, con una gran herida en el cuello desde la que había expulsado un gran volumen de sangre, que debía equivaler, calculaba yo, a gran parte del gasto cardíaco.

El patrón le tocó y dijo:

– He is still warm (Está todavía caliente). Does somebody have a knife? (¿Alguien tiene un cuchillo?)

Uno de los trabajadores sacó una pequeña navaja.

– Yo sujeto pero necesito a alguien que ejecute – añadió -.

Miró en derredor y yo estaba justo enfrente.

– Oye Roberto, ¿tú no dices que eres médico? Pues toma.

Al verme la cara me dijo que ese ciervo había muerto hacía menos de dos horas y que ya que estaba muerto sería productivo aprovechar su carne para que no tuviera que morir otro animal para alimentarnos esa semana.

Le puso panza arriba y le tensó la piel.

– Venga, incide – me dijo-.

Yo, porque había tomado unos vasos de sidra (que hacíamos nosotros en la granja), noté a pesar de la impresión, un pulso firme. Pensé, me acuerdo, si no tendría un temblor esencial.

Se veía debajo de la piel una especie de fascia.

– Venga, que ahora viene lo bueno, dale – me dijo-.

Metí el cuchillo y la sangre comenzó a manar. Pensé en Juan José Millás, que decía que había sido su padre el que había inventado el bisturí eléctrico, un instrumento que a la vez que corta, coagula.

El patrón metió la mano y sacó una buena porción de paquete intestinal, que no pude reconocer como grueso o delgado, aunque ignoraba si los ciervos tenían de eso.

Según iba sacando yo manojos y manojos de asas, el patrón me gritaba enfervorecido en medio de la noche y la carretera: Well-done, Well-done… (bien hecho).

Progresé y le saqué el estómago, los pulmones y el corazón. El patrón fijó su atención en el hígado, que arrimó a las luces del coche y miró con detenimiento.

Miró hacia el respetable, que no perdía detalle y celebró: – Está limpio, nos lo podemos comer sin problemas. (Sostenían en la granja que era mediante la inspección del hígado como sabían que no era un animal enfermo y contaminado).

Terminé de eviscerar al animal y cuando acabé, el patrón me pidió que abriera al ciervo de piernas. Me cogió el cuchillo e hizo una incisión alrededor del esfínter para llevarse el recto sin perforar el colon, y que no se preparara la de San Quintín.

A continuación arrojó todo el paquete visceral a la cuneta, sin ningún miramiento.

Cargó con el ciervo al hombro y lo puso debajo de los últimos asientos, ya que era el vehículo una especie de minibús, y no tenía maletero.

Nos fuimos a la fiesta y el patrón se agarró una trompa de impresión.

Todos los demás estaban también cocidos, así que me dio las llaves de la furgo y me dijo que condujera yo para llevar a los parroquianos de vuelta, que él se quedaba.

Yo había tomado, como digo, un par de vasos de sidra, pero hacía ya más de 6 horas. Conduje de vuelta, por la noche, un minibús, por la izquierda, con el volante en la derecha, con las marchas especulares, por las carreteras de la Inglaterra rural, unidireccionales en su mayoría, y en las que tenías que esperar en unos salientes de la carretera si te cruzabas con alguien, con una recua de beodos detrás de mí y un ciervo muerto en los últimos asientos.

El día siguiente, uno de los trabajadores despedazó al animal en mi presencia y me fue enseñando cada uno de los detalles anatómicos: el esófago, la traquea, la médula, etc…

Hicieron para el domingo Sunday Roast, un plato muy típico inglés, con la carne del ciervo. Lo comí y eché la pota.

Me hice vegetariano.

Pero después, al volver a España, perdí de nuevo las conexiones mentales entre los filetes y los animales de los que provienen, ya que las bandejas en los supermercados logran, en efecto, despersonalizar la cadena alimentaria.

El mejor post, en mi opinión, de la historia de la blogosfera sanitaria española se titula “Los Yordis” y lo escribió Enrique Gavilán. 


Hace unas decenas de años, el país en el que vivimos ahora, cuando algunos de nosotros no habíamos nacido aún, existía en unos términos que no podemos imaginar.

La vida era diferente, la gente vivía en lugares diferentes, importaban cosas diferentes y la gente era diferente a la de ahora. 

Algunos de nosotros tenemos una vaga idea de ese mundo, pues nuestras familias provienen de él. 

La vida, y como tal, la Medicina (uno de los ámbitos profesionales que mejor representan a la vida) han sido impregnadas de esa impronta y ofrecen grietas por la que escapa a chorro esa realidad de la que hablo. 

“Los Yordis” reflexiona acerca de esa corriente a presión.


El verano no es otra cosa que una relación de meses de reconciliación interior y exterior, de volver al origen, saldar las viejas deudas, encontrarnos con los nuestros y recordar que llevamos una vida apócrifa. 

El verano es lo más parecido que conozco a la Navidad. 

El verano es una estación. Una estación de tren en la que apearse.

Se puede, por tanto, disfrutar al máximo del verano aunque no se tengan vacaciones, pues el verano no es una relación laboral ni una contingencia común, sino un lugar mental.  

Ser médico rural en verano me ha permitido bucear en ese mundo tan etéreo y temporal. Qué suerte ser médico de familia.

Lo etéreo y temporal tiene una magia especial.

Por eso son tan bonitos los amores de verano.

Volví a la ciudad en la que crecí.

(Instrucciones de uso: léase a la vez que se escucha si quisiera usted beneficiarse del fenómeno del sinergismo).

Sorprenderte de nuevo por lo que aborreciste antes es una sensación extraña, como si el tiempo y la vida no fueran más que un engaño.

No se puede entender lo local sin haber entendido lo universal.  Y no se puede ser universal sin ser local.

Cuando se vuelve, uno se da cuenta de que no es que no hubiera vida donde uno vivía antes de irse, sino que uno no tenía los conocimientos suficientes para percibirla entre el ruido.

Yo por esa razón, entre otras, me hice médico de familia. Porque quería conocer la vida por una vía rápida, sin moverme de la silla. No quería tener la sensación de haber conocido la vida con 78 años, al borde ya de la muerte, después de haberme leído media Biblioteca Nacional y después de haber recorrido el mundo entero.

Convivo a diario con el fantasma de quedarme estancado en este sitio. No podría definir exactamente en qué consiste el progreso personal, y cuánto aportan las ciudades grandes a éste, pero la sensación de quedarse sin él paraliza.

Los amigos que se quedaron aquí supieron conservar el deslumbramiento de la ciudad de la adolescencia. No hay cosa más grata para uno que se ha ido que cuando vuelva estén esos amigos esperándolo, sin reproches silenciosos, sin complejos de inferioridad, ni de superioridad, como si no hubieran pasado 5 años.

Hablando con uno de ellos, le comenté que era imposible que ya nada me sorprendiera en esta ciudad.
          Tu problema está en que no miras hacia arriba – me dijo – .

          ¿Cómo?

          Sí, que no miras hacia arriba. Prueba a ir por la calle y mirar hacia arriba.

Desde ese día he descubierto una ciudad y un mundo nuevo. He avistado preciosas terrazas, bonitas cúpulas, bandadas de aves, elegantes edificios y paisajes urbanos con antenas y parabólicas, como los de las grandes ciudades.

Pensé si no sucedería igual con los pacientes en la consulta, pero especularmente. Si después de años y años, incluso décadas… uno no sufriera el síndrome del presentador del telediario. Tener una misma idea y perspectiva del paciente, basado en la imagen que da de cintura para arriba. En el fondo, cuando les vemos al otro lado de la mesa, les vemos así.

Tú puedes ser un pordiosero en tu casa, llevar los zapatos hechos un cristo o los pantalones raídos, pero si guardas una buena presencia de cintura para arriba, tu médico de familia pensará de ti que eres una persona adecuada.

En ocasiones me he encontrado con pacientes que de cintura para arriba son buenos padres de familia, maridos adorables y respetables, y de cintura para abajo son todo lo contrario.

Ahora, a veces, finjo que se me cae el boli para explorar al paciente de cintura para abajo. Forma parte del abordaje comunitario. Es lo que se llama hacer Medicina Comunitaria sin salir de la consulta. Bueno, sin levantarse de la silla, que es un paso más.

Esto, evidentemente, no lo hago cuando la paciente es mujer y lleva falda, para no levantar suspicacias ni pasiones en mi alma. Las pasiones te tienen entretenido, pero luego al final siempre sufres por ellas. Un día le vi de esta manera a un paciente unos edemas de flipar y le diagnostiqué así una insuficiencia cardíaca derecha.

Al hilo de esto, reparé en un vídeo en el que aprendí que la policía cuando pega, tiene la orden, en principio, de pegar de cintura para abajo. Yo puedo entender que en ocasiones la policía tiene que pegar (cuando alguien está lanzando una silla de oficina a un Starbucks, cuando alguien está quemando un contenedor, e incluso cuando se está sentado en una calle interrumpiendo el paso de los coches sin autorización y se ha advertido por activa y por pasiva que se desaloje), pero no creo que tenga pegar para desalojar por la fuerza a unas personas que están sentadas en una plaza hablando.

No puedo entender qué daño le hacen a la sociedad.

Más daño hacen los que roban, son corruptos, especulan con nuestro futuro y encima se ríen de nosotros en nuestra cara. Más daño hacen éstos que esos vecinos que bajan a la plaza a hablar de cómo mejorar las cosas en la sociedad: en la sanidad, o en la educación, o en la vivienda, o en el empleo, o en la política, o en la economía.

Los primeros son más perjudiciales que los segundos. Y no los molemos a palos.

Pisarle lo fregado a una señora de la limpieza mayor es como despertar a un adjunto por la noche sin que él considere que es necesario, como mandarle a una enfermera de urgencias poner de primeras una medicación sin haber visto al paciente siendo residente de primer año, como pedirle al cardiólogo que te ingrese una insuficiencia cardiaca, o como querer repetir en el comedor del hospital en las comidas que te pagan por estar de guardia.
http://www.sietediasmedicos.com/blogs/opinion/item/1173-senoras-de-la-limpieza.html
SEIS MINUTOS somos un equipo multidisciplinar e híbrido. Multidisciplinar ya que en el participamos profesionales del mundo de la medicina y de las artes. Híbrido porque buscamos la combinación del trabajo analógico con la participación virtual. Nos organizamos de forma horizontal, construyendo según las aportaciones de todas las personas que somos.
Buscamos abrir debate en la población sobre la importancia de la medicina de familia dentro del sistema sanitario. De la necesidad de potenciar los cuidados de salud cerca de las personas, de sus domicilios, de sus comunidades. Trabajar desde el sentido común, con perspectiva humanista, disminuyendo la medicalización de la sociedad y potenciando la capacidad de las personas para intervenir en el mundo que vivimos.
Es un proyecto que se ha podido hacer gracias a la confianza de muchas personas y su aportación a modo de microfinanciación colectiva (crowdfunding). Si todavía sigues queriendo participar con nosotr@s, ayudanos a difundirlo y a que lo dinfundámos.
El equipo de Seis Minutos somos:


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Más en http://www.seisminutos.com/

El otro día estuve en Bilbao, en el Congreso de la SEMFYC, que minvitó Rafa Bravo a una mesa que moderaba (Toda la vida se ha hecho así: Cuando prevenir vale más que curar).


Yo siempre fantaseé con ser invitado a una cama redonda, pero me tuve que conformar con una mesa.


El beber y las mesas redondas siempre deben de ser con moderación.


Hablamos Enrique Gavilán (Prevención de la enfermedad cardiovascular en personas sanas: ¿qué papel tienen los consejos sobre la sal?), Eulali Mariñelarena (¿Por qué lo llamamos diagnóstico precoz?) y yo (Los oscuros túneles de la formación del residente en Medicina Familiar y Comunitaria: a propósito de los cribados).


Asistió bastante gente y parece ser que les gustó.


Ésta es, por si os gusta a vosotros también.


Ojalá que

Fuente: Irekia – Gobierno Vasco
Yo estudié Medicina porque pensaba que los grandes ideales, valores y actos tenían lugar en esta profesión y en lo que la rodeaba.

En la Medicina, en las Ciencias de Salud y en el ámbito sanitario era donde estaban los buenos.
No significa que en otras no hubiera buenos, ni que en todas las profesiones no existan buenos y malos, pero en Medicina sólo había buenos.

La Medicina y lo relacionado con la protección de la salud de las personas era sagrado. Sólo la rectitud, la entrega y la ética tenían cabida en este oficio.

Yo creo que no soy mal chaval.
Soy obediente, estudioso, respeto a mis mayores, me cambio todos los días de ropa interior aunque nadie se entere, me hago la cama según me levanto e intento dejar fregado antes de irme a acostar.
A veces no ventilo o me olvido de cosas que me dicen los demás porque creo que son una chorrada y luego resulta que son importantes o me da pereza echarme crema hidratante aunque se me note en los brazos… Pero vamos, cosas sin mucha importancia.
A mí me gusta saber bien de mi trabajo, porque en mis manos está la vida de las personas. No solamente porque yo vaya a salvársela, que también, sino porque de una acción mal ejecutada bien por activa, bien por pasiva (omisión), se pueden derivar consecuencias deletéreas para mis pacientes.
 
No se trata de miedo, sino de responsabilidad.
Por eso creo que mi obligación es estudiar bastante.
Internet ha cambiado el mundo. El conocimiento se ha expandido y democratizado. Y en las redes sociales y en los blogs se aprenden continuamente cosas muy útiles para ejercer mejor la profesión.
En este sentido yo llevo interesado algún tiempo por unos fármacos que se llaman Condroprotectores, que se usan para el tratamiento de la artrosis. Tienen distintos compuestos químicos. Sus nombres comerciales más famosos son Xicil, Condrosan o Condrosulf.
Comencé a interesarme por ellos cuando conocí que los profesionales que se dedican a evaluar estos fármacos decían que su eficacia era escasa o nula, es decir, que no valían para nada o que valían para bien poco.
¿Cómo es posible que el Ministerio de Sanidad se gaste dinero (100 millones de euros anuales) en financiar unos fármacos que no valen #conlaqueestacayendo?
Seguro que había una buena explicación que se me escapaba.

Yo no sé analizar bien los estudios científicos. Leo un estudio y todavía no tengo la formación suficiente para saber qué defectos tiene, si el que lo escribe me engaña o no.

Yo lo digo, pero nos pasa a muchos médicos, sobre todo jóvenes. Los de la Industria Farmacéutica lo saben también, y además de saber esto saben mucho mejor que nosotros cómo vendernos algo. De ahí que es tan importante impedir (al menos en sede sanitaria, pública, y durante nuestra jornada laboral) los contactos entre la Industria Farmacéutica y los médicos, sobre todo los jóvenes, pues cualquier contacto en este sentido no es apropiado, y resulta perjudicial para la formación del médico.
Lo que sí que aprendí rápidamente es a darme cuenta de quiénes eran los que mejor sabían hacer este proceso de digestión de los estudios científicos.
Si tú no sabes, lo más lógico y mejor es que te adoses al que sabe y que le leas. Además debes asegurarte de que el que hace este trabajo no tiene ningún interés comercial más allá del de ganar su sueldo con él.
En este sentido, son conocidas y reconocidas entre la comunidad científica algunas personas y equipos por su buen hacer.
A saber:
 
Joan Ramón Laporte y equipo (Fundación Institut Catalá de Farmacologia):
“Los resultados de los ensayos clínicos publicados sobre glucosamina, condroitín sulfato, ácido hialurónico y diacereína en el tratamiento de la artrosis indican que, comparados con placebo, no mejoran el curso de la enfermedad.
Se conocen de manera imprecisa sus efectos adversos y la posibilidad de que intervengan en interacciones farmacológicas. La prescripción de alguno de estos medicamentos genera gastos injustificados para el paciente y para el sistema de salud y contribuye a complicar la terapia con el consiguiente incremento del riesgo de mala observancia de la medicación eficaz”.

Carlos Fernández Oropesa. Farmacéutico de Atención Primaria. Especialista en Farmacia Hospitalaria. Dirección-Gerencia del Servicio Andaluz de Salud.

“Como puede verse, las conclusiones sobre la seguridad y eficacia de estos productos se han ido tornando más negativas conforme se iban sumando nuevas evidencias a su expediente científico. A día de hoy, a nuestro entender, no creemos que haya una evidencia sólida que respalde la eficacia de estos productos y, aunque algunos estudios le otorgan cierto beneficio en términos de tratamiento del dolor, parece claro que son los estudios de mayor calidad metodológica en los que estos productos obtienen peores resultados”.

Cecilia Calvo Pita. Exfarmacóloga en el Servicio Balear de Salud. Su despido está en probable relación con haber escrito este informe en contra de dichos fármacos, debido a las presiones de la Compañía Farmacéutica que los comercializa sobre el por entonces Gerente del Servicio Balear de Salud.

“A pesar de los numerosos estudios que se han publicado sobre los SYSADOA, la evidencia que apoya su eficacia –tanto sintomática como estructural- es inconsistente y no permite recomendar su empleo en el tratamiento de la artrosis.

Sin embargo, tal y como hemos explicado, en las Islas Baleares la prescripción de este grupo de fármacos sigue creciendo.

En otros países de nuestro entorno, algunos SYSADOA están comercializados como suplementos dietéticos -no como medicamentos- y no están financiados por el sistema sanitario público. Como principio general, creemos que nuestro Sistema Nacional de Salud no debería financiar medicamentos de eficacia clínica dudosa y que podrían considerarse de utilidad terapéutica baja. Puede que este sea un buen ejemplo para aplicar el concepto de coste de oportunidad —tal y como recomienda el editorial de este número de El Comprimido— y pensar en el valor de los beneficios que rendiría la mejor alternativa que al final descartamos en la decisión de utilizar los SYSADOA. Esa mejor alternativa posiblemente sea la educación sanitaria del paciente y de sus familiares, el consejo dietético para perder peso y el tratamiento rehabilitador que favorezca la mejora de la capacidad funcional de los pacientes”.

También suele ser bastante ilustrativo del estado de opinión sobre una cuestión, fijarse en qué es lo que hacen los demás países, sobre todos aquellos que son bien conocidos por sus sistemas sanitarios.
 
Veamos Inglaterra.

Dice la guía NICE de osteoartritis: “el uso de glucosamina o de productos con condrotina no se recomiendan para el tratamiento de la artrosis”.

Otros países, como analiza “El Comprimido”:
  • Australia: Glucosamina no está financiada. Forma parte de la sección de “Hierbas medicinales y complementarias”. Los magufillos deben tener una fuerte duda con este producto, por un lado es un fármaco de la lista negra y por otro es una hierba complementaria.
  • EEUU: Glucosamina: suplemento nutricional. La Agencia Americana de Evaluación de Fármacos (FDA) dice que no hay ninguna evidencia de que Sulfato de Glucosamina o Condroitina valga para algo.
  • Países Bajos: sulfato de glucosamina es suplemento dietético.
  • Suecia: la glucosamina no se reembolsa. Los estudios no han sido capaces de demostrar un beneficio claro.
  • Dinamarca: retira la glucosamina de la financiación. Todos sabemos que aunque desfinanciar parezca una postura de debilidad, realmente lo es de fortaleza.

Como en toda discusión científica hay que tener en cuenta todas las opiniones.
También las busqué. Me sorprendieron mucho dos cosas. La primera es que las opiniones que vertían los que tenían otros planteamientos acerca de los fármacos no es que vinieran a matizar lo expuesto anteriormente sino que lo contradecían en su totalidad. Veamos un ejemplo.
Nótese el siguiente truco en el vídeo.

Se le hace la segunda pregunta (¿Cuándo debería empezar a usarse los fármacos?) para que diga: no hay evidencia científica de que haya que utilizarlos para prevenir la artrosis.

Así piensas: – Joder, qué tío más legal e imparcial. Reconoce que hay ocasiones en las que no hay que usar los fármacos.

Es este caso el decir cuándo no hay que usarlos es un argumento que apoya el cuándo sí hay que usarlos, que es falso.

El pensamiento crítico no se debe ejercer evaluando solamente lo presente, sino también lo ausente. Los discursos no se deben juzgar por lo que dicen, sino por lo que callan.

De ahí que haya que destacar que no se le pregunte: ¿Cree usted que estos fármacos los debiera financiar el Sistema Público? Es que esa es la clave.

Esto se llama manipular.

Unas anotaciones respecto a las preguntas que se le hacen y las respuestas que da.

En cuanto al dolor, recojo del informe de Cecilia Calvo para “El Comprimido”.

“La mayoría de los ensayos clínicos se han realizado en artrosis de rodilla y han evaluado la mejoría de los síntomas y de la función articular en comparación con placebo. Los más antiguos tienen deficiencias metodológicas, entre las que destaca la aleatorización inadecuada de los sujetos. También hay sesgos en la selección de los pacientes, ya que en general no se incluyen los obesos ni los que padecen artrosis grave.

Para medir el grado de dolor suele emplearse la escala visual analógica en formato de escala Likert (ninguno, leve, moderado, grave y muy grave) o la escala lineal, graduada de 0 a 100 mm. También se utilizan los índices algofuncionales, como el de Lequesne, que valora el dolor y la capacidad funcional en una escala que va de 0 a 24 puntos, y la escala WOMAC, que evalúa los dominios de dolor, rigidez y capacidad funcional.

Es importante señalar que en los estudios publicados, los pacientes podían emplear libremente paracetamol o AINE para controlar el dolor, lo que enmascara la valoración de la eficacia analgésica intrínseca de los SYSADOA. En todo caso, los ensayos clínicos con los tres fármacos arrojan resultados negativos: en algunos, los SYSADOA no son eficaces; en el resto, la eficacia demostrada es de dudosa relevancia clínica”.

En cuanto al efecto regenerador del cartílago:

“Los ensayos que investigan la posible actividad condroprotectora de los SYSADOA evalúan el estrechamiento articular —medido por rayos X— como variable de cambios estructurales en el cartílago. Sin embargo, no está establecida la relación entre este parámetro radiológico y el dolor, la funcionalidad o la progresión de la enfermedad.

Los resultados que podrían demostrar la eficacia condroprotectora de los SYSADOA en el tratamiento de la artrosis son la reducción de la discapacidad, la disminución de la necesidad de artroplastia y el retraso en la realización de la cirugía de reemplazo. A pesar de ello, los ensayos clínicos publicados no miden este tipo de variables.

Así, en dos ensayos clínicos de tres años de duración, sulfato de glucosamina a dosis de 1.500 mg diarios demostró reducir en mayor medida que placebo el estrechamiento del espacio articular femorotibial en un total de 414 pacientes con artrosis de rodilla. En conjunto, a los tres años de tratamiento, la diferencia entre los resultados obtenidos por los grupos tratados con glucosamina y placebo fue favorable a la primera en 0,41 mm (IC 95% 0,21 a 0,60, p< 0,001), resultado que fue calificado por los autores como “entre pequeño y mediano efecto estructural”.
Un IMC superior a 27-30 kg/m2era considerado un criterio de exclusión de los estudios, por lo que éstos no incluyeron pacientes con obesidad; además, los pacientes presentaban mayoritariamente gonartrosis leve. En ambos casos, menos de dos tercios de los pacientes incluidos completaron el estudio. Por el contrario, en el ensayo en artrosis de cadera descrito más arriba no se encuentran diferencias entre glucosamina y placebo en el estrechamiento del espacio articular tras 24 meses de tratamiento.

En otro ensayo controlado con placebo se investigó la eficacia de sulfato de condroitina a dosis de 800 mg en la reducción el estrechamiento del espacio articular en 622 pacientes diagnosticados de artrosis. Tras dos años de tratamiento, el fármaco logró una reducción de 0,14 mm (IC 95% 0,06 a 0,21 mm, p< 0,0001), sin que esa diferencia en el espacio articular se tradujese al final del estudio en diferencias en el dolor de la articulación, medido como variable secundaria.
Diacereína también dispone de un ensayo clínico de larga duración en el que se evalúa la eficacia estructural, el estudio ECHODIAH.

Incluyó 507 pacientes con artrosis de cadera que recibieron 100 mg de diacereína o placebo durante tres años. Se definió la progresión radiográfica como la pérdida de al menos 0,5 mm en el espacio articular. Al final del estudio, el 50,7% de los pacientes tratados con el fármaco presentaron progresión radiográfica frente al 60,4% del grupo placebo (p=0,036). Este supuesto beneficio estructural de diacereína no se acompañó de una mayor eficacia sintomática, medida como reducción del dolor y mejoría de la capacidad funcional, motivo por el que se desconoce la relevancia clínica de los resultados obtenidos. Hay que tener presente que sólo finalizó el estudio el 55% de los pacientes; los abandonos se produjeron principalmente como consecuencia de los efectos adversos en el grupo de diacereína (diarrea) y a la ineficacia en el grupo placebo”.

Como veis, se trata de una auténtica burla científica.

Pero todo empeora si reparamos en una serie de detalles.
  1. El doctor que habla es miembro del Grupo de Aparato de Locomotor de la SOMAMFYC.
  2. El doctor que habla pertenece al Comité Científico del congreso en el que habla. El congreso en el que habla está patrocinado por el laboratorio (Bioibérica) que comercializa los fármacos de los que habla bien.
  3. El congreso en el que habla está organizado por el Instituto Palacios, que es el paradigma de la Medicina al servicio del marketing y de los intereses de la Industria Farmacéutica.
  4. La SOMAMFYC pertenece a la SEMFYC y a la SEMFYC la patrocina en algunas de sus actividades la empresa farmacéutica (Biobérica) que comercializa esos fármacos.
  5. Biobérica se jacta del aval de las sociedades científicas a unos fármacos que no valen para nada o casi nada.
  6. Biobérica se ha hecho con una cátedra en la Universidad Autónoma de Madrid.
  7. Esta semana se conocía que Diario Medico concedía un premio a un blog sobre condroprotección. ¿Quién lo editaba? Biobérica.
¿Tienen alguna relación Biobérica y Diario Médico? Claro. Yo te pongo publicidad en el periódico, tú me la haces a mí en tus páginas.
El Diario Médico es al periodismo médico lo que el Instituto Palacios es a la Medicina. Una empresa con apariencia de velar por los intereses de la Medicina que sólo vela por los de las empresas con los que tienen acuerdos. Estos intereses a veces coinciden con los de la Medicina, pero otras muchas no, como ésta, lo que hace que ese periódico no sea sino un panfleto publicitario.
Concluyendo.

La Medicina hoy no importa nada. No tiene ningún valor hacer las cosas basándose en la evidencia científica, en la racionalidad. No tiene ningún valor ofrecerle a nuestros pacientes unas soluciones basadas en pruebas científicas que demuestren su eficacia.

Evidentemente cada uno en su consulta hace lo que quiera. Y si yo no creo que los fármacos valgan para nada no los voy a prescribir.

Pero es desolador que sin tener una prueba de que los fármacos valgan, el Ministerio los financie y la empresa que los comercializa sea capaz de que se prescriban (y además bastante, Baleares como ejemplo: página 5) con una campaña de marketing feroz lanzada a través de la que se considera como prensa médica, Universidad, Sociedades Científicas o profesionales.

Es una vergüenza que España sea de los pocos países con buenos sistemas sanitarios que financie estos fármacos. Es una vergüenza que el empeño y los intereses de una empresa farmacéutica se imponga sobre las necesidades y la realidad del sistema sanitario público español.

Es una vergüenza que la Medicina se parezca cada vez más a territorios de depredación como la política o los sistemas financieros.

La Medicina, los grandes ideales que la construyeron como una ciencia grande, ya no valen nada.

En el contexto de esta crisis se está convirtiendo a un producto más del neoliberalismo, del capitalismo, a un mero objetivo empresarial, como la vivienda, como la dependencia… un nido para los especuladores y carroñeros.

Vamos a retroceder de sistema sanitario, pasando de uno de cobertura universal a otro de aseguramiento, se ha impuesto el modelo de gestión privada que tanto dinero y esfuerzo nos va a costar revertir a lo largo de decádas y décadas.

Ya es hora de que alguien os pare los pies.

A vosotros, a los aduladores, mamporreros y mercenarios de la Industria Farmacéutica que lleváis tantos años presionando de todas las maneras posibles para colocar vuestros productos inservibles en el mercado, a los que os bailan en agua en la AEMPS y se comportan irracionalmente, a todas las publicaciones que os hacen el juego y que domináis de una u otra manera, a los periódicos que sirven vuestros intereses, a los médicos que cabalgan a vuestros lomos a cambio de viajes, cheques, regalos, congresos internacionales, comidas… a las asociaciones de pacientes que también amordazáis o sacáis al ruedo a vuestra merced, a las Sociedades Científicas en las que aprovecháis la presencia y la imagen, el prestigio y el buen hacer de algunos profesionales para hacer vuestros negocios.

A todos los que hacéis esa Medicina de despacho y os repartís el jugoso pastel de la salud.

A vosotros que estáis degradando esta ciencia que es grande y milenaria y que a tanta gente ha ayudado.

A vosotros que se os llena la boca cuando decís la palabra paciente y que no os importa lo más mínimo.

A vosotros que bramaréis en los comentarios si es que leéis esto.
A vosotros que campáis a vuestras anchas por los Centros de Salud, Servicios de Urgencias, antequirófanos, pasillos.

A vosotros que vais desprendiendo aires de impunidad a vuestro paso.
Si pensáis que el estímulo de la defensa del bien común es una pulsión más débil que la defensa del interés de una empresa estáis equivocados.

Nuestra empresa se llama Servicio Público de Salud y sirve a la sociedad.

Y a vosotros os digo.

No creáis que os va a salir gratis y que nos vamos a quedar mirando mientras os lo lleváis calentito.

Aunque nos censuréis y tratéis de reprimirnos con toda vuestra maquinaria.
No nos vais a callar.
No vais a poder con nosotros.

Tanta investigación y tanta polla, y un médico inglés, de pueblo, de nombre Julian Tudor Hart, enunció una de las leyes más importantes de la ciencia con la simple observación y una libretita de mano, como leía en estas semanas en un sitio que no recuerdo.

Se trataba de la “Ley de Cuidados Inversos”, que dice que en el sistema sanitario reciben más los que menos lo necesitan y menos los que más lo necesitan.


Esta ley es repetida como un mantra por los médicos de familia Almaatienses, entre los que probablemente me encuentre.




Julio Bonis, un joven residente de Medicina Familiar y Comunitaria por aquel entonces, le endosó una carta al NEJM, después de reconocerse un síntoma tras jugar un sábado por la noche a la videoconsola.


El hecho de que muchos estén dispuestos a dejarse la vida para conseguir aparecer en una revista de impacto mundial sin resultado alguno, hace cumplir otra ley: “El exceso de trabajo no sustituye la falta de talento”.


En 1996, Ellen Kleist y Harold Moi fueron llamados a la Universidad de Harvard para recibir un premio por un artículo que habían escrito.


Se trataba de la indagación acerca de la secreción uretral de un marinero, en la que creció una Neisseria Gonorrhoeae. El hombre había permanecido en un barco en alta mar un tiempo, sin mantener relación sexual alguna, por lo que el caso fuente resultaba inexplicable. Historiándole, descubrieron que un día pasó por la cabina del ingeniero, que tenía una muñeca hinchable sobre la cama, con la que mantuvo relaciones sexuales no consentidas (por el ingeniero, se entiende). Éste, a su vez, se había aliviado previamente dentro de la muñeca (hinchable, se entiende), y presentaba síntomas de uretritis, no habiendo sido tratado con antibióticos.


Hay gente que puede que no sepa nada de riesgos relativos, de intervalos de confianza ni de Efes de Snedecor, pero con un poco de sentido común, de inquietud, de observación, de reflexión, y con unos conceptos básicos de hidráulica, descubren una grieta (nunca mejor dicho) en la realidad y se cubren de gloria en el mundo de la Medicina.


Tapones anales para la incontinencia fecal (Revisión Cochrane traducida).

Los tapones anales pueden ser útiles para prevenir la incontinencia fecal en los pacientes con incontinencia.

La incontinencia fecal se define como el paso involuntario de materia fecal por el conducto anal y es un problema común y embarazoso. Existen diferentes tratamientos, entre ellos las medidas alimentarias, los fármacos, la fisioterapia especializada del piso pelviano y la cirugía. Sin embargo, no todos los pacientes pueden curarse. Quizás se pueda ayudar a estos pacientes con el uso de tapones anales. Se conocen diferentes tipos de tapones anales, todos con el objetivo de bloquear la pérdida de las heces para controlar la incontinencia. Esta revisión de los estudios indica que los tapones anales pueden ser difíciles de tolerar. Sin embargo, si se toleran pueden ser útiles para prevenir la incontinencia.

¡Que no os desanimen a los médicos jóvenes los “puristas de la muestra”!