Para ser médico de familia hay que sacar una muy buena nota en el bachillerato y selectividad, estudiar (y aprobar) la carrera durante 6 años, hacer un examen MIR decente y cursar la especialidad durante 4 años más en unas condiciones salariales aceptables pero asistencialmente duras, teniendo que completar una jornada laboral de 35 horas semanales y además hacer 5 turnos de 24 horas al mes. Tienes que prepararte temas para presentar sesiones clínicas obligatorias, no está mal que hagas el doctorado, no está mal que participes en algún trabajo de investigación. Además tienes que repasarte los casos en los que crees que hubieras debido saber algo más o en los que no estabas seguro de o en los que crees que si hubieras sabido más del tema hubieras atendido mejor a ese paciente. Además debes prepararte para los casos que sabes que vendrán y en los que puede que no tengas un gran dominio, que debieras de adquirir antes de enfrentarte a ellos. Además debes estudiar porque sí, porque forma parte del ciclo de volverse a mirar las cosas. Además debieras estar atento a ver qué cosas nuevas hay y si valiera la pena incorporar alguna de ellas a tu práctica, porque eso le fuera a beneficiar en algo a tu paciente. Además debieras estudiar para que no te la cuelen los que dicen que te forman, pero que en el fondo (y en la superficie) te deforman (Industria Farmacéutica). Además no está mal que sepas inglés. Además no está mal que pases algún tiempo fuera de tu medio para darte cuenta de algunas cosas.

Después de tanto esfuerzo esperas algún tipo de recompensa, o si no es mucho pedir, que te dejen hacer tu (duro) trabajo en unas condiciones medianamente dignas y aceptables.

Por el contrario, cuando acabas, el camino es ponerse a peregrinar de Centro en Centro de Salud, a días. De extremo a extremo de Madrid, en mi caso. Hay que comprarse un coche, claro.

Lo primero que tienes que hacer es convertirte en una especie de manager musical o agente literario de ti mismo. Tienes que saber venderte en los Centros de Salud y en las Áreas, porque la contratación eventual se hace en la gran mayoría de los casos a dedocracia. Y más vale que le caigas bien a la de personal del Área o a los capataces de los Centros de Salud que si no lo llevas crudo. Caer bien equivale en muchos casos, como sabéis, a no rechistar ante abusos de poder.

Cuando ya has conseguido que te llamen, tienes que habituarte a las costumbres y normas de cada Centro, de cada Área, la cual desempeña su labor con un hospital de referencia diferente. Presentarte. Adecuarte a los deberes para con los administrativos, con las enfermeras y con los médicos restantes. Puede que te tengas que amoldar incluso a varios programas informáticos diferentes para gestionar las historias clínicas, si trabajas en distintas Áreas de una ciudad grande. Esto así, cada día, o cada semana o cada mes. O cada mañana y cada tarde.

En la consulta debes acoplarte a cada modo de proceder del médico al que sustituyes. Cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. Hay que saber conformarse con la manera de escribir en las historias, con los hábitos de prescripción, de derivación y de trabajo del compañero. Y hacer miles de cosas que tú no harías si fuera tu consulta. Y no hacer miles de cosas que tú harías si fuera tu consulta. Esto es algo que pudiera resultar comprensible. O no.

Debes saber tratar al paciente en estas situaciones. Llegar a un sitio una mañana y hacer frente a pacientes complejos, que no conoces de nada, y construir una idea de la patología en un vistazo de historia clínica (esto a veces no es nada fácil). Debes saber lidiar con la desconfianza del paciente ante el médico sustituto, joven y más inexperto que el suyo. Esta desconfianza, que también tiene lugar con el médico residente es también comprensible, pero cansa mucho al profesional. Lo agota.

Cuando uno empieza cualquier cosa en la vida, sabe que al principio hay que comer mierda y que luego se irá mejorando. Pero cuando tienes ya 30 años y llevas comiendo mierda con una periodicidad anual o mensual durante la mitad de ellos llega un momento en que te cansas un poco. O que te acostumbras.

Esta sensación la conoce muy bien el médico residente de Medicina Familiar y Comunitaria, la de ir de servicio en servicio durante tres años, cambiando mensual, bimensual o trimestralmente, intentando caer simpático allá por donde va, intentado que se note que es trabajador (hay que ser el primero en ponerse a pasar la analítica o a rellenar el volante, chicos, ánimo) para dar buena imagen, e intentado que se note que tiene interés en ámbitos en los que quizá no tenga. Tragándose sus opiniones y percibiendo que éstas no le importan a nadie. Y sobre todo… suplicando un poco de docencia que llevarse a la boca y arrodillándose ante los que se dignan a ello. Es una de la consecuencias de que la docencia a los estudiantes y rotantes de los servicios no esté bien institucionalizada, bien organizada y bien retribuida. En la mayor parte de los casos la buena docencia no se debe sino a gestos de buena voluntad.

El residente de Medicina Familiar va adquiriendo el rol de invisible, jurándose entre dientes que cuando pueda demostrar lo que vale, el mundo y la Medicina podrá devolverle todo lo que él le ha dado.

Pero cuando sale al mundo laboral de pleno derecho, con lo que se encuentra es con otro desafío de dimensiones impenetrables.

Si hubiera alguna esperanza de que esta situación fuera transitoria, el joven médico de familia, que es un personaje de férrea voluntad y de arraigados principios, aguantaría de nuevo el chaparrón. Pero la perspectiva de seguir así durante 5, 10, 15 años (depende la suerte que tengas o los culos que lamas) es mortífera.

Así pues, en esta franja de edad, ese personaje manso y calculín que es el joven médico de familia, acuciado ante la imperiosa necesidad de algo de tranquilidad, de estabilidad presupuestaria (conveniente condición para hipotecarse a 30 años), de disfrutar de la vida o de un mínimo de dignidad, suele dar un portazo.

Uno se sorprende al ver cómo después de toda una vida y toda una juventud dedicada a la consecución de un objetivo, cuando llega el momento de la verdad la gente agarra el petate y se larga. Se larga a otras especialidades, a las urgencias de los hospitales, a las atenciones a domicilio, a los sámures, a las unidades de paliativos, a hacer de pediatra o similar. Sería interesante conocer la prevalencia del abandono. Algunos documentos indican que se encuentra en torno a dos tercios, que sólo un tercio de los que terminan acaban trabajando en Primaria. Yo no sé, no diría tanto, pero un tercio de abandono sí que se me hace posible.

En la Comunidad de Madrid, distintos grupos han estado trabajando para evitar esta situación. Como la Plataforma de Eventuales de AP en Madrid (Facebook) o la Vocalía de JMF (jóvenes médicos de familia) de la SOMAMFYC. Se ha constituido también un grupo por Internet para compartir ofertas de trabajo y trabajar por la mejora de las condiciones laborales. Os podéis hacer miembros aquí:
http://groups.google.com/group/jovenesadjuntos?hl=es&pli=1

Hace unas semanas la Vocalía de JMF de la SOMAMFYC se reunió con el Consejero y le entregó a Antonio Resino, director de Recursos Humanos, un documento (que adjunto abajo) en el que se detallan las mejoras que se piden.

Leyéndolo se hace uno idea del por qué de la queja.

Se está pendiente de una reunión para negociar las mejoras, si las hubiere.

La clave de la negociación radica ahora en saber si este documento está sobre la mesa o en el cajón de los que mandan.

Yo estoy en consonancia con estas (casi todo doctoras) vocales. Está uno orgulloso y satisfecho de que algunas de tus compañeras trabajen con este ahínco por el bien común.

PROPUESTAS DE MEJORA PARA LA SITUACIÓN LABORAL DE LOS JMF

La situación laboral actual de los Jóvenes Médicos de Familia de la Comunidad de Madrid se caracteriza por la eventualidad de sus contratos lo que se traduce en una inestabilidad laboral  que tiene graves consecuencias:
En primer lugar, obliga a los nuevos profesionales de Atención Primaria a migrar a otras comunidades autónomas o a otros países de Europa para desarrollar su actividad como Médicos de Familia en unas condiciones mínimas aceptables. En otras ocasiones, desanimados por la incertidumbre y estas condiciones laborales, se ven obligados a formarse en otra especialidad que les proporcione la satisfacción y estabilidad laboral que la Atención Primaria no les puede proporcionar actualmente. Nos pasamos toda la juventud estudiando para llegar a ser unos Médicos de Familia competentes, por motivación e iniciativa propias, porque era nuestro deseo y nuestro deber para con los pacientes y ahora por unas condiciones laborales poco adecuadas nos vemos obligados a abandonar nuestra profesión por otras salidas que no son de nuestro agrado. Y no es bueno para la Atención Primaria y consecuentemente, para la estructura sanitaria en la Comunidad de Madrid, que los profesionales abandonen la especialidad de esta manera.

Por otra parte, la contratación eventual de médicos, afecta el carácter longitudinal en el que se inspira la Medicina de Familia y que la diferencia del resto de especialidades. El seguimiento de los pacientes, su atención y cuidado depende de una relación médico-paciente estable en el tiempo, duradera y sólida. Nuestra labor como Médicos de Familia no sólo es tratar a los que están enfermos sino también acompañarles en la salud, desde su juventud hasta la senescencia. La inestabilidad laboral hace que, cada vez que un paciente se sienta en la consulta y ve a otro médico distinto al suyo habitual transmita su malestar por la ausencia de continuidad del personal facultativo en la actividad asistencial, lo cual dificulta la relación médico-paciente y quiebra la confianza en la que se basa dicha relación.

El colectivo de Jóvenes Médicos de Familia transmite su preocupación ante la situación que sufre, puesto que de perpetuarse, el sistema fracasará por completo. Ni los pacientes, ni los profesionales sanitarios queremos eso. Ustedes tampoco. Nuestro cometido es dar fin a esta situación, acabar con la precariedad laboral, por eso, reivindicamos la mejora de las condiciones de contratación actual, destacando los siguientes aspectos y aportando las siguientes propuestas:
1.      Bolsa de Trabajo.

El reciente modelo sanitario implantado en la Comunidad de Madrid está estructurado según un área única, sin embargo la gestión de la contratación del personal sanitario puede realizarse desde distintas entidades
          bolsa única

                  –          bolsa de cada área (antiguas gerencias de Atención Primaria)
                  –          cada centro

Solicitamos la unificación de las posibilidades de contratación en una bolsa única a la que se acceda según unos criterios establecidos de baremación para, al menos, los contratos de duración superior a 15 días.
2.      Las plazas que por el actual proceso de OPE y traslados quedaran libres, deberían cubrirse según dicta la ley, con nombramientos de carácter interino, en espera a que se convoquen como vacantes en la siguiente convocatoria de contratación pública. Se reservarían los contratos de carácter eventual, de acuerdo a la misma ley, a servicios de naturaleza coyuntural o extraordinaria.
      3.   Se hace necesaria la convocatoria de oposiciones con una frecuencia anual-bienal para garantizar la calidad de los contratos y la práctica asistencial de los Médicos de Atención Primaria. Como ya hemos mencionado, el médico de familia realiza un seguimiento en el tiempo de sus pacientes, por lo que necesita mantener la continuidad de la atención que presta.
4.  Es conveniente asegurar la contratación de los nuevos Médicos de Familia que  terminan la residencia ofreciéndoles contratos con una duración mínima de 6 meses. Podría consistir en un contrato dentro de una determinada área sanitaria, con libertad de movimiento dentro de los Centros de Salud de la misma. 
Asimismo, exigimos la revisión de la normativa actual para la contratación eventual de los Jóvenes Médicos de Familia  y que se garantice su cumplimiento dentro de la legalidad vigente.

5.  Contratos “de Lunes a Viernes”.  A veces nos vemos sometidos a tratos laborales denigrantes. Como el hecho de que ante una baja o unas vacaciones que duran una semana y unos días de la siguiente, se nos contrata de lunes a viernes y se elige a otro compañero para cubrir los días laborales de la siguiente semana. Con esto se consigue que no se nos pague el fin de semana, lo que no parece justo. Pero aún peor, se promueve la contratación de dos médicos diferentes para cubrir una ausencia de 8 ó 9 días, con lo que la continuidad antes citada queda en entredicho.

6.  Doblajes. Demandamos que los doblajes que se realicen en el mismo área sean pagados en su totalidad, no como un porcentaje de la jornada habitual. Instamos, por tanto, a que el término de doblaje se sustituya por el de “Doble Jornada” que es realmente lo que supone y se pague como tal.

7.      Exigimos que se facilite la renuncia de un contrato activo si existe la posibilidad de acceder a otro que ofrezca una mejoría de las condiciones laborales sin repercusión laboral ni penalización del profesional

8.  Formación: Resulta imprescindible la potenciación de la formación médica continuada en los recién formados profesionales. Las condiciones labores actuales hacen que los Jóvenes Médicos de Familia no dispongan ni de días de formación ni de días de libre disposición o vacaciones que les permitan continuar formándose, pasando de la situación de médico interno residente, en continuo estímulo, motivación y cuidado de su formación, al extremo completamente opuesto, donde ni se estimula ni se posibilita el acceso o unas facilidades para mantener la misma.
Esperamos que este documento sirva para dar a conocer la insostenible situación en la que nos encontramos los Jóvenes Médicos de Familia y confiamos que sea el punto de partida de una reestructuración y regularización de las condiciones actuales de contratación. No queremos mejoras salariales, sino unos mínimos en las condiciones laborales que nos permitan realizar nuestro trabajo con un mínimo de tranquilidad y estabilidad, con dignidad. Por esta razón, les emplazamos a debatir las cuestiones planteadas en una reunión  donde buscar conjuntamente las soluciones.

 

Vocalía Jóvenes Médicos de Familia SoMaMFyC.

Tenía la casa un amplio jardín. Pacían en el mismo tres gallinas.

Dos eran bonitas, esbeltas, tenían plumones en las patas. Nunca pensé que pudieran existir aves de corral exóticas. La dueña de la casa presumía de ellas, como quien presume de hijos, de perros o de cocina. Decía que en vez de tener estatuas de gnomos en el jardín, prefería tener a sus gallinas que engalanaban la casa.

La otra gallina era de color blanco. `

   No es blanca – me corrigió la dueña –, tiene canas.

Era muy mayor y siempre estaba recluida en la caseta. Apenas salía y cuando lo hacía le costaba moverse. Hacía vida corral-sillón. No era una gallina atractiva a los ojos de un contemporáneo.
Esa gallina me recordaba a los abuelitos de la consulta. Con sus pijamas por debajo del pantalón de pana, sus inseguridades, sus miradas perdidas, sus bradicinesias, sus permanentes de laca, las manos cruzadas en el regazo, las camisetas interiores, los pantalones por el ombligo, el botón de teleasistencia alrededor del cuello y los hijos con prisas.

Como a los abuelos les decimos que hay que andar todos los días media hora, un día levanté a la gallina con mis manos y le dije: Levántate y anda. Entonces mostró las patas y esto es lo que vi.



Me acordaba de cuando me daba por levantarle a los abuelos el pantalón de pana y después de ver que llevaban pijama (si no se lo levantas no lo ves) observaba que tenían las piernas hechas un cristo de edemas y úlceras. O cuando un día me daba por visitarlos en sus domicilios y veía que vivían en un(a) corral(a) sin nada en la nevera. Si no abres la nevera, nunca puedes saber si no hay nada.

Todas las mañanas recogía los huevos y enseguida me di cuenta de que la blanca no ponía. Les echaba agua y comida a diario y sabía que en el caso de la gallina vieja era una inversión a fondo perdido.

   Si estuvieras en manos de los mercados, ya serías no serías gallina, sino gallinejas – pensaba-.

Yo nunca le pregunté a la patrona qué era lo que le impulsaba a mantener a la gallina bajo sus cuidados. Nunca le pregunté si la gallina había puesto muchos huevos cuando tenía recetas verdes. Nunca le pregunté que si no tuviera las otras dos gallinas que le ponían un huevo diario cada una seguiría manteniendo a la gallina canosa.

La dueña cuidaba a la gallinita ciega porque le salía de dentro, como mamífero que era.

En el mundo de vertebrados en que vivimos han llegado unos impresentables (banqueros y políticos de todos los partidos) a destruirnos la casa y el jardín por su propio interés y han empezado a hacer preguntas, miles de preguntas, sobre las razones y la naturaleza de los cuidados que reciben todas las gallinas canosas y viejas de todos los corrales.

Parece que tenemos que dar explicaciones por llevar en nuestro corazón los instintos de los mamíferos. Los instintos de la manada.

Mientras la especie no se extinga los seguiremos llevando, aunque les moleste.

Una noche de septiembre como ésta me puse a contarle al papel (un abismo con tanta caída libre como la vida) una historia que me llevaba asaltando mucho tiempo.

 

Empezaron a pasar las horas, hasta escuchar al fin los pájaros, y ver amanecer.

Los pájaros son los gallos de los beodos.

Aquella noche vomité de una tacada el borrador de aquella historia.

El uso y disfrute de la noche ha ido variando a lo largo de los años. En los años de los granos y el pelo largo (quizá el segundo trajo a los primeros) la utilizaba para perder el conocimiento de bar en bar; en los años de la calva y la barba la usaba para trabajar; y en los años de hacer lo que me sale del rabo porque ya tengo una profesión (parece uno aliviado por este hecho) la utilizo para vomitar todo lo que no he entendido de todos los años anteriores. Hoy en día uno puede convertirse en un profesional de algo aunque no haya entendido ni lo más mínimo de nada. Eso en mi opinión, es en lo que consiste la (equi)vocación.

En efecto, el vómito no es sino una forma de impaciencia derivada de los actos de escribir y beber. En efecto, beber y escribir no son sino dos maneras diferentes y comprensibles de ir en busca de algo que no existe. Los actos de escribir, beber y vomitar son capaces de sacar lo mejor y lo peor de mí al mismo tiempo.

El día siguiente a la noche en que vomité esta historia que va a continuación estaba rendido. En otras circunstancias habría llamado al trabajo para decir que tenía diarrera o sino gastrinteritis. Pero las noches enteras que había pasado de guardia me habían entrenado en este cometido.

Sólo después de pasar noches en vela en el hospital comprendí que la resaca le debe gran parte de su explicación al hecho de trasnochar, y no tanto al alcohol como se presupone.

Igualmente, la alevosía y la nocturnidad son capaces de explicar las ideas extrañas que le rondan a uno por la cabeza los días después, lo cual tranquiliza respecto al poder psicótico del líquido elemento.

Ojalá que para la resaca y los salientes existiera también una píldora del día después, que lo arreglara.

Ahora, después de haber ingerido licores de alta graduación y de tener una profesión y haber “abandonado” ambas cosas, me siento graduado.

Por eso ya no necesito gafas para poder escribir historias como “La residencia y la calle”.

Esta historia la acomodé al medio (puedes hacer unas tortillas de patatas cojonudas y ser el mejor, pero como te presentes a un concurso gastronómico de platos típicos españoles y resulte que al del jurado no le gusta la tortilla la jodiste) y la mandé a un concurso de relatos de la revista “Medical Economics”. El relato ganó el premio en la categoría “Médicos Jóvenes”.

Digo el relato y no yo, porque cuando se escribe una historia ésta cobra vida propia. Es como cuando tienes un hijo. Eres tú el que lo haces, pero no te puedes hacer cargo de todos los éxitos y los fracasos del producto, porque éste te supera a ti y a tus responsabilidades sobre él.

Puede que tú seas una persona impecable pero tengas un hijo que acabe siendo un gilipollas. O a veces también pasa que escribes una cosa que tú crees que es la hostia, pero luego resulta que no le gusta a nadie.

El hecho de que haya ganado el premio el relato y no yo, evidentemente no me exime de disfrutar de los parabienes del mismo. Los relatos no tienen domicilio fiscal y por tanto no tienen ninguna potestad legal.

Recibí el premio en el Hotel Palace de Madrid. Me tuve que comprar un traje y todo.

A la ceremonia asistió Javier Fernández-Lasquetty, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Después de que pronunciara las palabras que podéis ver en el vídeo, durante el cóctel, en un momento que estábamos próximos se acercó a saludarme (dice el protocolo que tú no puedes ir a saludar a la reina, tiene que ser ella la que se dirija a ti) y es de justicia decir que, aunque no sé si fue por el deslumbramiento del poder, me causó muy buena impresión como persona, aunque sea el mamporrero de la privatización del sistema sanitario programada por Esperanza Aguirre.

También asistió José Martínez Olmos, Secretario General de Sanidad, el cual en su discurso en el estrado, alabó el modelo de gestión sanitaria de la Comunidad de Madrid, que como sabéis se dedica a conceder la provisión de los recursos sanitarios de nueva creación (sobre todo hospitalarios) a empresas amigas, en vez de gestionarlo desde el modelo 100% público.

No es de recibo, en mi opinión, que alguien que forma parte de un gobierno que se dice socialista pueda defender este modelo. Si las cosas fueran como deberían ser en este país, este profesional tenía que haber sido llamado a la mañana siguiente a un despacho de mayor jerarquía y haber sido cesado de sus funciones. O si no, se tendría que aclarar cuál es el modelo de gestión sanitaria que defiende el gobierno, si es que tiene o defiende alguno.

Me retrasé un poco con este post por problemas con el vídeo. Hernán Martín, al que agradezco, lo hizo por mí.

Todos tenemos derecho a nuestro momento de gloria.

¿O no?



Aquí podéis leer “La residencia y la calle”:

http://d14aafm5ckv3lj.cloudfront.net/n148/relato2.pdf

http://es.scribd.com/doc/63942439/La-Residencia-y-La-Calle


La residencia y la calle. Roberto Sánchez. from Hernan Martin Photography on Vimeo.

… nunca hubiera debido haber sido escrito.

Porque hay gente que no se puede morir, joder.

Apenas conocí la vida ni la obra de Bárbara Starfield, la verdad. Aunque tuve la suerte de verla invitado por el Doctor Juan Gérvas en su última actividad científica en España, en el Máster de Salud Internacional que dirige el Doctor José Manuel Freire, en la Escuela Nacional de Sanidad.

No se trata de clasificar artículos, cuando éstos hablan de la vida y de la muerte de alguien. La literatura no vale para nada si sólo se intenta servir a sí misma.
Recelo de los escritores porque se sirven de las historias. Y son las historias las que se tienen que servir de los escritores.
Cuando las letras sirven para construir a los demás son hermosas. Y dibujan figuras como en el cielo las nubes.
El mejor artículo de la historia de la Medicina lo han escrito Juan Gérvas y Mercedes Pérez.
Yo no sé por qué es el mejor. Pero se llora al leerlo. Y eso, hoy, es mucho. Muchísimo.
http://estancambiandolostiempos.blogspot.com/2011/06/tributo-barbara-starfield-de-juan.html
Pd: El llanto como la excitación se tienen que lograr en un contexto un poco apropiado, no sos vayais a pensar que es leerlo y hala.
Hubo un tiempo en el que nos juntábamos los chavales de mi barrio para ver pasar los veranos. Exactamente para verlos pasar, porque no hacíamos nada más.
Recuerdo agosto como un mes yermo, baldío.
Ahora que conceptualmente he cambiado de clase social (decir lo contrario sería mentir), aunque sigo siendo un paria y un proletario en cuerpo y alma, le tengo al mes de agosto un cariño especial.
Lo más novedoso que pasaba para los chavales de mi barrio de Salamanca en el mes de agosto eran las estudiantes que nos traían el extranjero (ese lugar inhóspito, peligroso y desconocido) a casa. Nos traían el extranjero y nos traían el verano. Nos traían el amor y el desamor de la partida. La historia de las suecas seguía viva 30 años después.
Recuerdo una vez que toqué un culo francés y me supo a cruasán.
La democracia y en mi opinión el socialismo de pana, nos dio a los niños humildes españoles la oportunidad de estudiar una carrera universitaria.
Los veranos, sin embargo, eran áridos para los humildes. No teníamos una segunda vivienda ni nos movíamos mucho de la ciudad.
Los pudientes iban al chalé de la urbanización (decir esta palabra borracho se antoja imposible), al apartamento de la playa o a estudiar idiomas al extranjero y tocar los culos de repostería en su medio natural.
No había nada más descorazonador (arrancar, quitar, sacar el corazón) que enamorarte de la hija de una familia pudiente que se iba todo el verano fuera y que a la vuelta no se acordaba ni de cómo te llamabas. Los humildes otra cosa no, pero de saber esperar sabemos un poco.
Los ricos saben bien lo que es bueno en la vida. Hay fijarse mucho en lo que hacen. No fuman, hacen deporte, estudian inglés y estudian carreras en la universidad. Siempre se dice que hay demasiados universitarios, que tiene que haber peluqueros, fruteros, obreros… pero ésos nunca son los hijos de los ricos. Los ricos no quieren que sus hijos sean peluqueros ni fruteros ni obreros, quieren que lo sean los hijos de los demás.
Hay que saber inglés. Para progresar en la vida hay que saber inglés. Los médicos de familia deben saber inglés. El buen médico, en palabras del insigne Favaloro debe trabajar en 3 direcciones: asistencia, docencia e investigación. Para morirte del asco durante 40 años encerrado en una consulta, acabar maltratando a los pacientes y a todo el que se te ponga por delante, meterte pa la saca 4000 pepinos al mes, pagarte un par de coches, un par de hipotecas y llevar a tus hijos a un colegio privado para que no se junten con los inmigrantes y con los gitanos no hace falta saber inglés, pero para ser un buen médico de familia sí.
Si aprendes bien el inglés no te hará falta que los de la bicha de la industria farmacéutica te extiendan la guía de hipertensión de la Sociedad Europea de Hipertensión traducida ni que te paguen como a los especialistas un profesor nativo para que te vaya a dar clases al hospital, recordemos, un edificio público.
Para ser un buen médico de familia hace falta leer a Bárbara Starfield, a Tudor Hart, a Treppo Jarvinen. Hace falta leer Prescrire, Therapeutics Initiative, JAMA, Healthy Skepticism, BMJ, NEJM. Para ser un buen médico de familia hace falta leerse las noticias de la BBC y ver películas en versión original.
Para ser un buen médico de familia hay que saber inglés como Tiago Villanueva, Raquel Gómez Bravo o Sergio Minué, que dice la leyenda que lo aprendió traduciendo canciones.
No hace falta gastarse el oro y el moro, ni apuntarse al curso más caro de toda la Gran Bretaña para aprender inglés en el extranjero. Es suficiente un pequeño ordenador, un wifi a mano de vez en cuando y un poco de arrojo para participar, por ejemplo, en un proyecto como éste: WWOOF, trabajando en granjas ecológicas por alojamiento y comida.
Yo creo que aprender inglés representa un esfuerzo hercúleo, pero que tiene su recompensa.
El buen médico de familia, que es el médico que quiere cambiar el mundo a través y a partir de sus pacientes, ha de transitar caminos paralelos a la consulta y a los pacientes.
El médico de familia que transita estos caminos para cambiar el mundo no es un traidor ni un vago. Justamente es lo contrario. El médico de familia que deja una vida cómoda en su país y que renuncia a un pastizal (siento seguir teniendo alma de proletario pero a mí 3000 euros al mes me sigue pareciendo una pasta) no es un villano, sino un héroe (véase en el blog la entrevista a Tomás Zapata. No es que tenga fijación con este hombre, sé que hay muchos Tomás Zapata por el mundo pero es que yo sólo conozco a uno).
El médico de familia que se deja la piel de verdad aprende inglés aunque sea con callos en la manos (como dice aquella mítica frase de la película Barrio: no de hacerse pajas si no de trabajar) y cuando toca un culo inglés nativo en su medio le sabe a tortilla de patatas con cebolla.
Transductor: Dispositivo que transforma el efecto de una causa en otro tipo de señal.

Hoy comienzo en el blog con una nueva sección.

Se trata de TRANSDUCCIONES, un intento de acercar una selección de artículos médicos en inglés al que deseé leerlos en nuestra lengua (materna o paterna, a conveniencia).

Hoy comienzo con éste, que es muy muy bueno. No voy a poner nada de paja. Todo primeras marcas.

La traducción será, en ocasiones, algo libérrima. Pensé en inventarme parte de los textos y versionarnos libremente a mi antojo, a ver si alguien se daba cuenta. Pero luego me dije que hay gente que no es capaz de entender como lo que son estos ejercicios literarios (que se parecen mucho a los espirituales), porque con esto de la Medicina nos ponemos todos muy serios, como si a alguien le fuera la vida en ello.

Si tenéis alguna sugerencia de texto a transducir, en mi perfil está mi correo y podéis dejar un mensaje después de oír la señal.
Piiiip.

Título: Hart de Glyncorrwg.

Autor: Robert Moorhead

Publicación: Journal of the Royal Society of Medicine. Volume 97. March 2004.

Artículo original:
http://es.scribd.com/doc/61936689/Tudor-Hart-JRSM-2004
HART DE GLYNCORRWG

Nacido en 1927, Julian Tudor Hart  creció en una casa que sirvió entre otras cosas como un campo de refugiados transitorio para los combatientes antifascistas de Europa. Su madre, la Doctora Alison Macbeth, fue miembro del partido Laborista. Su padre, el Doctor Alexander Tudor Hart,  pertenecía al partido comunista y representaba a los mineros de la Federación del Sur de Gales, donde había revueltas con la sanidad como protagonista. Luego fue voluntario de un batallón de las Brigadas Internacionales luchando contra el ejército del General Franco en la Guerra Civil española.

A pesar de los esfuerzos de sus padres por disuadirle acerca de entrar en el mundo de la medicina, la ambición de Julián fue ser médico general en una comunidad minera del carbón; pero como estudiante en Cambridge y Londres pudo reconocer la triste reputación de la Medicina General y la poca satisfacción y frustración de este lado de la Medicina. Si los serios estudiantes fueron convertidos a este tipo de trabajo, las intocables características de la Medicina General fueron modificadas. Los nuevos reclutas de la Medicina, pensaba, deberían cultivar actitudes en contra de lo que impide el desarrollo de la Medicina Científica. Esto y sus siguientes opiniones fueron indudablemente influidas por sus convicciones marxistas.

Él difundió sus críticas a la profesión médica, defendiendo que la educación médica estaba “entrenando a la gente equivocada, en el momento equivocado, en las habilidades equivocadas y en el lugar equivocado.”

Hart se graduó en 1952 y después de un puesto en el hospital y de la experiencia como médico general en la ciudad llegó a involucrarse como epidemiólogo, primero con Richard Doll y luego con Archie Cochrane.

Al mismo tiempo, hacia el final de 1950 se tenía una idea, que se iba extendiendo, acerca de que cada práctica que realizara el médico general representaba un riesgo, y que un médico general necesitaba algo de la medicina tradicional curativa con los métodos y las técnicas epidemiológicas (trabajando también con personal no sanitario).

Al mismo tiempo, iban a acontecer cuatro grandes cambios. Primero, la bioética fue desarrollada por los pacientes y sus familias para compartir la responsabilidad del cuidado de la salud. Segundo, el movimiento de la Medicina de Familia fue desarrollo por la holística dimensión del cuidado de la salud, incluyendo los estilos de vida. Tercero, el movimiento de la medicina preventiva empezaba a desarrollar guías de práctica clínica. Y cuarto, la llegada de nuevos diuréticos y bloqueantes del sistema simpático estaban haciendo el tratamiento de la hipertensión más fácil y libre de efectos secundarios. En 1971 fue a Glyncorrwg, al sur de Gales, y  se estableció como médico investigador.

GLYNCORRWG

Glyncorrwg era una pequeña comunidad que vivía del carbón en Afan Valley. Cuatro años después de la llegada de Hart, casi todo el pueblo estaba incluido en los registros médicos, así como otros 200 pueblos en el valle. Llegó a tener registrados 1900 pacientes. Por aquel entonces  el pueblo tenía una gran vida social, cultural y comercial, con tres clubs de trabajadores, cuatro pubs, un iglesia y cinco capillas, facciones del partido laborista y comunista, un cricket, tres equipos de fútbol, dos de rugby, una tienda de apuestas, una cafetería, una peluquería, un vendedor de periódicos, un ferretero, dos vendedores de paños, tres tiendas de caramelos y cuatro tenderos. Sin embargo entre 1966 y 1986 Glyconrrwg vio cómo se colapsaba su industria básica, que junto con la competencia de los supermercados y los hipermercados, casi eliminaron las pequeñas tiendas y aceleraron el declive religioso, político y cultural. En 1986 la iglesia y las cuatro capillas sobrevivieron con la eliminación de las congregaciones, pero el pueblo seguía contando con un pub, un vendedor de periódicos y dos tenderos. La tasa de desempleo masculino se había incrementado y la población masculina en edad de trabajar había decrecido. Sin embargo, había poca delincuencia, las ETS eran prácticamente inexistentes y las únicas adicciones eran el alcohol y el tabaco, aunque estos productos eran consumidos ampliamente.

IDENTIFICANDO Y ATACANDO EL BINOMIO ENFERMEDAD-SALUD.

Una de las primeras acciones de Hart fue examinar las causas de muerte de su población, pero no desde la perspectiva poblacional a la manera de la salud pública, si no caso por caso. Desde esta perspectiva, con una búsqueda por causas de muerte evitables en pacientes, se podía hacer una seria autocrítica en cualquier equipo clínico. De las 500 muertes registradas entre 1964 y 1985, 233 fueron debidas a causas evitables, y de esas el 59% fueron atribuidas al paciente, el 20% al médico general, 4 % al hospital y 17% a otros.

Si nos fijamos en las enfermedades crónicas vemos que el 23 % de éstas eran de origen respiratorio (PEF a la mitad o menor de lo esperado), 18 % eran obesos (IMC > 30) y el 11 % eran hipertensos (TAS > 100 mmHg en < de 40 años y >105 mmHg en > 40 años).

Como otros pioneros como Will Pickles de Wensley-dale y William Budd de North Tawton, Hart postuló que su equipo necesitaba conocer bien a la población local y conservar un registro exacto de ella. Esto se puso de relieve cuando la vacuna de la rubeola comenzó a estar disponible en 1969. La política nacional fue la de inmunizar a niñas que iban a la escuela y que tenían una edad comprendida entre los 11 y los 13 años. Hart conoció así que la tasa de absentismo escolar era del 20 % cada día, así que escribió a la oficina médica de salud del distrito, pidiéndoles una lista de las chicas de Glyncorrwg que no habían sido vacunadas para ponerse en contacto con ellas. La respuesta fue: yo tengo una lista de las chicas que se vacunaron, pero, ¿cómo sé yo las que no lo hicieron? Hart vió que para las intervenciones no solicitadas por la demanda del paciente, porque eran poblacionales, lo que se necesitaba era una lista, pero no de acciones, sino de omisiones. Entre 1982 y 1986 el porcentaje de mujeres en Glyncorrwg que tenía una citología cervical en los últimos 5 años pasó del 20 % al 83 % y la explicación de Hart fue que “nosotros conocemos los nombres y direcciones de toda nuestra población, nosotros conocemos quiénes tienen útero y quién no y nosotros sabemos quiénes contestan por la puerta de atrás porque deben dinero al cobrador”.

También estudió el modo en que los pacientes consultaban. Aunque él no renegaba del modelo Osleriano mediante el cual era de los pacientes de los que partía el cuidado médico, él veía a los pacientes más como un conjunto de productores (en conjunción con el profesional) que como unos clientes o unos consumidores. Los productos de esta transacción eran las soluciones a los problemas de salud.

Su idea era que para cambiar los hábitos de la gente y hacer que coman más conscientemente, que usen su tiempo libre mejor y que acepten una vida tomando pastillas, los pacientes necesitan un incentivo más fuerte que una breve visita a la consulta y folletos para leer a la puerta. Los médicos, decía, deben aceptar a los pacientes como iguales e incluso  como parte dominante; sin esto no hay mejoras en salud. También decía que para que la medicina científica se aplique a toda la población debe ser democrática.

Como ejemplo, Hart cuenta los cuidados a uno de sus pacientes – un trabajador en la mina del carbón que con 36 años era hipertenso, hipercolesterolémico, obeso y gran bebedor -. El paciente fue diabético 19 años después.

“Para los profesionales de nuestro centro de salud el trabajo con este paciente fue un esfuerzo hercúleo a través de 310 consultas en aproximadamente 26 años. Para mí fueron 41 horas de trabajo con el paciente, inicialmente cara a cara y luego con más lejanía. Profesionalmente las mayores satisfacciones han sido los eventos que no han tenido lugar: no infartos cerebrales, no infartos de miocardio, no complicaciones de la diabetes, no insuficiencias renales con diálisis ni trasplante. Esta es la verdadera Atención Primaria”.

¿Quién era el verdadero responsable de mantener la salud de este paciente? Yo, él, y la gente que me ayudaba: el traumatólogo (tuvo una fractura en una pierna en la mina), nefrólogos, radiólogos, técnicos de laboratorio, enfermeras, etc … y su esposa, hijos, hijas, compañeros de trabajo y compañeros de juerga. Todos nosotros no éramos siempre beneficiosos para él, y hasta a veces éramos contraproducentes, pero el estado actual de su salud era un producto social de trabajo bien hecho o mal hecho por mucha gente, pero generalmente empezaba en la consulta del médico de familia.

Este tipo de cuidados preventivos, pensaba Hart, podría ser en el futuro facilitados por un adecuado equipo de profesionales de Atención Primaria en los cuales el médico de familia fuera respaldado por unos coordinadores entrenados que contaran con registros clínicos informáticos.  Sin embargo, los médicos de familia no deberían estar obligados a realizar esta clase de trabajos.

Hoy, hay mucha evidencia que sustenta el enforque de Hart. Para aconsejar acerca de los estilos de vida la gente tiende a consultar al médico de familia antes que a otros expertos, y la continuidad en los cuidados en Atención Primaria son reconocidos como algo favorable. (En Glyncorrwg, Hart encontró su comité local de salud incapaz de comprender las necesidades de cuidados continuados para asegurar la adherencia a los programas preventivos, por lo que reclutó y entrenó a sus propios profesionales).

Aunque la gente de clase social más baja era a la que menos le gustaba adoptar medidas preventivas, las divergencias no se hacían evidentes en medicina general: las encuestas telefónicas indican que no hay diferencias en los consejos dados a diferentes grupos sociales. La política de trabajo con el paciente de Hart está basada en estudios del control de la diabetes. Ofrecer cuidados preventivos es más fácil si hay tiempo en la consulta; in Glyncorrwg el tiempo de consulta por paciente fue de 7 minutos en 1965, a 8 minutos en 1970 a 10 en 1987.

Aunque el principal interés investigador de Hart fue la hipertensión, él postuló que las actividades preventivas no debían ser aplicadas a este factor de riesgo solamente: otros como la cardiopatía y el infarto cerebral tenían que tenerse en cuenta y a adoptó técnicas de auditoría que él mismo diseñó, cada vez más complejas, para no dejar que el tiempo empleado en estas labores afectara a otras tareas. Antes que más cuidados médicos, decía, se requieren más tiempo y más recursos humanos.

En estos tiempos, en el Reino Unido, las consultas tienden a ser más cortas en áreas marginales y las estrategias para llegar a acuerdos con los distintos responsables del cuidado deberían incluir un incremento en el ratio de médicos generales por habitante, se deberían eliminar las penalizaciones a las consultas largas, fortalecer la promoción de la salud y contar servicios de medicina comunitaria.

RESULTADOS

Una de las innovaciones de Hart en Glyncorrwg fue la formación de un comité en un centro de salud con un pequeño servicio de salud pública. El comité hacía propuestas y movilizaba a la opinión pública para conseguir sus objetivos. Eso también hizo que la gente el pueblo se involucrara en asuntos como los puntos negros de accidentes de tráfico, la venta ilegal de alcohol, la venta de tabaco a los menores y el peligro de accidente de los niños que juegan en las cercanías de edificios industriales abandonados.

El comité fue elegido en una encuentro abierto a todos en 1975, en el cual estaba garantizada la participación  de algunos grupos que Hart pensaba que debían estar representados: madres de niños pequeños, un profesor de la escuela, un agente sanitario, un pensionista, un trabajador por turnos… El comité se reunía una vez al mes, discutía y tomaba decisiones acerca de algunos asuntos como la frecuencia de las visitas del médico general a la residencia de ancianos, la provisión de alojamiento y comidas para las madres acompañantes de sus hijos en el hospital, la recogida de opiniones de los pacientes de la práctica médica y de los efectos en los pacientes de la prescripción, entrenar en RCP, pedir una piscina en el pueblo (que fracasó), dotar de seguridad a los ciclistas y los corredores que circulan por la carretera principal, iniciativas en contra del cierre de la estación de ambulancias locales (el cual se evitó); listas de espera en el hospital, y continuar el proceso de explicar y discutir cómo el Sistema Nacional de Salud en el Reino Unido se supone que funciona, cómo funciona realmente y cómo debería hacerlo en el futuro.

Como la industria pesada se hundió, en los primeros 10 años de mortalidad registrada se observó un descenso en la mortalidad masculina fuera de casa, una caída en el tabaquismo en hombres relacionado con la mortalidad, del 43 % al 30% y un incremento en mujeres en la misma variable, del 10% al 26%.

El ratio de mortalidad del pueblo de 1981-1986 ajustado por edad fue más bajo que en el pueblo de al lado, el cual no tuvo un programa de desarrollo de casos clínicos. En 116 pacientes hipertensos registrados en 1987, la presión arterial cayó de 186/110 mmHg  (antes del tratamiento) a 146/84 mmHg (con el tratamiento) y después de 25 años de registro de datos clínicos la proporción de fumadores bajó del 56% al 20%, aunque no hubo cambios en el IMC o en el colesterol total.

Watt comentó que, aunque no se trata de un riguroso estudio científico, Hart es todavía la única evidencia que tenemos acerca delos efectos a largo plazo de un sistema de atención, entregando a la medicina basada en la evidencia cuidadosamente los objetivos de los pacientes de alto riesgo, mediante el cual los médicos trabajando estrechamente con las enfermeras y personal administrativo usa registros de alta calidad y revisa las medidas que debieran ser puesta en marcha y las que no.

LEY DE CUIDADOS INVERSOS

Fue mientras trabajaba en Glyncorrwg cuando Hart enunció su famosa ley de cuidados inversos. “La disponibilidad de los cuidados médicos de calidad son inversamente proporcionales de la necesidad de la población a la que sirven”. Esta ley, argumentaba, “alcanza su plenitud donde los cuidados médicos están más expuestos a las leyes del mercado y se tiende a cumplir menos donde esta exposición es menor. La distribución mercantil de los cuidados médicos es una forma de distribución primitiva y anticuada, y cualquier retroceso hacia su posición aumentaría la maldistribución de los recursos”.

Observando la vigencia de la ley después de tres décadas, Hart identificó algunas de las razones por las que ha sido difícil corregir estas desigualdades. Uno es que la ausencia de mercado cambiará las inversiones de las compañías desde dónde es más rentable invertir a  donde hay más necesidad. Otra es el “nihilismo terapéutico” acerca del poder de la medicina clínica de mejorar la salud de la población. Acerca de estos puntos Watts añadió que en el Servicio Nacional de Salud Británico, el mayor obstáculo para progresar es la ausencia de datos que cuantifiquen el exceso de gasto de las intervenciones clínicas efectivas en áreas pobres. Hasta que esa información no sea disponible, dice, las regiones más pobres continuarán perdiendo en el reparto de los recursos.

Las necesidades y los cuidados pueden ser al mismo tiempo difíciles de cuantificar, pero la vigencia de la ley de cuidados inversos es demostrada por los registros de los gastos en salud, por el acceso a los servicios, duración de las consultas en Medicina General, cuidado dental de los niños y cuidados longitudinales en hipertensos.

Echando la vista atrás, Hart hace autocrítica por haber comenzado en Glyncorrwg como un padre autoritario. Solamente a través de esa ceguera y de explorar falsas vías pudo recuperar el valor de la cooperación con sus pacientes. Esta experiencia también arrojó luz sobre las conclusiones que pudo extraer en clave política acerca de los cuidados de la salud. El Gobierno de entonces interpretó su experiencia en Glyncorrwg como un modelo de buena organización sanitaria y él llegó a ser considerado como un “industrial” – una etiqueta que le ponen aún los contrarios a la industrialización. Pero los industrializadores, dice, tienden a estar de acuerdo con su visión de organización, renegando de todo lo demás como una “completa locura”. (Comunicación personal). El Sistema Nacional de Salud Británico, según él, es un sistema de producción que justamente porque produce valores medibles no necesita (y no debería) intentar producir productos de mercado. Él teme que el producto sea medido en términos de procedimiento más que bondad o de resultados coste-beneficio. El caballo de batalla de la Atención Primaria es el tiempo – sobre todo si los doctores bucean en necesidades de sus pacientes, crean nuevos entendimientos o les involucran -. Ir al médico no es como comerse un helado.

CONCLUSIÓN

En el análisis de Tudor Hart, la ley de cuidados inversos es una manifestación de la deshumanización de los mercados financieros.  Esta situación pudiera revertirse y en medicina esta respuesta pudiera venir del reclutamiento de más estudiantes socialmente maduros. Hart ejemplificó esta manera de ser el médico de familia personal que conocía a cada uno de sus pacientes bien, les veía en el contexto de su familia y de la comunidad y trabajaba con ellos a lo largo de muchos años para revertir los riesgos y prevenir complicaciones.

La ecología humana ha sido definida como el estudio de la interacción de los humanos con ellos mismos, con el resto de organismos vivos y con la naturaleza. Igual que hay enfermedades transmitidas por el agua que por el aire hay enfermedades transmitidas por la cultura. El trabajo de Hart en Glyncorrwg nos sirvió para enfocar esas enfermedades y sus complicaciones y nos permitió abordar las injusticias en salud.

Agracedimientos

Le estoy muy agradecido a Julian Tudor Hart, en la actualidad Profesor Externo del Welsh Institute for Health y Social Care, Universidad de Glamoran, por comentar el borrador de este artículo.
Nada se ha escrito de la actitud que debe tener un médico en un momento que a mí me parece clave. Éste es un momento que el médico desprecia en cuanto a su importancia, pero que el paciente sobrevalora. Si el médico lo hace bien, suma y si no, resta. No hay balances ceros.
Es un momento muy concreto y muy importante. Es el momento en que el médico cruza por la sala de espera hasta su consulta, para iniciar la jornada.
En ese instante la expectación de los pacientes está maximizada por la espera, por el aburrimiento que hace desear ese contacto; no solamente por ver al médico sino porque se acerca el momento de ser atendido y dar rienda suelta a todo lo que se ha estado incubando en casa (anhelos, conjuntivitis, dolores, fracasos, gripes, expectativas…).
Es un trance corto. Desde que el médico pisa la zona de influencia de su sala de espera hasta que llega a su consulta pasan solamente media docena de segundos.
Está claro que lo que nunca hay que hacer es ir con la cabeza gacha y entrar sin saludar al personal. Hacerlo impone una distancia que es un océano, una distancia que luego no hay dios que elimine con la mesa de por medio. Al paciente, con esa actitud, se le está diciendo: me cago en la puta, otro día más que tengo que venir al trabajo a aguantaros. Vengo porque me pagan, y porque esto es la Seguridad Social, que si no os iban a dar por el culo a todos.
No hay cosa más triste para el paciente que estar como un perrillo esperando a su dueño, ensayar una mueca de sonrisa y un conato de saludo para que pase el médico y ni le mire. Si esto sucede con la sala de espera a rebosar la responsabilidad del médico se disemina entre los presentes, pero si encima son pocos los que están, el paciente puede llegar a tomárselo como algo personal.
La prueba mayor de que esta actitud no es la adecuada es que el médico que no saluda con la sala de espera llena no tiene huevos de ir con la cabeza alta, de no mirar para abajo y de aguantar la mirada de sus pacientes.
Otra disyuntiva es cuando a lo largo del paso por la sala de espera se establecen varios momentos de saludo. Con los primeros que te encuentras, con los que están justo al lado de la puerta… Si haces saludos personalizados en tu devenir, hay pacientes que se lo pueden tomar como tratos de favor.
Otro caballo de batalla son los médicos a los que les gusta saludar a los pacientes por el nombre, como modo de calidez. Un saludo por el nombre a un paciente en la sala tiene muchas implicaciones. A los que no le llamas por el nombre (a lo mejor es que no te lo sabes, porque no vienen a menudo) pueden sentirse de menos, otros pensarán: si el médico se sabe el nombre de ese paciente es que vendrá mucho a verle, ¿qué le pasará?
A mí me parece que lo que hay que hacer es saludar… pero, ¿A quién? ¿A dónde miras? Yo creo que lo mejor es que cuando te aproximas al área de influencia de la sala de espera mires al vacío y sueltes un enérgico: Hola, buenos días.
Y todo dios saludado. Y contento.
Un relato real de una represión sanitaria
[…]
“Durante el último año de la residencia en Medicina Familiar me tocó morir por la causa.”
“Al finalizar la residencia recibí la calificación de “Suficiente”. La más baja de todos mis 15 compañeros de residencia. Ninguno de ellos finalizó la residencia con esta nota. “

http://www.actasanitaria.com/fileset/doc_65842_FICHERO_NOTICIA_61247.pdf

Y gracias a:

Sergio Minué: http://gerentedemediado.blogspot.com/2011/07/carta-de-un-residente.html

Médico crítico: http://medicocritico.blogspot.com/2011/07/el-reprimido-si-tiene-quien-le-escuche.html

Mercè López: http://mercelop.blogspot.com/2011/07/relato-de-una-represion-sanitaria.html

Eduardo Calvo: http://untutoreneldesvan.blogspot.com/2011/07/puedo-confiar-en-este-medico-aqui-no.html

Ayer domingo escribí unas líneas pensando en los médicos eventuales de Atención Primaria.

No sé los demás, pero los de Madrid soportan unas condiciones penosas, chacho.

Ayer domingo escribí unas líneas pensando en las médicos eventuales de Atención Primaria, porque aunque no cotizan el fin de semana los jóvenes residentes soñamos con ellas durante esos días hasta que vuelva el lunes.

Ayer domingo escribí unas líneas pensando en las médicos eventuales de Atención Primaria, en las embarazadas que llaman a la Gerencia en vez de acercarse por allí para pedir trabajo, porque si las ven con el bombo no hay nada que hacer.

Ayer domingo tuve que escribir esta historia porque si no me acontecieran estas pasiones tendría que pensar en los leucocitos y en las hemoglobinas glicosiladas y me tendría que cortar las venas.

http://www.sietediasmedicos.com/blogs/opinion/item/305-ayer-agosto.html

Desde que comenzó la acampada entraba todos los días a mear al Corte Inglés de Sol. Solía mear en turno de tarde porque por la mañana daba largos tragos a los bricks de zumo de dos litros que pululaban por el campamento.

Desde Abril trabajaba en turno de tarde en el Corte Inglés. Empezó muy entusiasmado en esa franja. La gente que trabaja por la tarde siempre dice que está muy bien el horario, porque por las mañanas puedes ir al banco y hacer papeles, aunque él no tenía ni hipoteca ni nada.

Ella entraba siempre por la esquina con Tetuán, subía las escaleras mecánicas y aguantaba desafiante las miradas de las dependientas de la sección de ropa interior a la cresta naranja y a las medias rotas. Luego se desviaba un poco y enfilaba la sección de maletas hasta alcanzar los baños.

Él siempre había querido viajar, por eso no dudó en desear que le mandaran a la sección de maletas, aunque nunca iba a ningún lado.
A ella se le llenaba la boca cuando hablaba de los proyectos de ir a, pero nunca había salido de la Comunidad Económica Europea y eso que se decía anticapitalista.

Cuando él notó la presencia reiterada de ella a lo largo de los días, se reconocía en traje y corbata delante de su paso y no le podía aguantar su mirada desafiante e indignada.

Un día él sintió una falta y al día siguiente se armó de valor y le preguntó que qué había pasado ayer.
– Me pedí un día de asuntos propios – le contestó ella.
– ¿Y qué hiciste? – preguntó él-.
– Eso no es asunto tuyo, es un asunto propio.

Un día ella sintió una falta y al día siguiente le preguntó que qué había pasado ayer.
– Estamos jodiendo a la pequeña y mediana empresa y como abrimos los domingos libramos entre semana.

La acampada se levantó y ella dejó de ir por los aseos del Corte Inglés. Un par de días después, abriendo una maleta para enseñársela a una cliente él encontró en su interior un brick de zumo de naranja de dos litros en el que se veía escrito “Estoy que no meo por tí”.

Él decidió que iba a ir barrio a barrio buscándola por las asambleas.

En un descuido de sus compañeras de planta se metió un conjunto de braguita y sujetador (los hombres no sabemos calcular la talla de nuestras camisetas pero en las de los sujetadores contamos intervalos de confianza minúsculos) naranja en el paquete y al salir, bajó por primera vez en aquellos tres meses Preciados hasta Sol.