











La policía de China informó que más de 400 personas han sido detenidas por extender “rumores” acerca del apocalipsis y el fin del mundo de la profecía maya. Tan sólo en la provincia de Qinghai, ubicada al noroeste del país, centenares de miembros de la secta del Dios todopoderoso fueron arrestados por difundir rumores falsos acerca del armageddon y el supuesto fin de los tiempos que ocurrirá el 21 de diciembre de 2012.

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La ciudad de Buenos Aires amaneció cubierta por una nube tóxica, provocada por el incendio de un contenedor con productos químicos, según reportaron las autoridades municipales. Distintos edificios del Microcentro, Retiro y Tribunales, zonas de intensa actividad, debieron ser evacuados.
El Gobierno porteño recomendó a los habitantes no salir de sus hogares hasta que se pudiera establecer el nivel de toxicidad de la nube. También pidió cerrar puertas y ventanas, no usar el aire acondicionado y llamar a emergencias (107) ante cualquier inconveniente de salud. Hubo personas atendidas por mareos, problemas de respiración e irritación en los ojos.
Alberto Tita, responsable de Relaciones Institucionales del Puerto, confirmó que se trata de “un contenedor que volcó y explotó” y en su interior “tenía pesticida” para hormigas. Asimismo, explicó que “estos contenedores están en el sector de cargas peligrosas” de la terminal portuaria.
El secretario de Seguridad de la nación, Sergio Berni, informó que el incendio ya fue apagado y sostuvo que la sustancia quemada es ya es “de baja peligrosidad”, dado que fue diluyéndose con el viento.

La noticia explotó en las redes sociales. El hashtag #NubeTóxica, que se convirtió en una tendencia mundial, sirvió para mantener informados a los vecinos, mientras que otros se lo tomaron con humor.
El jefe de Gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri, aún no se pronunció sobre la situación de la ciudad, dado que está fuera del país. Acudió a México DF para presenciar la asunción del alcalde, Miguel Ángel Mancera.

El tsunami que se abalanzó sobre buena parte de la costa japonesa y la posterior crisis nuclear que desató la destrucción, atrajeron la atención del mundo que veía, en vivo y en directo, como la sofisticada y culta Japón, la tercera economía del mundo, no podía hacer nada ante la fuerza desatada de la naturaleza:
“Una ola monstruosa que venía de los abismos del agua iba barriendo y arrasando los litorales japoneses y convirtiendo en escombros las ciudades, estrellando los barcos contra los puentes, arrancando las casas como trozos de papel, moliendo en su trituradora automóviles, bosques, barrios, piedras, metales, máquinas y seres humanos”.

Ese remezón sacudió también a la humanidad entera, testigo inerme de una especie de catástrofe planetaria.

Nos recuerda que hoy somos tan numerosos sobre esta tierra sedienta y acotada que prácticamente cualquier cosa que hagamos en cuanto a construcción de centrales nucleares, consumo de energía fósiles, en la agricultura, en la industria, en la construcción de las ciudades, en los modelos de desarrollo predominantes de la exacerbada aldea global, que no tenga en cuenta los límites de la naturaleza, perjudica la vida salvaje de la tierra, y con ello, se pone en peligro la supervivencia de la civilización.


El alarmante incremento del nivel del mar podría afectar la habitabilidad de Nueva York, Shanghai, Miami, Holanda en su totalidad, la costa de la India y Bangladesh. En Colombia podría comprometer 72 poblaciones, entre ellas, Cartagena, Santa Marta, Tumaco. San Andrés desaparecería en un 17%.4 En la actualidad, la emisión de gases efecto invernadero (GEI) concentrados en la atmósfera ronda las 390 partículas por millón, la cifra más alta en millones de años.5 Para el 2050, al ritmo de emisión del presente, los niveles de CO2 alcanzarían las 600 partes por millón, un nivel cuyos efectos podrían ser irreversibles.


Para John Kenneth Galbrait, el nivel, la composición y la extrema importancia del Producto Interior Bruto (PIB) están en el origen de una de las formas de mentira social más extendida y señala que el PIB-per cápita es una mentira porque supone que su medición entraña una renta equitativa.

Esta afirmación puede corroborarse en el hecho criminal, desde el punto de vista ambiental, de que la industria del automóvil estimuló el desmonte de los ferrocarriles como sistema de carga y de pasajeros. El automóvil es el capitalismo sobre ruedas. Para mal del medio ambiente, el automóvil y el petróleo están íntimamente ligados. En la actualidad circulan por el mundo 800 millones de autos. Para el 2030, de seguir la tendencia serán, casi el doble.

Y en el presente, en que los enormes intereses de la industria petrolera han desestimulado y frenado el desarrollo de energías alternativas, de tan urgente aplicación.
En síntesis, lo que pone en evidencia las duras advertencias de Naturaleza es que el sistema económico prevaleciente es incongruente con la preservación de la naturaleza. ¨El nacimiento de la mecanización y la industria moderna….fue seguido de una irrupción violenta semejante a una avalancha por su intensidad y extensión.

Todos los límites de la moral y la naturaleza, la edad y el sexo, el día y la noche fueron superados. El capital celebró sus orgías¨. Y en esas estamos, con todas sus consecuencias. El hombre contemporáneo está a tiempo de corregir el rumbo al borde del abismo.
-Estonia-Qatar-Bahrain-United Arab Emirates-Andorra




Finales que implican la destrucción de la Tierra


Finales con desaparición de la vida en la Tierra



Finales que implican solo la desaparición de la Humanidad


Después del terremoto y el tsunami de Japón en el 2011, varias zonas quedaron muy contaminadas por la radiación y todos los habitantes de ellas fueron desalojados. Algunos partían dejando atrás sus casas, sus bienes, sus vidas y también a sus mascotas y animales de granja. Menos mal que hubo alguien que se quedó.
Tomioka es una ciudad situada al lado de la central nuclear de Fukushima. Tenía una población de 16.000 habitantes, pero ahora tiene uno solo: Naoto Matsumura y a los animales que se negó a abandonar.

Naoto tiene 54 años y empezó a trabajar en la Central de Fukushima en 1971. Era un trabajo que le gustaba y le ilusionaba y que mantuvo hasta el 11 de marzo de 2011, cuando el terremoto que azotó Japón declaró un estado de emergencia en la central nuclear.


Todos los habitantes de 20 kilómetros a la redonda fueron evacuados, lo que incluyó a Tomioka. Naoto puso a salvo a su mujer y a sus dos hijos y volvió a su casa a buscar algunas cosas. Allí se encontró con un panorama de miedo prisas y desolación, los 16.000 habitantes de la ciudad huían llevándose lo poco que podían y dejando toda su vida atrás. Eso incluía a sus perros, gatos, cerdos, vacas, y resto de animales domésticos y de granja y Naoto decidió que no los dejaría morir de hambre.
El nivel de radioactividad de la zona es de entre 25 y 70 veces superior al tolerable por la salud humana pero Naoto ya no lleva trajes de protección ni medidor geiser porque ya se sabe de memoria la radiación que hay en cada calle.
«Sé que estoy completamente contaminado, pero quiero morir en mi hogar».

“Tomioka, para mí, es el lugar más hermoso del mundo, es el océano, las montañas y el bosque. Nada me hará salir de este suelo, en la que mi familia ha estado viviendo durante cinco generaciones”
Todos los días da comer a la inmensa cantidad de animales que se han convertido en su única compañía. Hay cientos de perros, gatos, toros, vacas, cerdos, gallinas y hasta un avestruz, que era la mascota de la escuela infantil.





Para poder alimentarlos Naoto gasta de su propio dinero cuando va a por provisiones para todos a un pueblo cercano, donde compra víveres y gasolina. Dice que su vida sería mucho más fácil si cogiera las cosas que sus antiguos vecinos han dejado atrás, pero su moral le impide hacerlo. Aunque están abandonadas siente que no le pertenecen y su moral le impide tocar nada. Todavía espera que sus vecinos vuelvan algún día.


Mientras tanto espera en una ciudad abandonada sin luz ni agua corriente. Viendo como los animales mueren por las enfermedades derivadas de la exposición a la radiación. Siendo el único que puede ocuparse de sacar los cuerpos muertos y cuidar de los vivos.


Los médicos le han dicho que si se queda es posible que él mismo muera en tres o cuatro años, pero no le asusta.
“Quedarme es mi responsabilidad, y mi derecho. Si me rindo y abandono ahora, todo estará perdido”.
Naoto Matsumura es el último habitante de una ciudad fantasma nuclear. Es el rey de la zona prohibida, su guardián.
