Se cumplen ahora 50 años cuando un importante médico inglés, Julian Tudor Hart, enunció la llamada “ley de los cuidados inversos”: el acceso a atención médica de calidad disminuye en proporción inversa a su necesidad en la población, y ello se cumple más intensamente donde las fuerzas del mercado son más fuertes. Sin embargo, los médicos generales y de familia suelen ignorar la ubicuidad de dicha ley, y hasta su mero enunciado: En teoría, prestamos más servicios a quienes más los necesitan, pero en la práctica las cosas suceden en sentido inverso: los pobres, los marginados, los inmigrantes, los ancianos reciben menos cuidados.
http://apxii.wordpress.com/2011/12/12/diciembre-los-invisibles-los-olvidados/
Hay médicas de familia que cuando se acercan a explorarte huelen a champú del caro. Médicas de familia que llevan unos colgantes más largos que el fonendo. Que miran los escaparates de camino a los domicilios. Que toman café con leche y pincho de tortilla con cebolla a media mañana y que nunca les huele el aliento después.

Hay médicas de familia que cruzan las piernas y los dedos por debajo de la mesa. Que se ponen un imperdible o un esparadrapo que no pega para cerrarse el escote de la indumentaria sanitaria. Que recogen los pijamas en lencería.

Hay médicas de familia que aguantan estoicas la consulta aunque les duelan los ovarios, aunque el niño tenga fiebre y hayan llamado de la guardería. Que no toleran que los pacientes las llamen señoritas, niñas o chicas.

Hay médicas de familia a las que vas con un problema de muerte y te ponen una medi(d)a de comprensión y se te pasa. Hay médicas de familia que se merecen que las varices se consideren accidente laboral. Que llaman por teléfono y no van por la Gerencia a pedir trabajo cuando están embarazadas, porque saben que si las ven las van dejan de llamar.

Hay médicas de familia que te solucionan una cosa gravídica, digo gravísima, con una mirada. Que saben colocar el espéculo con cuidado. Hay médicas de familia que te dan un beso en la mejilla después de muerto. Que tienen más carácter que la Señorita Rottenmeier. Que despistan con mucho(s) tacto(s) las ETS. Que llevan los humos y los pantalones muy subidos. Que se ponen un cocodrilo en el fonendo para pasar la consulta de pediatría. Que se quitan las lentillas al final de las guardias. Que se les marcan las bragas por debajo del pijama. Que llevan los neceseres hasta arriba. Que lloran detrás del biombo. Que no beben agua del grifo. Que se quejan de los fritos del comedor. Que llevan gafas de pasta de colores. Que luchan hasta el final. Que madrugan para maquillarse. Que leen libros gruesos en el metro. Que saben escuchar igual que hablar. Que son fieles como los perros. Que tienen un par de huevos. Que viven la vida como si fuera el último día. Que nunca levantan la voz. Que llevan los taper en bolsas de flores. Que nunca dicen palabrotas. Que nunca tienen un grano. Que tienen unos dientes perfectos. Que te acompañan en el sentimiento. Que nunca comentan lo bueno que estaba el paciente, pero lo piensan. Que saben que las arrugas no son sino una manifestación clínica de los trienios.

Hay médicas de familia a las que siempre les gustaron los traumas.

Hay médicas de familia que sienten, y sueñan, y van a teatro y a pintura y al dentista y al ginecólogo y a bailes de salón y a danza oriental y a yoga y a aerobic y a spinning y a pilates. Que miran la tele sin verla al final del día de lo cansadas que están. Que cenan fruta y yogur. Y que cuando cae la noche pierden el conocimiento. Y aman en la penumbra.
Queridos amigos:

Un grupo de médicos de Atención Primaria nos hemos reunido con el objetivo de rodar un documental para difundir la importancia de tener un médico de familia y de la Atención Primaria dentro del Sistema Sanitario.

Para nosotros no son nada nuevas estas ideas. Pero vamos a hacer un gran esfuerzo para que resulte un mensaje nítido en un formato fácil de “consumir” y que la difusión pueda ser así muy importante entre la población general y pacientes, que es la “población diana” de nuestro trabajo.

El objetivo principal es hacer llegar nuestra manera de entender la Atención Primaria y la de los entrevistados a las personas que no podrían ser abordadas de otra manera.

El proyecto se va a llamar “6 minutos”, pues son seis minutos los que tenemos para ver a un paciente en una consulta de Atención Primaria en la Comunidad de Madrid.

Se entrevistará a una serie de profesionales, 6 minutos a cada uno. La muestra elegida será representativa: habrá médicos jubilados del ejercicio clínico, senior, fijos, interinos, junior y eventuales. Tendremos en cuenta la feminización de la profesión. Los médicos entrevistados serán todos de la Comunidad de Madrid, a nuestro pesar, por una cuestión presupuestaria.

El proyecto cuenta con un “comité científico” que se va a encargar de diseñar los bloques de preguntas o de discusión (6, un minuto para cada uno), de elaborar el guión, de la distribución, difusión, y de asegurar la proyección en Centros de Salud, reuniones científicas y aquellos foros acordes.

Éste es un proyecto libre de humos industriales.

El “comité científico” no va a cobrar nada por este trabajo. De poner el equipo para grabar, la grabación propiamente dicha, el montaje, los subtítulos y las cuestiones técnicas se va a encargar un profesional audiovisual cuyos honorarios van a ser de 650 euros por todo el proyecto.

Los médicos del comité científico y los entrevistados vamos a poner 20 euros cada uno.

Te pedimos tu colaboración para poder sacar adelante este proyecto. Puedes colaborar con lo que creas oportuno. 10 euros es la colaboración propuesta. Nada más. Probablemente te cueste más esfuerzo hacer la transferencia que dar los 10 euros. Que hagas ambas cosas es importante para nosotros.

Si el largometraje arrojara en algún momento algún beneficio lo primero que haremos será devolver el dinero que han puesto los colaboradores. Si el balance es positivo a nuestro favor, se repartiría de manera proporcional al dinero que ha puesto cada uno.

Todos los que colaboren verán su nombre en los títulos de crédito como muestra de agradecimiento, salvo que nos manifiesten lo contrario.

Ayúdanos. Sin tu ayuda no podremos sacar adelante el proyecto.

Este es el número de cuenta. (BBVA)

0182 1922 78 0201545135

Beneficiario: Roberto José Sánchez Sánchez

Asunto: 6 minutos

Ordenante: vuestro nombre.

Si no os deja poner Ordenante, poner, por favor, vuestro nombre en el Asunto.

Si se hace la transferencia desde fuera de España hay que preceder al número de cuenta del IBAN, que es éste: ES37

Muchas gracias.

Si tenéis alguna duda, sugerencia, ruego o pregunta podéis escribir a documentalseisminutos@gmail.com

 

Comité científico de 6 minutos.

Vicente Baos

Salvador Casado

Raquel Gómez Bravo

Carmen Fando

Clara Benedicto

Roberto Sánchez
Había heredado el patrón de sus ancestros unos campos de arándanos en los que no se ponía el sol.

A éste la (equi)vocación le vino impuesta, con lo que se ahorró un trabajo muy cansado, el de hacerse a sí mismo.

El patrón era el hijo que había permanecido al lado de sus padres, mientras los otros se habían casado y se habían marchado a hacer la vida por su cuenta.

Cuando una familia tiene un gran negocio familiar y varios hijos, es una constante (vital) que algunos de ellos sean unos tarambanas que no quieran ni por asomo aceptar una vida fácil al calor del hogar. Aunque esté ya el camino hecho, tiran campo a través de la maleza. Siempre acaban o perdidos en el monte o doblemente cansados al final del camino. Pero hay gente que si no se revienta durante el día no es capaz de dormir bien por la noche.

Igual de cierto es que en estas familias también siempre hay un hijo manso, fiel, y si se me permite, un poco pardillo, que hace la vida debajo de las faldas. A este tipo de hijos, solteros en su mayoría, se le permiten algunas licencias, como que se emborrachen hasta caerse redondos los sábados en el bar del pueblo o se vayan de putas.

Hasta que los padres del patrón fallecieron, éste se pudo encuadrar en ese patrón. Pero no todos los humanos estamos cortados por el mismo patrón.

Después del hecho luctuoso, el patrón decidió que era el momento de reinventarse, con lo que finalmente no escapó al terrible trabajo de hacerse a sí mismo. Como había asumido el cuidado de los padres ante la ausencia de los demás hijos, supo aprovechar bien la culpabilidad de éstos para hacerse con sus partes de la finca en unas condiciones económicas más que ventajosas.

El arándano es una fruta poco conocida en España, en Inglaterra es la segunda en volumen de cultivo después de la fresa.

Mi trabajo era doblarme el lomo sobre la planta para recolectar la fruta, seleccionarla y depositarla en una cesta. Era fácil, pero aburrido. Yo intentaba llenar el vacío pensando que algún día escribiría una historia como ésta. Cuando llovía a cántaros y notaba ya que el agua me llegaba a mojar los calzoncillos, me acordaba de los españoles que tuvieron que emigrar por huevos, no por capricho, tarareaba en la cabeza “El emigrante” de Valderrama y hacía camuflar alguna lágrima con los goterones que me (re)corrían la cara.

El patrón era persona recia, seria, y tuve que hacerle un par de tortillas de patatas y enseñarle la Macarena para ganarme su confianza.

Un día me dijo: ven conmigo, Guoberto. Y mientras andábamos: te voy a enseñar un secreto. Me metió por un camino que se salía de la finca hasta un cobertizo.

Abrió y lo que vi fue un laboratorio acojonante. Tenía una gran cantidad de semilleros, con muchos tiestos, con básculas, con muchas semillas y un instrumento de metal gigante.

Me dijo: si uno hace algo en la vida de manera repetitiva, y tiene algún mínimo interés por lo que está haciendo, lo lógico es que se empiece a hacer preguntas rápidamente. Yo, cuando vivían mis padres, y también recogía el arándano como lo estás recogiendo ahora tú, no paraba de hacérmelas y ahora que se han muerto y que la finca es mía, estoy intentando contestar a todas y cada una […] Si tuviera que seguir solamente recogiendo arándano, sin hacer nada más, me estaría muriendo del asco […] De vez en cuando me gusta seguir bajando con vosotros a por él, porque si te dedicas al laboratorio por completo pierdes la perspectiva…

Me dijo cómo se llamaba el instrumento grande, lo busqué en el diccionario, y era una alquitara. Estaba buscando la forma de inventar el vino de arándano. Decía que sólo lo intentaría vender si resultaba un vino excelente, el mejor.

Me explicó que él quería ser el Robin Hood del arándano. Sabía que era una fruta cara, que no todo el mundo podía consumir. Si hacía un vino especial, selecto, podía venderlo caro. La gente que tiene dinero lo pagaría sin problemas, con lo que podría bajar el precio del arándano para democratizar el consumo.

Pensé que aunque no había sido capaz de entenderlo bien durante la residencia, había merecido la pena haberse ido lejos de casa a hacer una cosa que nada (o todo) tenía que ver con la Medicina para comprender de dónde salía el espíritu investigador y la importancia de éste.

Si uno dedica el tiempo a ver pacientes es natural que le surjan preguntas, y si tiene un mínimo de interés intente buscar las respuestas. Y si no las encuentra, intente responderlas él mismo.

Si uno deja de ver pacientes, las preguntas cada vez se van separando más de ellos, hasta el punto de que las respuestas dejan de responder a las necesidades de éstos, para empezar a responder a las necesidades del que se hace la pregunta.

Si uno se dedica a tiempo completo a ver pacientes, es imposible que le quede tiempo y ganas de investigar, porque la consulta agota.

Antes de irnos, me alcanzó un bote de los que hacía algunos meses que no veía. Me dijo tal cual: mea here, please. Y luego en inglés: estoy intentando ver si la urea de la orina acelera el crecimiento de la planta en las primeras fases tras la plantación.

Yo le dije: ¿y por qué me pides la mía y no meas tú?

Porque los ingleses bebemos muy poca agua y mucho té, por lo que tenemos la orina muy concentrada y quiero probar con una dilución inferior, me contestó.
Para que se indignen los médicos tiene que estar la cosa muy jodida.


Puede suceder que trabajes en un servicio “público” de la Comunidad de Madrid, que éste sea el sector sanitario, que seas médico, que seas médico de familia, que seas joven y eventual médico de familia y que encima tengas la desgracia de ser mujer.

¡Qué más se puede pedir!

Una compañera me hizo llegar esta carta para que diera visibilidad a su indignación y a su caso. Y así lo haré.

Algunos no nos hemos acostumbrado todavía al vergel éste en el que ya todo vale. Nos hemos puesto la venda en los ojos y ala, hijoputa el último, que hay que pagar la hipoteca.

¿Hasta dónde estaremos dispuestos a transigir? Supongo que hasta el final.

Hay dos maneras de doblegar a los políticos. Echándoles a la calle por medio de las urnas (poco probable viendo la que se avecina dentro de unas semanas) o “violentando” el sistema. Para “violentarles” hay que hacer una huelga de fonendos caídos. Los eventuales lo tenemos muy fácil. No tenemos la obligación de cumplir ningún servicio mínimo. Simplemente decir que a partir de tal fecha y hasta nueva orden ni cristo firma un nuevo contrato temporal en la Comunidad de Madrid hasta que no se cumpla punto por punto nuestras reivindicaciones.

Luchar tiene un precio, claro. A tres mil por mes: 9.000 euros. Al final todo es cuestión de dinero. O pagas (dejar de ganar en este caso) o te siguen dando por el ojete.

Con esta medida obtendremos también el apoyo firme y de verdad, después de una primera etapa de rechazo y de llamarnos insolidarios e irresponsables, de los médicos “senior”.

Pero esto no parece que vaya a ser muy posible. Las letras vencen todos los meses. Las letras vencen siempre. Vencen a cualquier cosa. A la dignidad, a la justicia y a los corazones. Vencen al derecho a la sanidad pública y a los derechos humanos y de los trabajadores.

Pues venga, to palante.

Que la letra, con sangre entra.

(No os perdáis el final del post)

LOS MÉDICOS NO PODEMOS ENFERMAR

Soy una persona. Soy médico. Médico de familia. Mujer. Joven.

Me hice médico porque me gusta ayudar a los demás. La enfermedad es una condición terrible que se te presenta sin tener culpa ninguna.
Me hice médico de familia porque me gusta acompañar a los pacientes en su sufrimiento y ayudarles a que mantengan su condición de persona aun estando enfermas. Cuando se está enfermo es fácil que todo se venga abajo. La enfermedad anula y destruye las dimensiones de las personas.

También yo soy una persona. Lo que me hace curar, solucionar los problemas y estar al lado de los enfermos es mi dimensión de humana. No soy una máquina de recetar, ni de ver pacientes como quién despacha un producto. El encuentro en la consulta requiere tiempo, calma y escucha.

Tengo un contrato “fijo” de los de la Comunidad de Madrid. De los que se van renovando cada 6 meses. En otros muchos casos las renovaciones son cada 15 días. Tengo una hipoteca, porque estoy en edad de formar una familia y una vida.

La semana pasada tuve que ser sometida a un procedimiento médico. Tuve los miedos y las consecuencias que había visto en mis pacientes a lo largo de todos estos años. Después del mismo me sentí cansada, con dolor… no estaba en condiciones de desempeñar óptimamente mi trabajo.

Este mes me tocaba la “renovación automática” de mi contrato. A pesar de no encontrarme del todo recuperada, entendí que no hay que prolongar innecesariamente esa situación y fui a llevar los partes de baja y alta a la Gerencia. Cuál fue mi sorpresa al escuchar de la trabajadora: tienes que llevar el parte al INSS, de baja no se renuevan los contratos.

Esta vez he tenido suerte ya que, con todo lo que conlleva la recolocación de los profesionales por la OPE y los traslados, tenían cosas mejores que hacer que preocuparse de mi “no renovación”, así que me renovaron “por error.”

Este hecho no es aislado, soy consciente de cómo muchas de mis compañeras que desean ser madres, ocultan esta condición al firmar contratos o llaman en lugar de personarse para trámites en la Gerencia para que no las vean embarazadas. Es muy común la no renovación durante la baja maternal.

Me ha resultado llamativo el hecho de relatar estos hechos a mis compañeros de profesión y haber obtenido por respuesta: Ah, claro, de baja no se renuevan los contratos. Es realmente indignante. Parece una práctica tan frecuente, que la hemos normalizado.

Pienso en que si hay poco respeto laboral ante la enfermedad y la maternidad en nuestro sector, público y médico, cómo será en los demás sitios.

Estoy cansada. De cómo nos tratan, de ver 60 pacientes al día, de aguantar sus impertinencias (las menos) y las impertinencias de las Gerencias (las más), de ir a hacer domicilios a las 9 de la noche, de tener 4 folios de vida laboral en 6 años de ejercicio profesional.

Estoy cansada. He aguantado hasta ahora porque amo mi profesión y mi trabajo. He dado mucho. Por eso es momento de replantearme mi futuro. No me extraña que la gente no quiera ser médico de familia y no quiera trabajar en Atención Primaria.

Una médico de familia, persona, mujer y joven. Madrid.

 

Pero lo más grave de todo, es lo que sigue.

La compañera expuso su caso a la Asesoría Jurídica del Colegio de Médicos y preguntó por qué no se renuevan los contratos en situación de IT o durante las bajas maternales.

Ésta fue la repuesta:

Lo que usted manifiesta es correcto y los contratos no se renuevan en situación de IT o cuando se está en situación de baja maternal. Así está establecido en unas instrucciones de la Dirección General de Recursos Humanos del Servicio Madrileño de Salud.

[…]


En estos últimos años, no he adquirido convicción más inquebrantable que la que sostiene que la esencia de los cuerpos y las ciudades se encuentra en las periferias. Siempre hay que evitar las arterias principales.

[…]

A veces, en una ciudad desconocida, preguntas a un transeúnte por una iglesia y cuando te quieres dar cuenta te está llevando a un prostíbulo.

[…]

Pero el médico de familia es un médico de periferias. No hay nadie que le tome el pulso a la ciudad como él. Siempre prefiere fotografiar la ropa tendida de las casas que la Plaza Mayor. Conoce acerca de las aguas fecales y sus desembocaduras.

http://www.sietediasmedicos.com/blogs/opinion/item/562-periferias.html

En el documental “Inside Job”, a un importante economista, máximo responsable del departamento de economía de una importante universidad (Harvard), para demostrarle la dañina influencia que sobre sus opiniones tienen las empresas, le preguntan: si usted supiera que su médico recibe el 80% de sus ingresos de la empresa que comercializa un medicamento y se lo recetara a usted en la consulta, ¿qué pensaría? El tío se queda todo cortado y no sabe qué decir, hasta que el director corta el plano por puro respeto.

En el documental “Super Size Me”, se comenta cómo la empresa McDonald’s, que se escurre el bulto (judicialmente y no) acerca de cualquier influencia sobre la obesidad infantil, tiene a los niños como diana de su marketing. Su logo y personaje es un payaso. Cuentan con parques de juegos entre sus instalaciones, menús para niños. Todo preparado para que una familia tenga bonitos recuerdos de sus comidas en el establecimiento. Esos niños siempre tendrán esa percepción bucólica de los McDonald’s y cuando crezcan serán usuarios también. El 75% de sus clientes son “usuarios intensos” que acuden todas las semanas y el 20% son “usuarios muy intensos” que acuden más de cuatro veces por semana. Esta fidelidad, aparte del volumen de la empresa, demuestra que la campaña de marketing da resultado.

En estos tiempos de replanteamientos varios acerca de lo establecido, deberíamos aprovechar para para redefinir qué es la “libertad”. Los mercados “libres”, sin ningún control de los Estados ni de ninguna agencia de regulación no proveen de libertad, sólo proveen de beneficios para las empresas.

Los adultos, jóvenes y niños “libres” sin nadie que “coarte” (regule) la libertad, no son más que un producto a la deriva de empresas, publicidad y marketing. Se necesita la intervención de “alguien” para poder ser de verdad libre. Se necesita un gobierno que limite (una de las funciones del Ministerio de Sanidad es velar por la Salud Pública, por cierto) los tamaños de las hamburguesas en estos sitios, que establezca las tallas de los vestidos de los desfiles de moda, que haga políticas para evitar que los ciudadanos fumen, que prohíba que empresas de comida basura puedan proveer a los comedores de las escuelas públicas (como pasa en EE.UU.).

Hay un espacio fuera del alcance de cada uno, en el que existe la posibilidad que el ser humano tome decisiones en un sentido o en otro. Tristemente, ante la falta de control de ese espacio, el ser humano, a merced de la televisión y de su falta de pensamiento crítico, se suele transformar en un producto de unos intereses empresariales. Ese espacio debe ocuparlo una autoridad responsable que mire por su ciudadano. A la capacitación de la persona para que sea capaz de sustituir a esa autoridad política por su propio pensamiento es a lo que se debe conocer por educación.

Un médico a la deriva, sin ninguna regulación acerca de la provisión de formación continuada (o con una regulación que lo acerca más a la (de)formación intoxicada que a la formación independiente), sin ninguna regulación acerca de la manera de prescribir fármacos, en un mercado farmacéutico dominado por el interés de la empresas y no por el del Estado (que al final es el que debe representar el interés de la gente, el de todos) es un médico a la deriva, un producto en manos de la industria.

Igual que el cátedro de economía de “Inside Job”, todos sabemos lo que es dañino para el paciente. El paciente, que sabe tanto de Medicina como el cátedro de economía, es decir, más bien poco, lo sabe bien.

Igual que McDonald’s sabe que hay captar al cliente muy temprano, la industria farmacéutica también lo sabe y Ronald McDonald en traje y corbata sabe que debe cuidar bien a los médicos residentes en los vestíbulos de los Centros de Salud o en los hospitales, porque son el futuro.

Incluso sabe que hay que cuidar bien a los estudiantes, para que empiecen la residencia habiendo entrado por el aro.

Por estas razones, se hace imprescindible en opinión del abajo firmante, que haya una asignatura en la carrera de Medicina equivalente a “Educación para la ciudadanía” que sustituya a la religión del marketing y de las actividades industriales. No se trata de decirle a los estudiantes lo que tienen que hacer ni pensar; se trata de enseñarles bien la “Constitución”, educarles en valores y estimular el pensamiento crítico. Por supuesto, la industria, como la iglesia, estará en contra e intentará por todos los medios evitarlo o tutelar el proceso, porque le va los dineros y los fieles en ello.

Después de mucho esfuerzo, se consiguió que la Medicina Familiar entrara en la Universidad. Se ha conseguido que la Medicina General ocupe un lugar en la formación de los estudiantes de Medicina (en algunas facultades). Sin embargo, por ejemplo, en la Universidad Autónoma de Madrid se ha creado una cátedra para ello que paga (o cofinancia, me da igual) una empresa farmacéutica, Novartis. Este hecho, en opinión del abajo firmante es un hecho de una gravedad extrema, que las sociedades científicas que dicen nos representan ni el Ministerio de Educación nunca debieran haber permitido. Es una humillación para la especialidad y absoluta vergüenza para los médicos de familia.
La ausencia de una asignatura de “Educación para” y las consecuencias de la pasividad del Estado en ese espacio supraindividual que viene a determinar, en el fondo, nuestros comportamientos, es la única explicación que se me ocurre para explicar cómo ha sido posible que nos la hayan metido doblada.

Hay veces en la vida en que uno se equivoca.

Me invitaron a dar una charla en un congreso.  Yo, joven, inexperto e inepto, envilecido ante el hecho de que alguien me escuchara, acepté casi sin mirar quién era el invitante.

Eché una ojeada por encima. Iba Joan-Ramon Laporte. No debía de ser mal sitio.

Me estuve preparando mi charla a fuego: “La mujer como víctima singular de la medicalización”.

Entre tanto alguna gente me llamó la atención sobre mi participación en un evento de tales características.

Pero qué cojones, yo iba a dar mi charla y punto.  No iba a cobrar por ello y no me iban a pagar el viaje ni el alojamiento. No había conflicto de interés alguno.

Me enteré de casualidad de la baja de Laporte y le escribí para saber por qué. Le habían puesto en el cartel sin su consentimiento. La versión de la organización fue que Laporte (o su secretario) había aceptado por teléfono y luego se había retractado. Dos explicaciones contrapuestas ante un mismo hecho. Uno de ellos mentía. Yo creo a Laporte.

Este hecho era imperdonable para mí, por lo que decidí renunciar a dar la charla.

Después de esto (siempre tarde) estuve mirando bien de qué iba el cotarro de los que organizaban el evento.

Negacionistas del SIDA, en contra del tratamiento convencional del cáncer de mama y a favor del tratamiento con hierbas (me acordé de una paciente muy joven con un cáncer de ovario que vi con una taquicardia sinusal a 120 lpm, que había renunciado al tratamiento y que se estaba poniendo hasta arriba de homeopatía, un caso dramático), con mil teorías estrafalarias en lo que la alimentación se refiere, abanderando las teorías de la importancia que no tienen los iones (zinc, cadmio, mercurio…) y las vitaminas. En este movimiento se engloban los de la liga antileche, los glutenfree y los que son intolerantes a todo, hasta al aire que se respira (síndrome de sensibilidad química múltiple). También están los de las energías de las piedras.

Los magufos tienen su ámbito de acción en la medicina, pero también en la pseudociencia y en teorías conspiranoicas.

Después de una digestión adecuada, soy capaz de afirmar que aquellos a los que iba a dar la charla son tan dañinos y peligrosos (o más) para la medicina y para los pacientes que la propia Industria farmacéutica (en las ocasiones que ésta lo es). Y que no son más que otro mercado, interesado en llevarse tajada del negocio de la salud, bajo la apariencia de que no.

Yo y ellos nos tocamos a veces en algunos puntos, como en la crítica a los comportamientos irregulares de la Industria Farmacéutica en la medicina, pero ellos sólo lo hacen para justificar sus estrafalarias ideas, que carecen de ninguna evidencia científica seria y están llenas de ambigüedades, discursos vacíos, manipulaciones ideológicas y argumentos con trampa para los que no saben de qué va la película de la ciencia ni de la medicina.

Bajo la apariencia de que son una solución, no son sino otra amenaza más.

Mi presencia en ese congreso no iba a tener ningún interés por lo que iba a contar yo, si no que únicamente servía para amparar y justificar sus tesis. Las presencias no son asépticas, las presencias en un contexto determinado están contaminadas también por el contexto.

Tenía billetes de ida y vuelta para ir a Barcelona, me había gastado 130 euros en ellos. 130 euros tirados a la basura. Pero el hecho de no haber ido a ese circo hacen de esos 130 euros el dinero mejor invertido de mi carrera.

Agradecimientos a Marta Carmona, Rafa Bravo, Joan-Ramon Laporte, Juan Gérvas y Noemi Amor(os) que, por este orden cronológico, me abrieron los ojos.
En un mundo dominado por los #díasmundialesde y #porelinteréstequieroAndrés parece de recibo dignificar a los que parecen de verdad desinteresados.

Aunque es legítimo convertirse en el adalid de la lucha contra la “enfermedad de” cuando la tiene la persona propiamente o sus familiares, no se puede negar que esa opción tiene un punto de mezquindad claro, aunque perdonable (#elqueestélibredepecado…).

Es algo confuso el asunto. Ahí van unos ejemplos.

La leucemia y Josep Carreras. ¿No es de agradecer lo que Josep Carreras ha hecho por la mejora de los tratamientos y de los cuidados de los pacientes que padecen leucemia, aunque sólo haya sido porque él ha sufrido un proceso así?

El Alzheimer y Maragall. El expresident está impulsando con fuerza la investigación en la enfermedad. No ocurre así con las ayudas ni con el soporte a los pacientes ni está trabajando tampoco para minimizar las repercusiones sociales de la misma, pero sí con la investigación.

Si observamos desde una perspectiva más general, ¿no es injusto que la mejora para estos pacientes dependa de que un famoso tenga el mismo padecimiento? ¿Qué pasa con la atención que merecen otras enfermedades sin iconos?

La filantropía es bonita, pero peligrosa. Peligrosa si las autoridades no son capaces de destruir las inequidades en salud.

Yo lo tengo claro. De tener una enfermedad ojalá que me toque una de famoso.

Hay un médico que se llama Fernando Moldenhauer, que es Jefe de Sección de Medicina Interna del Hospital Universitario de la Princesa, en Madrid, España, al que le das no una mesa-camilla, sino una mesa y una camilla y te monta una consulta monográfica de referencia nacional.

Ha creado una consulta para pacientes con Síndrome de Down adultos, un servicio de atención casi único en nuestro país, que está creciendo a un ritmo de unos 200 pacientes al año. No hay datos oficiales, pero se calcula que en la Comunidad de Madrid hay 3500 personas adultas que conviven con este síndrome.

Dice el Doctor Moldenhauer que estos pacientes tienen algunas peculiaridades biológicas que los hacen muy particulares.

Por ejemplo, que desarrollan en un alto porcentaje una demencia tipo Alzheimer jóvenes y que son un modelo libre de arterioesclerosis. También comenta algunas percepciones subjetivas, interesantes y contrastadas (esto a veces ya es mucho) empíricamente, acerca de la inadecuada percepción del tiempo a medio plazo (horas/días).

Pero la clave del éxito y la razón por la que yo escribo esto y por lo que, entre cosas, le admiro fue porque se me encendió el piloto y le pregunté: ¿Por qué?, y me contestó: “Básicamente porque no tengo ningún familiar o conocido con Síndrome de Down”.

El otro día me ocurrió algo que hizo que me (a)saltaran las alarmas sobre mi propia (a)condición(ador).

Cuando salgo de casa mi prurito basal suele aumentar, pero nunca le doy ninguna importancia. Como hipótesis alternativa suelo (d)enunciar que no me aseo como acostumbro, que los detergentes con los que se lavan algunas prendas como las sábanas no son los mismos y sobre todo, que cuando salgo de casa no me someto a los rigores de las costumbres.

He hecho muchas veces un ensayo clínico que consiste en no cambiarme de calzoncillos en una semana, a ver qué pasa. Y el resultado es que nunca ha pasado nada, que nadie se ha dado cuenta ni ha dicho nada.

Resulta que, como digo, mi prurito basal estaba aumentando, sobre todo en el pelo (de la cabeza) y yo lo achacaba a que me veía envuelto en una sucesión de champús y acondicionadores impuesta por el lugar en el que vivía, que no sabía adónde había de llevarme. Las asociaciones de antihipertensivos tienen su modelo en el champú más acondicionador.

Al mismo tiempo que yo (mal)gastaba mi tiempo imbuido en estos asuntos pueriles, en la Puerta del Sol y aledaños se seguían librando batallas.

Hay gente que llama a los indignados perroflautas. Los titulares de prensa obligan a reduccionismos gramaticales y mentales. Si no se hacen simplificaciones absurdas los públicos abúlicos han de pensar y se corre el riesgo de que dejen de comprar el periódico.

Los perroflautas son una parte de los indignados, pero no todos. Es curioso como a esta gente se le califica continuamente de parásitos sociales, cuando son de los pocos que hacen algo porque la sociedad cambie, sin cobrar. Los políticos y sus adláteres dicen que también lo hacen, pero a ellos les pagan por eso. Los indignados y los perroflautas (éstos no siempre trabajan) tienen que ir a arreglar la sociedad al acabar su jornada laboral porque a la gente a la que se le paga por ello no le da la gana. Es lo que se conoce ahora como “After work”. Antes se iba uno al bar a tomar unas cañas. Ahora todos los días hay manifestación.

Otro curioso mito que circula sobre los perroflautas es que tienen piojos en la cabeza. Tener un parásito viviendo dentro de sí, adherido al folículo, y ser a su vez un parásito dentro del sistema, adherido a la prestación por desempleo y otras, transforma estas (man)infestaciones en una suerte de simbiosis.  Estos comportamientos no son finalmente otra cosa que una variante más de la función de los seres vivos de relación. Nacer, crecer, relacionarse, reproducirse y morir. Así de fácil. Este tipo de cadena trófica tiene las mismas peculiaridades que la cadena de frío o de mando. Con esta última es con la que les apalea la policía. Los gases lacrimógenos no son sino insecticidas en spray.

Resulta que de tanto picor, un día me dio por mirarme bien y vi a unos parásitos aferrados a mi masa capilar. En ese momento supe que aunque estaba lejos de Madrid, estaba allí, con ellos, en Sol y aledaños, y que había dejado de ser un indignado para convertirme en un perroflauta.

Pensé que en estos tiempos que corren vendría de lujo una buena revisión del diagnóstico y tratamiento de la Pediculosis capitis, para ver si con una buena desinfestación rompemos el cordón sanitario y nos ganamos el respeto de la sociedad.

Como dicen que las perroflautas además de unas piojosas son unas promiscuas, a lo mejor dejamos para otro día la revisión de la pediculosis pubis, dependiendo de cómo evolucione el picor éste de cojones que tengo, aunque creo que más que porque me haya parasitado a alguna es porque (otra vez) llevo una semana sin cambiarme de calzoncillos.

REVISIÓN PEDICULOSIS CAPITIS

Tener piojos es una infestación por Pediculosis capitis, que es una de las tres variedades de pediculosis que afecta al humano. Las otras dos son corporis y pubis (ladillas, que no se suelen pillar en la piscina, precisamente…)

Lo primero que hay que hacer al hablar de esta parasitosis es hablar de un aspecto no médico. A menudo en medicina lo médico es menos importante que lo no médico.

Los piojos tienen un gran estigma social, especialmente entre los niños y sobre todo, entre sus padres. Se siguen viendo como una infección de pobres y de descarriados.

El hecho de tener piojos es más frecuente en escolares de 3 a 12 años (prevalencia del 13% en Canadá en estos grupos), especialmente en las niñas, y es un fenómeno corriente,  que no se relaciona con el nivel social. En adultos, sí que se relaciona con la higiene.

La transmisión es por contacto directo con el pelo, aunque la relacionada con los objetos también es posible, aunque más hipotética. Estamos hablando de peines, cepillos, bufandas, gorras, etc. No se contagian desde las mascotas, por lo tanto no hay que tratar a éstas.

Los piojos viven en tres estadios:

Huevos o liendres: adheridas firmemente al cabello, amarillas o blancas, cerca de la base (a un par de centímetros) y que se pueden confundir con caspa, pero ésta se desprende fácil y los huevos no. En una semana se convierten en ninfas.

Ninfas: es un piojo, pero más pequeño. Es visible, pero adherido al pelo. Para progresar a piojo la ninfa se debe alimentar de la sangre del huésped.

Piojos: tienen un tamaño de una semilla de sésamo. Sobre el pelo pueden vivir 30 días, fuera de él 2, aunque si las condiciones de temperatura y humedad son propicias pueden vivir hasta de 3 a 7 días.  A las 24 horas de infestar, la hembra empieza a poner huevos. El piojo chupa la sangre cada 4 o 6 horas. Lo normal es que haya un número menor de 10 piojos vivos por infestación.

 

Es apasionante biológicamente que el piojo es diferente en población norteamericana y africana, porque varía las garras en la cabeza para adaptarse a ambos cabellos, uno liso y otro rizado.

El contagio se produce desde el estadio de piojo. El contacto con huevo o ninfa no contagia.

Los síntomas son picor, excoriaciones, rash… y si la infestación es virulenta puede aparecer hasta sobreinfección de las lesiones, fiebre, linfadenopatías, etc..

Tienen apetencia por el pelo retroauricular y por la línea occipital, cerca de la nuca.

En la primera infestación, los síntomas se producen a las 4 o 6 semanas del contacto. Posteriormente, a las 24-48 horas del nuevo contacto.

Se detectan con la visualización directa. Para maximizar el éxito diagnóstico se recomienda aplicar un acondicionador sobre el pelo seco y examinar el cabello por secciones y con distintos peines de púa fina.

Es posible que no todos los niños a los que se les detecta huevos  desarrollen una infestación activa. En algunos casos no se progresa al estadio de piojo.

Esto es importante porque sólo hay que tratar a los que tengan una infección activa (motivo de exclusión escolar según la guía canadiense), con piojos vivos, aunque se puede plantear el tratamiento de los que tengan huevos muy cercanos a la base del pelo,  sin piojos vivos, y que no hayan sido tratados en el mes anterior, sobre todo si son contactos de infectados. El tratamiento innecesario sólo lleva a la angustia, a las exclusiones escolares innecesarias  y a las resistencias de los fármacos. La guía canadiense insiste que si después del tratamiento quedan huevos sin piojos vivos se debe dejar al niño volver al colegio, aunque otros autores no recomiendan en ningún caso la exclusión escolar. Los huevos muertos y los restos adheridos al pelo pueden seguir viéndose sobre el cabello tras 6 meses de aplicar el tratamiento, hasta que crezca el pelo, sin que signifique eso infección activa.

La evidencia no recomienda los cribados masivos en los colegios.

El tratamiento de primera elección en España es la Permetrina al 1%, en loción o champú. Se practica una aplicación insistiendo en la zona retroauricular y en la nuca, sobre pelo seco (así se evita la dilución del producto) y se deja actuar 10 minutos. Luego se aclara con agua tibia, sobre un fregadero o recipiente, para que los restos del champú no entren en contacto con todo el cuerpo. Se deja secar al aire o con una toalla y se quitan los liendres muertos con peine de púa fina. No usar secador. No lavar el pelo con champú hasta pasados 1 o 2 días. Si no funciona, hacer otra aplicación a los 10 días. La eficacia de las dos aplicaciones es del 95%. El tratamiento es seguro en el embarazo. Pasa a la leche materna.

Las Piretrinas también se consideran en esta primera categoría.

La segunda línea es Malation al 0,5%, que puede ser utilizado en niños mayores 24 meses de edad cuando exista resistencia a la Permetrina o cuando el tratamiento falla a pesar de ser usado correctamente. Es eficaz en el 98-100% de los casos. Se aplica en el cuero cabelludo, se deja secar de forma natural (sin secador ni plancha) y se lava a las 8-10 horas. Aplicar de nuevo a los 7-9 días si se siguen viendo piojos. La seguridad y eficacia de la loción de Malatión no se ha establecido en niños menores de 6 años y está contraindicada en menores de 24 meses.

Después del segundo tratamiento con cualquiera de los fármacos, no está de más comprobar una vez por semana las tres primeras semanas.

Se recomienda el tratamiento también de los convivientes que tengan infestación activa (o que tengan huevos próximos a la base y que no hayan sido tratados el mes anterior). Es importante que se traten a todos el mismo día, para prevenir reinfestaciones.

No está justificado el tratamiento sin nueva afectación para prevenir reinfestación.

Las terapias orales no tienen suficiente evidencia científica que las sustente, las estudiadas han sido trimetoprim-sulfametoxazol e ivermectina.

En cuanto el tratamiento de los fómites:

·         Ropa y sábanas: lavar a 55ºC al menos 20 minutos

·         Ropa que no se puede lavar: limpiar en seco o aplicar insecticida químico en polvo.

·         Peines y cepillos: lavar a 55ºC durante 5-10 min o sumergirlos 30 min en solución peliculicida.

·         Juguetes (sobre todo los de trapo): Lavar a 55ºC durante 5-10 min o sellarlos en una bolsa de plástico hermética durante 2 semanas.

·         Limpiar los suelos, alfombras y tapizados de la habitación.


Terapias no farmacológicas.

Como los piojos, ninfas y liendres se van muriendo en diferentes momentos después de la primera aplicación, conviene hacer un cepillado diario para irlos quitando. Se puede hacer con peine de púa fina. Después hay que lavarlo con agua del grifo y asegurarse con cepillo de dientes o de uñas que no quedan restos entre las púas. Después del cepillado hay que meter el peine 10 minutos en agua caliente o 24 horas en el congelador.

Bug Busting (lo que llamamos popularmente despiojar): es muy popular en Reino Unido, por la posibilidad de resistencia a los tratamientos. Es pasar el cepillo como hemos visto antes, sin dar champú. Hay que ser muy perseverante, hay que hacerlo cada 4 días, al menos 2 semanas. Se tarda 30 minutos por sesión. Si se encuentran piojos vivos en una de ellas, se deberá prolongar otras tres sesiones, también separadas por 4 días o hasta que encuentres el cabello sin restos durante tres sesiones seguidas. Es muy popular entre la población, aunque el éxito parece que es menor que con el tratamiento farmacológico.

Entre las demás terapias no farmacológicas ni mecánicas podemos encontrar aplicaciones con vinagre de sidra, eucalipto, aceite de oliva, pepitas de chirimoya, ajo, aceite del árbol del té, petróleo, mayonesa…  No hay evidencia científica de uso beneficioso.

El petróleo se ha usado tradicionalmente para la infestación de cejas y pestañas.

Hay que tener en cuenta de que muchos de estos tratamientos provocan la “inactividad” de los piojos por activación del mecanismo anaerobio del parásito, durante un período aproximado de 24 horas, pero no la muerte.

Con estos tratamientos hay que hacer unas aplicaciones de al menos 8 horas, con un gorro de ducha. Es muy engorroso y entre la duda sobre su eficacia, lo dificultoso de su aplicación y la falta de perseverancia no suelen ser efectivos.

He dicho.

Bibliografía: Principalemente Guía Canadiense (muy buena: http://www.gov.ns.ca/hpp/publications/Head_Lice_Guidelines_for_Treatment.pdf), Fisterra, Farmacéuticos Online de Barcelona.