Hay veces en la vida en que uno se equivoca.
Me invitaron a dar una charla en un congreso. Yo, joven, inexperto e inepto, envilecido ante el hecho de que alguien me escuchara, acepté casi sin mirar quién era el invitante.
Eché una ojeada por encima. Iba Joan-Ramon Laporte. No debía de ser mal sitio.
Me estuve preparando mi charla a fuego: “La mujer como víctima singular de la medicalización”.
Entre tanto alguna gente me llamó la atención sobre mi participación en un evento de tales características.
Pero qué cojones, yo iba a dar mi charla y punto. No iba a cobrar por ello y no me iban a pagar el viaje ni el alojamiento. No había conflicto de interés alguno.
Me enteré de casualidad de la baja de Laporte y le escribí para saber por qué. Le habían puesto en el cartel sin su consentimiento. La versión de la organización fue que Laporte (o su secretario) había aceptado por teléfono y luego se había retractado. Dos explicaciones contrapuestas ante un mismo hecho. Uno de ellos mentía. Yo creo a Laporte.
Este hecho era imperdonable para mí, por lo que decidí renunciar a dar la charla.
Después de esto (siempre tarde) estuve mirando bien de qué iba el cotarro de los que organizaban el evento.
Negacionistas del SIDA, en contra del tratamiento convencional del cáncer de mama y a favor del tratamiento con hierbas (me acordé de una paciente muy joven con un cáncer de ovario que vi con una taquicardia sinusal a 120 lpm, que había renunciado al tratamiento y que se estaba poniendo hasta arriba de homeopatía, un caso dramático), con mil teorías estrafalarias en lo que la alimentación se refiere, abanderando las teorías de la importancia que no tienen los iones (zinc, cadmio, mercurio…) y las vitaminas. En este movimiento se engloban los de la liga antileche, los glutenfree y los que son intolerantes a todo, hasta al aire que se respira (síndrome de sensibilidad química múltiple). También están los de las energías de las piedras.
Los magufos tienen su ámbito de acción en la medicina, pero también en la pseudociencia y en teorías conspiranoicas.
Después de una digestión adecuada, soy capaz de afirmar que aquellos a los que iba a dar la charla son tan dañinos y peligrosos (o más) para la medicina y para los pacientes que la propia Industria farmacéutica (en las ocasiones que ésta lo es). Y que no son más que otro mercado, interesado en llevarse tajada del negocio de la salud, bajo la apariencia de que no.
Yo y ellos nos tocamos a veces en algunos puntos, como en la crítica a los comportamientos irregulares de la Industria Farmacéutica en la medicina, pero ellos sólo lo hacen para justificar sus estrafalarias ideas, que carecen de ninguna evidencia científica seria y están llenas de ambigüedades, discursos vacíos, manipulaciones ideológicas y argumentos con trampa para los que no saben de qué va la película de la ciencia ni de la medicina.
Bajo la apariencia de que son una solución, no son sino otra amenaza más.
Mi presencia en ese congreso no iba a tener ningún interés por lo que iba a contar yo, si no que únicamente servía para amparar y justificar sus tesis. Las presencias no son asépticas, las presencias en un contexto determinado están contaminadas también por el contexto.
Tenía billetes de ida y vuelta para ir a Barcelona, me había gastado 130 euros en ellos. 130 euros tirados a la basura. Pero el hecho de no haber ido a ese circo hacen de esos 130 euros el dinero mejor invertido de mi carrera.
Agradecimientos a Marta Carmona, Rafa Bravo, Joan-Ramon Laporte, Juan Gérvas y Noemi Amor(os) que, por este orden cronológico, me abrieron los ojos.