Un temblor de 5 grados en la escala de Richter sorprendió a los mendocinos la madrugada de este lunes, aunque hasta el momento no se informó de daños materiales o víctimas.

Según informa el Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES), el sismo tuvo epicentro a 22 kilómetros al sur-este de la capital provincial y se sintió en gran parte de Gran Mendoza.

Medios locales indican que en algunas zonas se observaron cortes de energía eléctrica y problemas con las líneas telefónica. Mucha gente salió a las calles, producto del pánico que generó el temblor en los habitantes.

El INPRES, con sede en la provincia de San Juan, añadió que el movimiento telúrico se registró a las 05:29 y fue a una profundidad de 15 kilómetros.

“Fue un evento superficial con una intensidad de cuatro a cinco en la Escala Mercalli modificada; globalmente no hay grandes daños pero no se puede descartar que en viviendas precarias aparezcan algunos, pero no tenemos reportes todavía”, señaló el director del INPRES, Alejandro Giuliano.

En declaraciones a Radio 10, el sismólogo agregó que “hubo algunas personas en las provincias de San Juan y en San Luis que lo percibieron, pero no más al sur”.

La información del sismógrafo de la Universidad de Chile muestra que el sismo se registró a 179 kilómetros al Este de Los Andes, a una profundidad de 42 kilómetros y tuvo una magnitud de 5,3 grados en la escala de Richter.

En tanto, el Servicio Sismológico de los Estados Unidos indicó que el temblor fue de 5,4 grados y lo ubicó a 29 kilómetros al Este de Mendoza.

El fuerte viento produjo elevadas pérdidas en la agricultura, arrancó árboles y causó daños en viviendas y en numerosas barcas que estaban atracadas en el puerto.

El tornado se produjo cerca del mediodía y duró unos diez minutos, los suficientes, según la patronal agroalimentaria Coldiretti, para causar daños en la agricultura de las islas venecianas por valor de varios millones de euros.

El fenómeno metereológico se abatió especialmente sobre el Lido (la zona de playa), las islas de Santa Elena, Certosa y San Erasmo, conocida esta última como “La Huerta de los Dogos”.

En Santa Elena quince niños, de entre 9 y 10 años, que asistían a un curso de vela se tuvieron que refugiar en un contenedor cercano, que fue desplazado por el viento.

Gracias a la intervención del personal del puerto y al hecho de que el tornado había derribado numerosos árboles, el contenedor quedó bloqueado y los niños pudieron ser finalmente rescatados.

El único herido se registró en esa isla, donde un joven fue alcanzado por los cascotes de un tejado que se llevó el tornado.

En San Erasmo, según la Coldiretti, el tornado ha destruido las producciones de tomates, pimientos, calabacines, viñedos y otras verduras que producen 80 empresas del sector en la isla veneciana.

Protección Civil señaló que el tornado causó graves daños a los cientos de árboles de la isla.

Además de la agricultura, el tornado ha dañado algunos claustros de iglesias locales y se ha llevado tejados de casas, naves industriales y derribado una pared de un estadio de fútbol, entre otros.

Numerosos barcos amarrados en el puerto quedaron amontonados, unos sobre otros, debido a la furia del viento.

El tornado trajo a la memoria de muchos venecianos otro ocurrido el 11 de septiembre de 1970, que levantó una de las barcas de la laguna y después la estrelló contra el agua, falleciendo ahogadas 21 personas.

Fuente: EFE

Hacía cinco siglos que no se registraba en esta región un terremoto de semejante intensidad. El terremoto que ha golpeado todo el norte de Italia, de este a oeste, ha causado hasta ahora 15 víctimas mortales. Unas 13.500 personas han sido evacuadas, y centenares están heridas.

Con epicentro en Medolla, el temblor se ha sentido desde Florencia a Milán, y desde Venecia (este) hasta Génova (oeste), en la región de Liguria.

En apenas unas horas se han registrado 40 réplicas, cinco de ellas muy intensas, con una magnitud superior a 4 según la escala Richter. La magnitud del primer temblor, el más fuerte, ha sido de 5,8 según el Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología, pero cerca de las 13:00 h se ha sentido otra sacudida, más larga que la primera, de magnitud 5,3.

En el lugar de epicentro, Medolla, han muerto cuatro personas y otras cuatro o cinco están desaparecidas, tras venirse abajo la empresa biomédica Haemotronic.

La sacudida principal ha hecho que se derrumbase el altar de la catedral de Mirandola, en la provincia de Módena (siempre en la región de Emilia Romaña) y la iglesia de San Francisco. Allí han muerto, al menos, dos obreros. Ha cedido, además, parte de la catedral de Carpi, en la provincia de Módena.

En la localidad de San Felipe sul Panaro han sido encontrados los cadáveres de otros tres obreros: un marroquí, un paquistaní y un italiano. El alcalde ya había advertido que la situación es un desastre, y que podría haber más víctimas.

El terremoto se ha sentido también en Verona, Vicenza, Bolzano, Padova y Trieste. La circulación de trenes se ha interrumpido en Boloña. Las líneas también han sido suspendidas en varias zonas, los edificios públicos han sido desalojados, y las escuelas han cerrado.

Carlo Marchini, alcalde de Concordia, ha comunicado que en su pueblo ha muerto un anciano tras caerle una cornisa encima. “El centro histórico es zona roja”, ha reconocido.

Según el comandante de los carabineros de Módena, Salvatore Iannizzotto, también ha muerto una persona en Finale Emilia al derrumbarse el techo de sus habitaciones. Una mujer, además, ha fallecido en Cavezzo, y otra ha fallecido en Rovereto sul Secchia.

Según menciona il Corriere della Sera basado en Twitter, “han temblado las tres cuartas partes del país“.

El sismo ocurrió hacia las 07:00 GMT del martes en esta región que ya fue golpeada hace diez días por un terremoto que dejó seis muertos y miles de desplazados.

Reacciones políticas

El ministro Mario Monti ya ha transmitido sus condolencias ha todos las víctimas, pero más han llamado la atención de las declaraciones de su ministra del Trabajo, Elsa Fornero. “El terremoto es natural, pero no es natural que se caigan los edificios a cada temblor. En otros países eso no sucede”, denunció.

Eel presidente de la República, Giorgio Napolitano, ha querido referirse al hecho de que la gran parte de las víctimas sean obreros. “Es tristísimo. Mueren obreros y luego hay menos puestos de trabajo. La situación es durísima”, dijo.

El firmamento será siempre azul, y la tierra perdurará y reverdecerá en primavera.
Pero tu hombre, ¿Cuánto tiempo vivirás? Li-Tai-Po

El tsunami que se abalanzó sobre buena parte de la costa japonesa y la posterior crisis nuclear que desató la destrucción, atrajeron la atención del mundo que veía, en vivo y en directo, como la sofisticada y culta Japón, la tercera economía del mundo, no podía hacer nada ante la fuerza desatada de la naturaleza:

“Una ola monstruosa que venía de los abismos del agua iba barriendo y arrasando los litorales japoneses y convirtiendo en escombros las ciudades, estrellando los barcos contra los puentes, arrancando las casas como trozos de papel, moliendo en su trituradora automóviles, bosques, barrios, piedras, metales, máquinas y seres humanos”.

Ese remezón sacudió también a la humanidad entera, testigo inerme de una especie de catástrofe planetaria.

Pasados los días, llorar ante la leche derramada no sirve de nada. “Con cada vida vuelve toda la historia”. Lo que la humanidad debe preguntarse ante estos terribles sucesos es qué estamos haciendo los habitantes del globo terráqueo, que constatamos asombrados, casi a diario, en todos los confines, reclamos violentos de tierra, en forma de cataclismos, terremotos, tsunamis, veranos e inviernos prolongados, con temperaturas extremas y sus consecuentes desplazamientos y pérdidas de vidas humanas por centenares de miles,.

Nos recuerda que hoy somos tan numerosos sobre esta tierra sedienta y acotada que prácticamente cualquier cosa que hagamos en cuanto a construcción de centrales nucleares, consumo de energía fósiles, en la agricultura, en la industria, en la construcción de las ciudades, en los modelos de desarrollo predominantes de la exacerbada aldea global, que no tenga en cuenta los límites de la naturaleza, perjudica la vida salvaje de la tierra, y con ello, se pone en peligro la supervivencia de la civilización.

El debate que se ha desatado en torno a la viabilidad o no de la producción de electricidad en base a plantas nucleares es un buen síntoma de la reflexión que debemos emprender en torno al futuro, que contenga nuestra relación con la naturaleza. Lo que está claro y ojalá no se ahogue en “las frías aguas del cálculo egoísta”, apenas pase el boom de los titulares de prensa de la tragedia japonesa, como hasta ahora ha pasado, es que es urgente revisar a fondo el actual sistema económico de las libertadas absolutas del mercado, incompatible con la sostenibilidad ambiental del planeta.

La humanidad no puede seguir con un sistema basado en la extracción y producción de energías fósiles que generan 37.000 millones de toneladas de dióxido de carbono cada año, origen del calentamiento global que aumenta la temperatura de la tierra, derrite los páramos, eleva el nivel del mar, presiona las capas tectónicas, desertifica territorios enteros, base de nuestras tragedias actuales.

El alarmante incremento del nivel del mar podría afectar la habitabilidad de Nueva York, Shanghai, Miami, Holanda en su totalidad, la costa de la India y Bangladesh. En Colombia podría comprometer 72 poblaciones, entre ellas, Cartagena, Santa Marta, Tumaco. San Andrés desaparecería en un 17%.4 En la actualidad, la emisión de gases efecto invernadero (GEI) concentrados en la atmósfera ronda las 390 partículas por millón, la cifra más alta en millones de años.5 Para el 2050, al ritmo de emisión del presente, los niveles de CO2 alcanzarían las 600 partes por millón, un nivel cuyos efectos podrían ser irreversibles.

La humanidad no puede seguir con una economía que considera la oferta de la naturaleza gratis, al decir de Juan Bautista Say, uno de los epígonos de la economía clásica, para quien ¨Las riquezas naturales son inagotables porque de lo contrario no las obtendríamos gratuitamente. Como no pueden ser multiplicadas ni agotadas, no son objeto de las ciencias económicas¨, ciencia que mide la producción solo en términos monetarios, que produce la falacia del enriquecimiento cuando lo que realmente ocurre es una enorme degradación ambiental.

Para John Kenneth Galbrait, el nivel, la composición y la extrema importancia del Producto Interior Bruto (PIB) están en el origen de una de las formas de mentira social más extendida y señala que el PIB-per cápita es una mentira porque supone que su medición entraña una renta equitativa.

La humanidad no puede continuar con una economía que produce injustas y profundas desigualdades sociales, que concentra la riqueza en forma bochornosa, que estimula un consumismo desbordado y antiético, que reemplazó la ética del trabajo por la estética del consumo, que coloca la ganancia por encima de cualquier consideración de la preservación de la naturaleza y la especie humana.

Esta afirmación puede corroborarse en el hecho criminal, desde el punto de vista ambiental, de que la industria del automóvil estimuló el desmonte de los ferrocarriles como sistema de carga y de pasajeros. El automóvil es el capitalismo sobre ruedas. Para mal del medio ambiente, el automóvil y el petróleo están íntimamente ligados. En la actualidad circulan por el mundo 800 millones de autos. Para el 2030, de seguir la tendencia serán, casi el doble.

Y en el presente, en que los enormes intereses de la industria petrolera han desestimulado y frenado el desarrollo de energías alternativas, de tan urgente aplicación.

En síntesis, lo que pone en evidencia las duras advertencias de Naturaleza es que el sistema económico prevaleciente es incongruente con la preservación de la naturaleza. ¨El nacimiento de la mecanización y la industria moderna….fue seguido de una irrupción violenta semejante a una avalancha por su intensidad y extensión.

Todos los límites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el día y la noche fueron superados. El capital celebró sus orgías¨. Y en esas estamos, con todas sus consecuencias. El hombre contemporáneo está a tiempo de corregir el rumbo al borde del abismo.

Se trata de un nombre nuevo para una época geológica nueva, definida por nuestro enorme impacto sobre el planeta. La marca perdurará en el registro geológico mucho después de que nuestras ciudades se hayan derrumbado.
El camino nos lleva arriba de una colina, a través de un arroyo rápido y luego más allá del esqueleto de una oveja. Según yo, está lloviendo, pero me dicen que aquí, en las tierras altas del sur de Escocia, esto solo cuenta como una llovizna ligera, o smirr. Justo pasando el último zigzag, hay una cascada, envuelta a medias en la neblina, y la saliente de una roca dentada que tiene franjas verticales, como la rebanada de un pastel de capas que se puso de lado. Mi guía, Jan Zalasiewicz, un estratígrafo británico, señala una ancha franja gris. “Aquí pasaron cosas malas”, dice.

La franja se formó hace unos 445 millones de años, cuando los sedimentos se apilaron lentamente sobre el fondo de un océano antiguo. Entonces la vida aún estaba confinada al agua en su mayoría, y atravesaba una crisis. Entre los dos bordes de la franja gris, de un metro de grosor, murieron cerca de 80 % de las especies marinas, muchas de las cuales eran criaturas que ya no existen, como los graptolitos. Esta extinción, conocida como Ordovícico Tardío, fue una de las cinco mayores en los últimos 500 millones de años. Coincidió con cambios extremos en el clima, en los niveles globales del mar y la química oceánica.
Los estratígrafos como Zalasiewicz suelen ser difíciles de impresionar. Su trabajo consiste en armar la historia de la Tierra a partir de pistas que se les pueden sacar a las capas de las rocas millones de años después de un suceso. Tienen una perspectiva de muy largo alcance sobre los acontecimientos, de los cuales solo los más violentos pueden dejar señales claras y duraderas y marcar los episodios cruciales de la historia de 4 500 millones de años del planeta, los momentos decisivos que se dividen en capítulos comprensibles.
De manera que resulta desconcertante enterarse de que muchos estratígrafos hayan llegado a pensar que los seres humanos somos un acontecimiento tan importante que solo en el último siglo o dos hemos alterado el planeta tanto como para marcar el comienzo de una nueva época: el Antropoceno. De pie bajo el smirr, le pregunto a Zalasiewicz cómo piensa que verán esta época los geólogos del futuro lejano. ¿La transición será moderada, como docenas de otras que aparecen en el registro, o será una franja muy marcada en la que pasaron muchas cosas malas, como la extinción masiva a finales del Ordovícico?

Eso, dice Zalasiewicz, es lo que estamos por determinar.
La palabra “antropoceno” fue acuñada por el químico holandés Paul Crutzen hace alrededor de una década. Un día Crutzen, que comparte un Premio Nobel por descubrir los efectos de los compuestos que reducen el ozono, estaba en una conferencia científica. El presidente de esta mencionaba de manera constante el Holoceno, la época que comenzó al final de la última era de hielo, hace 11 500 años, y que –al menos oficialmente– continúa hasta este día. “‘Acabemos con esto –recuerda haber espetado Crutzen–. Ya no estamos en el Holoceno. Estamos en el Antropoceno’. Y bueno, la sala se quedó en silencio por un buen rato”. Cuando el grupo hizo un descanso para tomar café, el Antropoceno se convirtió en el tema principal de la conversación. Algunos sugirieron que Crutzen registrara los derechos de la palabra.
Mucho tiempo atrás, en los años setenta del siglo xix, un geólogo italiano de nombre Antonio Stoppani propuso que la gente había introducido una nueva era y la denominó Antropozoico. La propuesta de Stoppani fue ignorada; otros científicos la hallaron poco científica. En contraste, el Antropoceno sí hizo eco. El impacto humano en el mundo se ha hecho mucho más obvio desde los días de Stoppani, en parte debido a que el tamaño de la población casi se ha cuadruplicado a cerca de 7 000 millones. “El patrón del crecimiento demográfico en el siglo xx se dio a una tasa más bacteriológica que primate”, escribió el biólogo E.O. Wilson. Wilson calcula que la biomasa humana es 100 veces mayor que la de cualquier otra especie de animales grandes que haya existido alguna vez sobre la Tierra.

En 2002, cuando Crutzen reportó la nueva idea del Antropoceno en la revista Nature, los investigadores de una amplia gama de disciplinas adoptaron el concepto de inmediato. Pronto comenzó a aparecer regularmente en la literatura científica.
Al principio, la mayoría de los científicos que usaban el nuevo término no eran geólogos. A Zalasiewicz, uno de ellos, lo intrigaron las discusiones. “Noté que el término aparecía en la literatura seria, sin comillas y sin connotación irónica”, dice. En 2007, Zalasiewicz era presidente de la Sociedad Geológica de la Comisión Estratigráfica de Londres. Durante una junta, decidió preguntar a sus colegas qué pensaban del Antropoceno. Veintiuno de los 22 pensaban que el concepto tenía mérito. El grupo acordó verlo como un problema formal en la geología. ¿Cubriría el Antropoceno los criterios utilizados para nombrar una nueva época? En lenguaje geológico, las épocas son periodos relativamente cortos, aunque pueden extenderse por decenas de millones de años (los periodos, como el Ordovícico y el Cretácico, duran mucho más, y las eras, como la Mesozoica, aún más). Las fronteras entre las épocas se definen por los cambios que se preservan en las rocas sedimentarias: como la aparición de un tipo de organismo comúnmente fosilizado o la desaparición de otro. Pero, por supuesto, el registro en roca de la época actual aún no existe. De manera que la cuestión era: ¿cuando este exista, el impacto humano será “significativo estratigráficamente”? El grupo de Zalasiewicz decidió que la respuesta era sí, aunque no necesariamente por las razones que uno esperaría.
Probablemente, la forma más obvia en que los humanos están alterando el planeta es construyendo ciudades, que esencialmente son vastas extensiones de materiales hechos por el hombre: acero, vidrio, concreto y ladrillo. Pero resulta que la mayoría de las ciudades no son buenas candidatas para la conservación a largo plazo por la sencilla razón de que están construidas sobre la tierra, y en la tierra las fuerzas de la erosión tienden a ganarle a las de la sedimentación. Desde una perspectiva geológica, los efectos humanos visibles con mayor claridad en el paisaje hoy día “podrían en cierta forma ser los más pasajeros”, ha observado Zalasiewicz.

Los humanos también han transformado el mundo mediante el cultivo; más o menos 38 % de la tierra libre de hielo del planeta está dedicada a la agricultura. En este ámbito, también, algunos de los efectos que parecen más importantes actualmente solo dejarán rastros imperceptibles a lo mucho.
Es probable que los futuros geólogos comprendan la escala de la agricultura industrial del siglo xxi a partir del registro del polen: de las extensiones monocromáticas de polen de maíz, trigo y soya, que habrán remplazado las variaciones en el registro que dejan los bosques tropicales o las praderas.
La estandarización de los bosques del mundo enviará al menos dos señales codificadas a los futuros estratígrafos, aunque descifrar la primera puede ser engañoso. Las enormes cantidades de suelo erosionado de la tierra deforestada están aumentando la sedimentación en algunas partes del mundo, pero al mismo tiempo las presas que hemos construido en la mayoría de los principales ríos del mundo retienen el sedimento que de otra manera se arrastraría hasta el mar. La segunda señal de deforestación debería develarse más claramente. La pérdida del hábitat forestal es una causa principal de las extinciones, que ahora suceden a un índice cientos, o incluso miles, de veces más alto que durante la mayor parte de los últimos 500 millones de años.
Probablemente, el cambio más significativo, desde una perspectiva geológica, es uno que nos resulta invisible: el cambio en la composición de la atmósfera. Las emisiones de bióxido de carbono son incoloras, inodoras y, en términos de inmediatez, inofensivas. Pero sus efectos de calentamiento fácilmente podrían llevar las temperaturas mundiales a niveles que no se han visto en millones de años. Algunas plantas y animales ya están extendiendo sus territorios hacia los polos, y esos cambios dejarán rastros en el registro fósil. Algunas especies no sobrevivirán el calentamiento. Y el aumento de las temperaturas podría elevar el nivel del mar seis metros o más.
Es probable que mucho tiempo después de que nuestros autos, ciudades y fábricas se hayan convertido en polvo, las consecuencias de quemar carbón y petróleo equivalente a miles de millones de toneladas sean claramente ostensibles. El bióxido de carbono calienta el planeta y, al mismo tiempo, se cuela en los océanos y los acidifica. En algún momento de este siglo serán tan ácidos que los corales ya no podrán construir arrecifes, lo que se registrará geológicamente como “un hiato de arrecifes”. Estos hiatos han marcado cada una de las últimas cinco extinciones masivas principales. La más reciente, que se cree fue causada por el impacto de un asteroide, tuvo lugar hace 65 millones de años, al final del periodo Cretácico; no solo eliminó a los dinosaurios, sino también a los plesiosaurios, los pterosaurios y los ammonoideos. La escala de lo que les está sucediendo ahora a los océanos es, de acuerdo con muchos expertos, incomparable desde entonces. Para los geólogos futuros, dice Zalasiewicz, nuestro impacto podría parecer tan repentino y profundo como el de un asteroide.
Si en efecto hemos entrado en una nueva era, ¿cuándo comenzó exactamente? ¿En qué momento aumentaron los impactos humanos al grado de tener importancia geológica?
William Ruddiman, paleoclimatólogo de la Universidad de Virginia, ha propuesto que la invención de la agricultura hace unos 8 000 años, y la deforestación que resultó de ello, llevaron a un aumento tan grande en el CO2 atmosférico como para aplazar lo que de otra manera hubiera sido el comienzo de una nueva era de hielo; en su opinión, los humanos han sido la fuerza dominante en el planeta prácticamente desde el inicio del Holoceno. Crutzen ha sugerido que el Antropoceno comenzó a finales del siglo xviii, cuando, como indican las muestras de hielo, los niveles de bióxido de carbono dieron inicio a lo que resultó ser un aumento ininterrumpido. Otros científicos sitúan el inicio de la nueva época a mediados del siglo xx, cuando las tasas demográficas y de consumo se aceleraron rápidamente.
Zalasiewicz dirige ahora un grupo de trabajo de la Comisión Internacional de Estratigrafía (ics, por sus siglas en inglés), que tiene la tarea de determinar oficialmente si el Antropoceno merece ser incorporado a la escala geológica de tiempo. Para la decisión final se requieren votos tanto del ics como de su organización madre, la Unión Internacional de Ciencias Geológicas. Es posible que el proceso tome años. Conforme se alarga, la decisión bien podría volverse más fácil. Algunos científicos sostienen que no hemos alcanzado el inicio del Antropoceno, no porque no hayamos tenido un impacto dramático en el planeta, sino porque es probable que las siguientes décadas resulten ser más significativas estratigráficamente que los siglos pasados. “¿Decidimos que el Antropoceno ha llegado o esperamos 20 años, cuando las cosas serán aún peores?”, dice Mark Williams, geólogo y colega de Zalasiewicz de la Universidad de Leicester, en Inglaterra.

Crutzen, quien comenzó el debate, piensa que su verdadero valor no está en las revisiones a los libros de texto de geología. Su propósito es más amplio: quiere que centremos nuestra atención en las consecuencias de la acción colectiva y en cómo podríamos todavía evitar lo peor. “Lo que espero –dice– es que el término ‘antropoceno’ sea una advertencia para el mundo”.

Elizabeth Kolbert/Revista National Geographic

La base de datos de EM-DAT, establecida en 1988, está a cargo del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres de Bélgica, e incluye registros de más de 11,000 catástrofes naturales.
Los archivos de EM-DAT no mencionan inundaciones fatales, sequías, sismos o tormentas severas en ninguno de los siguientes países entre 1900 y el 2009:
-Estonia
-Qatar
-Bahrain
-United Arab Emirates
-Andorra
Debemos acotar que las desgracias originadas por la mano del hombre (hambruna, fuegos, cólera, epidemias) también están incluidos en la base de datos, distorsionando las estadísticas de riesgo de desastres naturales.
Andorra
No obstante, la ausencia de catástrofes no necesariamente significa que el país es completamente seguro. Con solo voltearse a los recientes eventos en Libia, Egipto y Afganistán podemos apreciar cuánto puede afectar la estabilidad de la región un conflico político e ideológico .
Por lo tanto, es difícil medir “la seguridad” teniendo en cuenta que los países más ricos tienden a registrar menos víctimas que los golpeados por la pobreza. El escritor de Slate Jeremy Singer-Vine resalta que los estudios sobre riesgos de desastres se enfocan en las áreas vulnerables, que son las más propensas a pedir socorro.
Estonia se ha ganado el estatus de “menos vulnerable” gracias un récord impecable -solo ha registrado temperaturas extremas en el 2006 (que causaron tres muertes) y una super destructiva, pero no fatal, en el invierno del 2005.
Estonia
Los investigadores aún no determinan la zona más vulnerable del mundo, pero Etiopía y Bangladesh están sin dudas en los primeros lugares de la lista.

Después del terremoto y el tsunami de Japón en el 2011, varias zonas quedaron muy contaminadas por la radiación y todos los habitantes de ellas fueron desalojados. Algunos partían dejando atrás sus casas, sus bienes, sus vidas y también a sus mascotas y animales de granja. Menos mal que hubo alguien que se quedó.

Tomioka es una ciudad situada al lado de la central nuclear de Fukushima. Tenía una población de 16.000 habitantes, pero ahora tiene uno solo: Naoto Matsumura y a los animales que se negó a abandonar.

Naoto tiene 54 años y empezó a trabajar en la Central de Fukushima en 1971. Era un trabajo que le gustaba y le ilusionaba y que mantuvo hasta el 11 de marzo de 2011, cuando el terremoto que azotó Japón declaró un estado de emergencia en la central nuclear.


Todos los habitantes de 20 kilómetros a la redonda fueron evacuados, lo que incluyó a Tomioka. Naoto puso a salvo a su mujer y a sus dos hijos y volvió a su casa a buscar algunas cosas. Allí se encontró con un panorama de miedo prisas y desolación, los 16.000 habitantes de la ciudad huían llevándose lo poco que podían y dejando toda su vida atrás. Eso incluía a sus perros, gatos, cerdos, vacas, y resto de animales domésticos y de granja y Naoto decidió que no los dejaría morir de hambre.

El nivel de radioactividad de la zona es de entre 25 y 70 veces superior al tolerable por la salud humana pero Naoto ya no lleva trajes de protección ni medidor geiser porque ya se sabe de memoria la radiación que hay en cada calle.
«Sé que estoy completamente contaminado, pero quiero morir en mi hogar».

“Tomioka, para mí, es el lugar más hermoso del mundo, es el océano, las montañas y el bosque. Nada me hará salir de este suelo, en la que mi familia ha estado viviendo durante cinco generaciones”



Todos los días da comer a la inmensa cantidad de animales que se han convertido en su única compañía. Hay cientos de perros, gatos, toros, vacas, cerdos, gallinas y hasta un avestruz, que era la mascota de la escuela infantil.





Para poder alimentarlos Naoto gasta de su propio dinero cuando va a por provisiones para todos a un pueblo cercano, donde compra víveres y gasolina. Dice que su vida sería mucho más fácil si cogiera las cosas que sus antiguos vecinos han dejado atrás, pero su moral le impide hacerlo. Aunque están abandonadas siente que no le pertenecen y su moral le impide tocar nada. Todavía espera que sus vecinos vuelvan algún día.



Mientras tanto espera en una ciudad abandonada sin luz ni agua corriente. Viendo como los animales mueren por las enfermedades derivadas de la exposición a la radiación. Siendo el único que puede ocuparse de sacar los cuerpos muertos y cuidar de los vivos.


Los médicos le han dicho que si se queda es posible que él mismo muera en tres o cuatro años, pero no le asusta.

“Quedarme es mi responsabilidad, y mi derecho. Si me rindo y abandono ahora, todo estará perdido”.

Naoto Matsumura es el último habitante de una ciudad fantasma nuclear. Es el rey de la zona prohibida, su guardián.

El descubrimiento, sin duda, tira por la borda todas las teorías apocalípticas apoyadas en las profecías Mayas.
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Y que es arqueólogos americanos descubrieron la más antigua de las representaciones del calendario maya, en una de las paredes del monumento de Xultún , en Guatemala, donde todo indica que las cosas seguirán siendo iguales al menos por 7000 años.

Los antiguos mayas predijeron que el mundo seguiría, que, dentro de 7.000 años, las cosas serían iguales”, explica el arqueólogo William Saturno, de la Universidad de Boston y autor del hallazgo, publicado en la revista Science y en National Geographic.

Lo que encontraron demostraría que el mundo no se acaba el 21 de diciembre de 2012, según las versiones de las profecías mayas, y se extiende el calendario. Algo que ya había mencionado precedentemente en otro artículo al respecto.

O en palabras de Anthony Aveni, coautor del trabajo y profesor de astronomía y antropología de la Universidad de Colgate:

Es como el cuentakilómetros de un coche, con el calendario maya rodando desde los 120.000 hacia los 130.000. Según los números dan la vuelta, el coche se acerca cada vez más al depósito de chatarra; la cuenta de los mayas simplemente empieza de nuevo”.

Fuente: SJarre

Disfrutar de la sensación de ingravidez que produce flotar en el agua hipersalina de este balneario natural y untarse el cuerpo con su aceitoso barro será un lujo del que no podrán disfrutar las próximas generaciones, según los expertos.

Las aguas del Mar Muerto descienden al vertiginoso ritmo de un metro por año, lo que podría hacerlo desaparecer en tan sólo cuatro décadas, afirman.
Sin embargo, otros predicen que nunca dejará de existir, gracias a los aportes de aguas subterráneas, aunque se encogerá hasta tener tan sólo el 30 por ciento de los 625 kilómetros cuadrados que ahora ocupa.
os grupos de defensa del medio ambiente denuncian que ni Israel, ni Jordania ni la Autoridad Nacional Palestina hacen nada por conservar el lugar más bajo del planeta (situado a 416 metros bajo el nivel del mar), famoso por sus propiedades saludables y cosméticas y que disfruta de una radiación solar única y una densidad de oxígeno aumentada.
“El mayor problema del Mar Muerto es que ya no recibe apenas agua del Jordán. Frente a los 1.300 millones de metros cúbicos al año que recibía en los años cincuenta, ahora sólo llegan unos 50 millones”, explica a Efe Mira Edelstein, portavoz de la ONG Amigos de la Tierra Oriente Medio.
El deterioro en las últimas décadas ha hecho que la parte norte y sur del gran lago salino hayan quedado totalmente desconectadas.
“De hecho, podemos hablar de que sólo queda la parte norte, porque el sur son sólo piscinas industriales para la recolección de minerales”, asegura.
Las empresas responsables de los estanques multiplican los problemas de este lago salino sin igual en el planeta.
No sólo extraen el potasio y otros minerales, disminuyendo su concentración, sino que utilizan para ello las piscinas de desecación, una técnica muy intensiva en agua que les obliga a sustraer el líquido de la parte norte del lago.
Además, no limpian el sedimento que queda depositado en el fondo de los estanques, lo que hace aumentar su nivel veinte centímetros cada año.
Esto eleva el nivel del agua en esa parte, lo que ha puesto en riesgo la supervivencia de una quincena de hoteles de lujo situados en su orilla.
“La cuestión de los hoteles es una línea roja para las autoridades, ha sido lo que ha hecho que al Gobierno empiece a preocuparle la situación”, explica Eldestein.
El sistema judicial del país también ha empezado a lidiar con el asunto y, la semana pasada, ordenó a las explotaciones industriales que retiren el sedimento que se ha acumulado desde hace años.
Amigos de la Tierra, Salvar Nuestro Mar y otras organizaciones medioambientales que luchan por conservar el lago centran su estrategia en tres aspectos.
“Lo más importante es rehabilitar el río Jordán y devolverle parte de su caudal, lo que se puede hacer disminuyendo el agua que se deriva simplemente con optimizar su uso. También hay que obligar a las empresas contaminantes a que limpien lo que han contaminado y exigirles que utilicen métodos de extracción menos dañinos, como la tecnología de membranas”, dice la portavoz ecologista.
Según ella, la recuperación de un tercio del flujo histórico de este bíblico río permitiría rehabilitar el Mar Muerto.
La tercera de las estrategias es conseguir que la UNESCO declare el lugar como Patrimonio Nacional de la Humanidad, lo que exigiría la aprobación de planes de gestión conjuntos.
Perder el Mar Muerto “sería una catástrofe”, advierte Eldestein. Ello no sólo supondría la desaparición de un ecosistema único, sino que también tendría serias consecuencias económicas -por la pérdida de uno de los destinos turísticos más importantes de la región- y políticas, puesto que es una frontera entre Israel y Cisjordania de un lado y con Jordania de otro.
El fin de la existencia es algo consustancial a la naturaleza, en la que todo lo que existe tiene un inicio y un final. Bien lo saben las decenas de «findelmundistas» que, a lo largo de la historia, han aprovechado este saber popular para ponerle fecha a este supuesto apocalipsis.

Pero solo la ciencia puede dar una estimación más o menos fiable. Repasamos todas las opciones, teniendo en cuenta de que ninguna es segura y que todas se basan en suposiciones con mayor o menor porcentaje de probabilidad.
Finales que implican la destrucción de la Tierra
1. Extinción del universo (dentro de 3.700 millones de años). Un grupo de científicos de la Universidad de California desafía las teorías mayoritariamente aceptadas del universo en expansión y propone que debe haber un término. Los investigadores creen que existe un 50% de posibilidades de que esto ocurra en la fecha antes señalada, según el adelanto de su estudio, publicado recientemente.

2. El Sol se vuelve una estrella gigante roja (en 5.000-6.000 millones de años). La evolución natural de nuestra estrella es que se desprenda de su capa exterior formando una nebulosa, que arrasará con Mercurio, Venus y, muy probablemente, con la Tierra, en un proceso que puede durar unos 600 millones de años. Será entonces una estrella gigante roja. Después, su núcleo se comprimirá hasta volverse una estrella enana blanca y se irá enfriando. Aunque para ese momento ya no existirá nuestro planeta.

3. Un cometa/meteorito se estrella contra el planeta (fecha indeterminada). Numerosos objetos se acercan cada día a la Tierra. Pero la mayoría no llegan a colisionar por ser tan pequeños que se evaporan al contacto con la atmósfera. Sin embargo, parte de la comunidad científica ve como posibilidad que varias de las cinco extinciones masivas del planeta se produjeran por culpa del impacto de un gran meteorito, tanto la de los dinosaurios (hace 65 millones de años) como la del Pérmico, menos popular, pero que acabó con el 90% de las especies hace 250 millones de años.
El impacto de un cometa sería mucho más virulento, aunque también mucho menos probable. El último en acercarse por la Tierra ha sido Elenin, descubierto en diciembre de 2010 y que pasó «cerca» (a 35 millones de kilómetros) el pasado domingo. Hasta ahora no se ha predicho ninguna fecha de choque de cualquier tipo de objeto estelar, pero la NASA dispone de una lista de posibles impactos de bólidos del espacio y sus riesgos en constante actualización para los más inquietos.
Finales con desaparición de la vida en la Tierra
4. Cambio climático (los glaciares pueden desaparecer en el 2350, según la ONU). Algunos estudios alertan de que un cambio climático brusco -provocado por el hombre o por la naturaleza- puede romper el delicado equilibrio de la Tierra y elevar las concentraciones de gases tóxicos en la atmósfera, hasta hacerla irrespirable para el ser humano. Incluso algunos autores como James E. Hansen (ver PDF) van más allá y aventuran un futuro «efecto invernadero» de dimensiones gigantescas que convierta a nuestro planeta en un lugar inerte como Venus.



5. Ataque alienígena (fecha indeterminada). El encuentro con seres de otros planetas es una posibilidad popularizada por divulgadores como Carl Sagan o Stephen Hawkings, aunque con una probabilidad más bien remota. Más difícil aún es que estos resulten hostiles y que, debido a su superioridad tecnológica, logren aniquilar la vida en la Tierra. Sin embargo, es uno de los finales del mundo más populares en la literatura y el cine.
6. Supervolcán (uno cada 100.000 años). Hace 73.000 años, una gigantesca erupción en la isla de Toba (Sumatra) creó una descomunal nube de cenizas que provocó deforestaciones a miles de kilómetros de su origen y vino acompañada de una edad de hielo «instantánea» que bloqueó los rayos solares y bajó las temperaturas una media de 16ºC en todo el planeta.

«Aparte del impacto de un meteorito, estas supererupciones son el peor de los riesgos ambientales a los que nuestro planeta puede enfrentarse», indica Patricia Gregg, autora de un reciente estudio en el que analiza qué provoca la formación de estos supervolcanes.
7. Ataque robótico (fecha indeterminada). El desarrollo de robots con capacidad para pensar por sí mismos, con más inteligencia que los humanos y posibilidad de autoreplicarse puede ser para muchos autores el inicio de una posible revolución contra sus creadores. Incluso existe un grupo (la Asociación para el Avance de la Inteligencia Artificial) intenta establecer debates sobre los límites a esta autonomía robótica.

El peligro también puede venir de los robots más pequeños, los usados en la nanotecnología, que pueden ser muy beneficiosos pero que, descontrolados o con capacidad de mutar en elementos dañinos para la salud, pueden causar graves daños. En la actualidad, existe un Centro para la Responsabilidad de la Nanotecnología que se preocupa por el control de estos avances tecnológicos y la legislación al respecto se encuentra en constante cambio.
Finales que implican solo la desaparición de la Humanidad
8. Autodestrucción bélica (estamos a 6 «minutos» del final, según el Reloj del Apocalipsis). Durante la guerra fría se daba por hecho que un conflicto mundial nuclear podría sin duda acabar con la Humanidad, según la doctrina MAD (Mutua Destrucción Asegurada). Hoy, numerosas potencias mundiales disponen de armas nucleares suficientes para destruir completamente la civilización o, al menos, provocar un invierno nuclear en el que sería difícil sobrevivir.

Aunque actualmente existen programas de desarme en todo el mundo, numerosas naciones intentan conseguir armas nucleares para asegurar la defensa de sus regímenes. La Universidad de Chicago mantiene activo desde 1947 el llamado Reloj del Apocalipsis, en el que la medianoche marca el final del mundo. Empezó en las 23.53, bajó hasta las 23.43 en 1991 y actualmente se encuentra parado en las 23.54.
9. Pandemia mundial (sin fecha conocida). La Humanidad ha vivido plagas que diezmaron de un modo considerable su población en los siglos VI y XIV. La aparición de una cepa especialmente virulenta de una enfermedad común o la mutación que aumente el contagio de un virus o bacteria puede provocar importantes daños e incluso la extinción.

Durante años también se ha contemplado la posible llegada de un agente patógeno del espacio, Incluso EE.UU. aprobó una ley para establecer un protocolo de actuación ante esta posibilidad. Pero, en la actualidad, la legislación ha sido derogada y no se presta atención a este riesgo.
10. Megatsunami (sin fecha conocida). Puede ser causado por el impacto de un bólido espacial o por movimientos tectónicos y llevar una ola de miles de metros de altura a todo el mundo, como ya sucedió a pequeña escala hace 8.000 años, cuando el volcán Etna causó un tsunami que se llevó por delante toda la civilización existente en las costas del Mediterráneo.

Pese que el megatsunami alcanzara gran altura, es muy probable que no consiguiera acabar con la civilización, puesto que sus efectos dependerían de su expansión por los océanos de todo el mundo. Algunos expertos (Pararas-Carayannis, G.) sitúan uno de los posibles puntos generadores de un fenómeno de este tipo en la isla canaria de La Palma, con una ola inicial de un kilómetro de altura, que bajaría hasta los 50 metros a su llegada a las costas de EE.UU.